viernes, 30 de diciembre de 2011

¿En quién pongo mi confianza?:

¡Mi confianza la pongo en Jesús, (llevando su cruz)!
La situación económica, política, la inseguridad pública y privada, la falta de justicia e impunidad, degradación ético-moral de las costumbres y normas de convivencia van llevando a toda la sociedad a un cuestionamiento y posicionamiento espiritual.
A esta situación que se da en todos los países, hay que sumarle las catástrofes, cataclismos, atentados, etc., que están permitidos por la Providencia de Dios, para que se vayan separando los buenos de los malos:  Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos.  Mt 25.31-32
La mayoría, por un impulso instintivo de protección y supervivencia, los hace encerrar en si mismos.  Esto que debería ser provisorio, si se hace permanente, se convierte en egoísmo, que es condenado por Jesús.
Este sentimiento egoísta los lleva a apoyarse en su propio criterio, alimentando el orgullo, que provoca angustia, depresión, y tensiones familiares, laborales, sociales, etc., que degrada moral y espiritualmente a toda persona.
También brinda la oportunidad de que los espíritus mentirosos, sugieran pensamientos malos:  Dios permite a Satanás toda clase de engaños perversos a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar.  Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal.  En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera a la verdad.  Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos:  Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles  -su poder eterno y su divinidad-  se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras.  Por lo tanto aquellos no tienen excusa.  2Tes 2.10-12; Rom 1.18-20
Por otra parte, una pequeña minoría va creando una conciencia solidaria que nace de los genuinos sentimientos nobles y altruistas, que recibirán la promesa de la Misericordia de Dios.
Esto brinda la oportunidad de buscar a Dios.  Esta búsqueda, es la verdad que viene de él, por lo tanto de hecho implica una humillación del ego y un acto de amor en la Persona de Jesús.
Aquí interviene la Divina Providencia que se vale de la acción del Espíritu Santo en el corazón de cada uno, todos sus hijos.
Para este trabajo utiliza a los cristianos como agentes evangelizadores (Nosotros somos embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro 2Cor 5.20), y además, como un bisturí en manos de un cirujano cardíaco, para hacer un trabajo muy delicado en el corazón.
Este trabajo que realiza el Espíritu Santo, como se concreta en el inconsciente, pasa desapercibido, pero si no se evidencia claramente un rechazo, implícitamente existe una aceptación.
Con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen (adquieren su “imagen” espiritual) con un esplendor cada vez más glorioso (concepto espiritual de la santidad).  2Cor 3.18
Somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden:  para estos, aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos, aroma de vida, que conduce a la Vida.  2Cor 2.15-16
El cuestionamiento de Dios en las conciencias , a través de nuestro “rostro” y “perfume” es muy fuerte.  Lo normal es que ante la interpelación de Dios, la conciencia busca una justificación. Ustedes no pueden escuchar mi palabra porque tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre.  Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él.  Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira.  Pero a mi no me creen porque les digo la verdad.  Y si les digo la verdad, ¿por qué no me creen?  El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan es porque  no son de Dios.  Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo rebelde, que va por un mal camino, tras sus propios designios.  Jn 8.43-47; Is 65.2
En este preciso momento es cuando el Espíritu Santo, por medio de la gracia brinda infinitas oportunidades para que la persona pueda salir de la ceguera espiritual y a su vez crezca en la visión de la realidad trascendente del amor.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor a que sus obras sean descubiertas.  En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.  Jn 3.20-21
Cuando Jesús dijo:  Ustedes serán entregados a la tribulación y a la muerte, y serán odiados por todas las naciones a causa de mi Nombre, pero el que persevere hasta el fin se salvará (Mt 24.9, 13), no se refería solamente a los primeros discípulos y a los mártires, sino a todos los que lo quieran seguir:   Yo les comuniqué tu palabra y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.  No te pido que lo saques del mundo, sino que lo preserves del Maligno.  Jn 17.14-15
El que escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió.  Lc 10.16 
El mundo no tiene por qué odiarlos a ustedes; me odia a mí, porque atestiguo contra él que sus obras son malas.  Jn 7.7
Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.  Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya.  Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.  Acuérdense de lo que les dije:  el servidor no es más grande que su señor.  Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a las de ustedes.  Jn 15.18-20
El que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí la salvará.  Lc 9.24

No se extrañen de la violencia que se ha desatado contra ustedes para ponerlos a prueba, como si les sucediera algo extraordinario.  Alégrense en la medida en que puedan compartir los sufrimientos de Cristo.  Así, cuando se manifieste su gloria, ustedes también desbordarán de gozo y de alegría.  Felices si son ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes.  Si el justo apenas se salva, ¿Qué pasará con el impío y el pecador?.  Por lo tanto, aquellos que sufren conforme a la voluntad de Dios, practiquen el bien, poniéndose en las manos de su Creador, que es fiel.  1Ped 4.12-14, 18-19
Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia.  No teman ni se inquieten:  por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor.  Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida la razón de la esperanza que ustedes tienen.  Pero háganlo con delicadeza y respeto, y con tranquilidad de conciencia.  Así se avergonzarán de sus calumnias los que difaman el buen comportamiento de ustedes, como creyentes en Cristo.  Es preferible sufrir por hacer el bien, si esta es la voluntad de Dios, que por hacer el mal.  1Ped 3.13-17
Traten con el debido respeto, no solamente a los buenos y comprensivos, sino también a los malos.  Porque es una gracia soportar, con el pensamiento puesto en Dios, las penas que sufren injustamente.  En efecto, ¿qué gloria habría en soportar el castigo por una falta que se ha cometido?  Pero si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto si es una gracia delante de Dios.  1Ped 2.18-20
No debemos interpretar estas palabras como una posibilidad, sino como un hecho real y concreto, que se cumple hoy en cada uno, en todos los cristianos.
Algunos podrían decir a mi no me pasa y esto no es verdad.  La falta de discernimiento hace que no se comprenda que la mala disposición de cualquier persona hacia nosotros, tiene una motivación espiritual.  Además manifiesta la falta de lectura de la Palabra de Dios, para comprender y participar de los mismos sentimientos de Cristo.
Cuando nos sentimos humillados, doloridos, etc., por la agresión, es por no comprender y menos aún aceptar que el problema no es con nosotros, sino con Cristo.  Por nuestras heridas emocionales nos enganchamos emocionalmente con la agresión, interponiéndonos entre la persona y el Señor.
Si no existe una oración previa como protección y la opción de fe en poner a Jesús “en medio”, la herida condiciona a un juicio crítico, que genera odio y resentimientos:  No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados.  Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.  Lc 6.37-38
No nos prohíbe que juzguemos, sino que lo hagamos mal:  No procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos y tienen la mente oscurecida.  Ef 4.17-18
Quiere que juzguemos (El hombre espiritual, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie, ¿ignoran que vamos a juzgar a los mismos ángeles?  1Cor 2.15; 6.3) con su criterio y no con el nuestro:  No busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  1Cor 13.5-7
Al juzgar con el criterio del amor, no perdemos la paz (El que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.  1Jn 4.16) y por el acto de fe y disponibilidad al Espíritu Santo, la gracia nos hace crecer en el amor.
Una forma de “comprender” más rápido, para evitar un enganche emocional con nuestra historia personal, y así poder justificar en el amor, consiste en un juicio previo, que sintetizo en un concepto, por medio de la palabra: “pobrecito” – “pobrecita”.
Este pobrecito/a consiste en: Todos tenemos heridas emocionales, unos más que otros, y estas condicionan emocionalmente las distintas áreas de la personalidad, coartando la libertad interior:  No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.  Rom 7.19
Al no saber su causa y como esta condiciona mi propia libertad personal, por no tener los elementos, que solamente conoce a Dios, para poder emitir un juicio, esto me desautoriza para poder hacer un juicio propio y con mucha más razón aún, sobre los demás, porque todos somos pobrecitos/tas.  Ni siquiera yo mismo me juzgo.  Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado:  mi juez es el Señor.  Por eso, no hagan juicios prematuros.  Dejen que venga el Señor:  el sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones.  Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.  1Cor 4.3-5
Si bien todos somos victimarios unos de otros por nuestro orgullo y egoísmo, lo somos mucho más aún como víctimas a consecuencia del pecado, causa de nuestras esclavitudes, que nos hacen “pobrecitos” a los ojos de Dios y que justifica su Misericordia.
Miremos con los mismos “ojos de Dios” (“pobrecito/a”), para tener sus mismos sentimientos (Flp 2.5), misericordiosos, como si estuvieran en su mismo cuerpo.  Heb 13.3
El consejo es:  vivir en la presencia de Dios y en inter cesión, y además en la punta de la lengua, permanentemente: pobrecito – pobrecita.
Cuando el Espíritu Santo ilumina nuestra inteligencia para que miremos con ojos nuevos, no nos dice que es para mirar “solamente” todo lo relacionado con Dios y la Parroquia, sino que es para mirar “toda nuestra realidad existencial” con los ojos del amor, con los ojos de Jesús.  Por lo tanto no podemos darle otro sentido, que el que le da Dios:  Por eso, de ahora en adelante , ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.  El que vive en Cristo es una nueva criatura:  lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.  2Cor 5.16-17
Nosotros provocamos envidia (Por la envidia del demonio entró la muerte al mundo Sab 2.24), si, somos provocadores, un escándalo para los paganos:  Se acercaron los discípulos y le dijeron:  ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?  Mt 15.12
¿Cuál es el objeto de la envidia?.  El mayor deseo del corazón humano es la felicidad, alegría, paz y gozo del corazón; como esto es espiritual, se capta espiritualmente y en forma inconsciente.
El que tiene un espíritu orgulloso, la ceguera espiritual le impide comprender y menos aún aceptar, las exigencias de la verdad de Cristo, que cuestiona en el amor:  Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán.  Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean y sus oídos no oigan y su corazón no comprenda.  Mt 13.14-15
La prueba que tuvieron los ángeles consistió en que Dios les mostró con anticipación, la humildad, obediencia y castidad de la Madre (pro-creadora) de Dios.  Al permanecer humildes, obedientes y espiritualmente dueños de si obtuvieron una mansión fija en el cielo.  Lucifer y los otros espíritus soberbios con el deseo de ser creadores como Dios, le desobedecieron y por su rebeldía espiritual fueron arrojados para siempre del paraíso celestial*.
* Pág. 253 del tomo 1 de la obra El Hombre-Dios, de la mística María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano, Italia.
Yo voy a enviar un ángel delante de ti para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.  Respétalo y escucha su voz.  No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.  Ex 23.20-21
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles, los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes apenas oyen la voz de su palabra!  Sal 103.20
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal.  Mt 13.41
Vivimos en un mundo hostil y lleno de enemigos (Nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.  Ef 6.12), pero esta realidad no nos produce ningún temor, porque estamos protegidos por los ángeles de Dios:  Al entrar en una casa, digan primero:  ¡Que descienda la paz sobre esta casa!.  Y si hay alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.  Lc 10.5-6
Para que esta protección sea efectiva, no debemos despreciarla exponiéndonos irresponsablemente y temerariamente a los demonios:  Estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar.  Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa:  Volveré a mi casa, de donde salí.  Cuando llega, la encuentra vacía, barrida y ordenada.  Entonces va a buscar otros siete espíritus peores que él; vienen y se instalan allí.  Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio.  Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.  1Ped 5.8; Mt 12.43-45; 26.41
¿Por qué motivo Jesús dijo:  Mi realeza no es de este mundo? (Jn 18.36).  Hasta que se cumpla el tiempo establecido por la Sabiduría, Justicia y Misericordia de Dios, para la consumación de la salvación y redención de toda la creación, el mundo está en poder del demonio.
Mencionaré cuatro citas, pero el testimonio más contundente es el de la tentación que padeció Jesús en el desierto, en la cual el demonio no le podría ofrecer algo que no le sea propio:  El demonio lo llevó a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo:  Te daré todo esto, si te postras para adorarme.  Mt 4.8-9
Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del Maligno (1Jn 5.19).  Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera (Jn 12.31).  Cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Domino y Poder.  1Cor 15.24
Estamos siendo marcados con nuestra aprobación, por el signo de la salvación, o el de la condenación:  No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello (la cruz) la frente de los servidores de nuestro Dios.  (Satanás) consiguió que todos          -pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos-  se dejaran poner la marca en su mano derecha o sobre su frente.  Ap 7.3; 13.16

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