viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Para quién vino Jesús, el Cristo* de Dios?

* Título derivado de una palabra griega que significa «ungido», «consagrado», equivalente a Mesías.

Jesús le dijo: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mc 2.17), o a los que por humildad  se consideran enfermos y/o pecadores. El cargó sobre sí nuestras enfermedades.  Mt 8.17

Al rechazar la sanación, la persona por soberbia se considera sana=justa, y de esta manera, de hecho rechaza a Jesús.

El significado del nombre Jesús, es Dios Sana – Dios Salva. Al rechazar la sanación, también está rechazando la salvación, la manifestación de la Divina Misericordia de Dios, a través de su Hijo.

Así me habló el Señor: Ve a comprarte un faja de lino; te la ajustarás a la cintura, pero no la meterás en el agua. Yo compré la faja, conforme a la palabra del Señor, y me la ajusté  a la cintura. La palabra del Señor me llegó por segunda vez, en estos términos: Toma la faja que habías comprado y que llevas puesta en la cintura. Ve enseguida a Perat y escóndela allí en la hendidura de una roca. Yo fui a esconderla en Perat como el Señor me lo había ordenado. Al cabo de muchos días el Señor me dijo: Ve enseguida a Perat y recoge la faja que yo te mandé esconder allí. Yo fui a Perat, cavé y recogí la faja del lugar donde la había escondido: la faja estaba estropeada, no servía para nada. Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos: Así habla el Señor: De esa misma manera destruiré el orgullo de Judá(1)  y el gran orgullo de Jerusalén(1) . Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que sigue los impulsos de su corazón obstinado (=caprichoso), que va detrás de otros dioses (2) para servirlos y postrarse delante de ellos, será como una faja que ya no sirve para nada. Porque así como la faja se adhiere a la cintura del hombre, así yo me había adherido a toda la casa de Israel (1) y a toda la casa de Judá (1), para que ellos fueran mi pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria. ¡Pero no han escuchado!  Jer 13.1-11

(1) Como la palabra de Dios tiene un mensaje personal, coloque allí su nombre
(2) El  primero es el dios ego, del cual surgen el egoísmo y la egolatría

El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado. Mt 23.12

Existen muchos y variados tipos de humillaciones, pero para cada una, todas, hay una excusa que las justifica o pretende hacerlo: destino, accidente, negligencia, casualidad, etc. La única que no tiene justificación para excusarla y por ella es la más humillante a nuestro ego, es el sufrimiento ocasionado por nuestra pertinaz oposición al amor de Dios y a su proyecto amoroso sobre nosotros. Esta obstinada y terca oposición es la que termina enfermándonos, lo que constituye una necedad.  Necedad es no hacer lo que se sabe que se debe hacer.

¿Por qué se llega a esta situación? Las heridas emocionales ocasionadas por carencias afectivas durante la infancia-adolescencia provocaron un orgullo necesario para mantener la autoestima. Pero lo que fuera un hecho accidental y provisorio, por la falta del amor sanador y en forma permanente, con el crecimiento del orgullo, en el tiempo se transforma en soberbia. Esto no siempre es así pero es su camino natural.

Estas heridas condicionan a cerrar el corazón como una forma de defensa para no ser herido, también a apoyarse en distintos afectos, en vez de apoyarse en Dios. Estos apoyos son muy variados, a modo de ejemplo mencionaré algunos: dinero, poder, salud, belleza, bienes materiales, intelectuales, espirituales, etc.

Cualquiera de ellos al transformarse en un apoyo sicológico-emocional, se convierte en un dios y es nuestra riqueza que nos impide apoyarnos en Cristo: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a mi mismo. Mt 16.24

La soberbia produce una ceguera intelectual y espiritual: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo (1) se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos para que sus ojos no vean y sus oídos no oigan y su corazón no comprenda y no se conviertan y yo no los cure.  Mt 13.15

Para ello viene en auxilio la gracia que concede el Espíritu Santo, dando la oportunidad de ejercer la libertad, liberándola de la esclavitud del pecado, a través de : hechos, circunstancias, personas,  palabras providencialmente oportunas que ponen en la conciencia opciones que invitan a hacer un acto de fe humilde y la aceptación de la voluntad de Dios sobre su vida.

En su interior, la persona no quiere renunciar a sus dioses que adquieren identidad propia como: no me pidas la renuncia a la película, al partido, a la novela de la TV, no me pidas que deje el chateo en la PC, no me pidas que deje de hacer el amor, aunque sea un vez por semana, no me pidas que me prive de mi plato favorito, no me pidas que sacrifique una hora del sueño, no me pidas…

Nosotros no le podemos poner «condiciones» a Dios, sino que es El quien debe hacerlo, y de hecho lo hace: El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.  Mt 16.24

A veces hay una oposición inconsciente a recibir la sanación y esto se debe a dos motivos:

El enfermo recibe cuidados, atención, afectos, por lo cual se siente estimado, querido. Esto cubre una carencia de amor que no recibió y pasa a convertirse en una «seguridad» emocional-afectiva, por lo cual no quiere desprenderse de ella. La sanación implicaría su pérdida. Es lo mismo que pasar de la niñez a la adultez, el crecimiento siempre lleva a una pérdida de lo que quedó atrás.

La otra es una forma de dominio, hasta el sometimiento humillante, que se convierte en un castigo hacia las personas de quienes esperaba recibir cariño y no lo recibió, sino que fueron desprecio, rechazo, agresiones, etc. Estos pueden ser padres, hermanos, esposo/a, hijos, etc.

También está la consciente, a través del capricho: la obstinada y pertinaz oposición al proyecto amoroso-providencial de Dios para la persona, al que rechaza para construirse uno propio, que es contrario a su voluntad, porque: Tienen la mente oscurecida, están apartados de la Vida de Dios por su ignorancia y su obstinación.  Ef 4.18

Capricho, según el diccionario es: Antojo, deseo vehemente. Conduce a la persona inteligente y libre a obrar contra la razón, toda norma moral y equitativa.

Por medio del capricho testimonia que no acepta la Ley de Dios, sino que al interpretarla según su conveniencia, él mismo hace su propia ley, u propia moral.

¿Qué importancia tiene para Dios la sanación? La sanación espiritual, de la cual la física es su consecuencia, es la plenitud de la libertad que concede Cristo: El espíritu del Señor me envió a anunciar la liberación a los cautivos, y a dar la libertad a los oprimidos.  Lc 4.18

Permite poder seguirlo con la plenitud del poder de Dios que emana de su divinidad, a través de los dones del Espíritu Santo, para concretar con ellos su proyecto salvífico providencial para la vida de cada uno, todos sus hijos, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.  Ef 2.10

La sanación permite al Espíritu Santo conformarnos en Cristo, transformándonos en un Cristo vivo, para llegar a decir con Pablo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.  Gal 2.20

Esto nos hace evangelios vivos, evangelio hecho carne en nuestra carne=testigos. El Señor nos utiliza para testimoniarse a sí mismo a través de su Espíritu: Con el rostro reflejamos como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen.  2Cor 3.18

Al rechazar la sanación se obstruye la obra de Dios, se aborta su proyecto original. Su Misericordia y Providencia restaura, renueva todo a través del Espíritu Santo, pero quien sofoca al Espíritu Santo deberá responder en su reparación, ante la Divina Justicia.

Es un desprecio a las gracias que Dios derrama sobre nosotros por los méritos infinitos de la Pasión de Jesús. Es un desprecio a su Pasión, una mística nueva Crucifixión y un desprecio a su Amor.

También, por omisión negligente nos hacemos responsables solidariamente por los pecados y la condenación de tantas almas a las que el Señor nos encomienda providencialmente su pastoreo sanador-salvador. A todos, a unos más y a otros menos, el Señor nos pone como lazarillos de personas espiritualmente ciegas y de las cuales un día nos pedirá cuenta: Señor, ¿cuándo te vimos enfermo y no te hemos socorrido? Y él les responderá: Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con  el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo. Estos irán al castigo eterno.  Mt 25.44-46

¿Tú puedes decir que estás sano? ¿Consideras que necesitas sanación? Acude a un sacerdote: si está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él (Sant. 5.14), o a un hermano dócil al Espíritu, porque, el Señor dice: Y estos prodigios acompañarán a los que crean: …impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.  Mc 16.17-18

Si obtienes la bendición de una sanación debes estar dispuesto a cambiar tu vida, el modo de pensar y actuar, porque Jesús te dice: Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía. Jn 5.14
Por este motivo, si no estás dispuesto a cambiar de vida, no busques sanación, porque es muy grave que por desobediencia desafíes a la Divina Misericordia, mediante la cual Jesús te justifica ante la Divina Justicia. Es una grave ofensa al amor de Dios manifestando en la sanación.

Por consiguiente, antes de buscar sanación, dispone tu corazón y tu mente para un cambio (:Transfórmese interiormente renovando su mentalidad. Rom 12.2), para ser una nueva persona, porque el que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. (2Cor 5.17). Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no te das cuenta?  Is 43.19

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