viernes, 30 de diciembre de 2011

El amor se expresa con las palabras del corazón


Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios.  Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.  Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.  Jn 1.1, 3, 14
En la era de la súper comunicación (medios) estamos súper incomunicados humana y espiritualmente.
Hoy las persona tienen poca y relativa importancia en la vida de sus semejantes; ésta se concreta en la medida en la que se pueda “utilizar” para cubrir una necesidad.  Este concepto utilitario está basado en el egoísmo hoy generalizado en la sociedad y promocionado por la política internacional del neoliberalismo económico ateo.
Uno de los mayores obstáculos y que a su vez (vaya paradoja) evidencia   la incomunicación ya existente, es el uso indiscriminado de la televisión.
La televisión corta el diálogo familiar y con él la comunicación afectiva.  El momento más importante del día para la familia es la sobremesa después de cenar.  Es el momento en el que se debería volcar en diálogo todas las vivencias de la jornada de cada uno de los integrantes de la familia, así como todas sus inquietudes, ansiedades, angustias y preocupaciones, para encontrar solución, tranquilidad, paz en el espíritu y hacer el intercambio afectivo de querer y sentirse querido, esto es: aprender a amar, amando.  Al frustrarse esto la familia se transforma en una escuela de egoísmo donde cada uno aprende a “usar” del otro para suplir sus carencias y necesidades y convierte al hogar en un hotel.
Dice la Santísima Virgen*: No pierdan tiempo delante de la televisión que es el instrumento más fuerte en manos de mi adversario para difundir por todas partes la tiniebla del pecado y la impureza.  La televisión es el ídolo del cual se habla en el Apocalipsis, construido para ser adorado por todas las naciones de la tierra y al cual el maligno da forma y movimiento para que se convierta en sus manos, en un terrible medio de seducción y perversión. (Mensaje del 17-2-88).
Diálogo es la trasmisión afectuosa de palabras de un corazón a otro, pero respondiendo desde la razón, con el lenguaje del corazón, para que sea interpretado de la misma manera.  Ejemplo: si mi interlocutor hablara en un idioma desconocido, no lo puedo comprender con el “oído de la razón”, sino con el “oído del corazón”, que me permite compartir sus mismos sentimientos: alegría, tristeza, euforia, duda, confianza, incertidumbre, ira, dolor, pena, angustia, etc.  El tema es solo un medio, se podría decir, una excusa para iniciar una comunicación afectiva.
El ser humano a diferencia de los animales, se comunica con el corazón, a través de la palabra: Porque la boca habla de la abundancia del corazón (Mt 12.34) utilizando para ello en primer lugar la voz, por medio de la palabra (no siempre, ni únicamente), luego, la mirada, los gestos del rostro y del cuerpo en general.
*Extraído del libro A los Sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen, editado por el P. Esteban Gobbi, fundador del Movimiento Sacerdotal Mariano

Después de haber hablado por medio de los Profetas, ahora Dios nos habló por medio de su Hijo.  Heb 1.1-2
Cristo al regresar junto a su  Padre, posibilitó al Espíritu Santo (Tercera Persona de la Sma. Trinidad) para que pudiera actuar con toda la potencia que emana de su divinidad, dentro del plan establecido por Dios, para la salvación de la humanidad.
La Palabra volvió al Padre, para regresar al hombre en la Persona del Espíritu Santo.  Pero ya no para estar en la mente, sino en su corazón, por este motivo, Dios dice:  La Palabra que sale de mi boca no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que le encomendé.  Is 55.11
El corazón del hombre es el templo del Dios Vivo, es el Santísimo por excelencia, es el lugar donde habita Dios:  ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?  ¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?  (1Cor 3.16; 6.19).  En ese mismo lugar reside su Palabra.  ¿Quién desea escucharla?      
Dialogar es “escuchar el corazón” del otro y el escucharlo, es amarlo, compartiendo la miseria de todo corazón humano.
Al igual que la electricidad es trasmitida por un cable, la palabra del hombre es el trasmisor del amor de Dios.  Si no ponemos resistencia (cortocircuito), el Espíritu Santo dará testimonio de Jesús a través nuestro, utilizándonos como cables eléctricos para trasmitir su amor.  Si amamos de verdad y con el corazón, seremos superconductores de la Palabra y ella se hará carne en nosotros.
La palabra del hombre está vaciada de contenido porque el contenido de “toda” palabra es el factor espiritual que le da sustento.  El factor espiritual le otorga veracidad, credibilidad, intimidad, respetabilidad, amabilidad, bondad, afectividad:  El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón.  Lc 6.45
Cristo es la Verdad (Jn 14.6) y el que no está con Él, vive en la mentira; en consecuencia dice mentiras y su palabra está vacía de valores espirituales.
Al creerle a un mentiroso me hago cómplice de su mentira, tratando a Dios de mentiroso.  Esto nos lleva a plantearnos la pregunta: ¿por qué le creemos a un mentiroso, si su palabra no tiene credibilidad?
Al no “vivir” la Palabra de Dios, de hecho,  nos hacemos cómplices de la mentira.  Esto genera remordimientos de conciencia por el sentimiento de culpa al reconocernos mentirosos y que por orgullo no queremos admitir:  El hombre malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.  Lc 6.45                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

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