Nuestro caminar en la vida consiste en el crecimiento de tres virtudes: fe, esperanza y amor. Dios es quién las siembra, riega y las hace crecer en cada persona, exigiendo de ellas una respuesta.
Todos, unos antes y otros después, tenemos crisis de fe. Unas son de crecimiento y otras por anomia y desidia. La diversidad en su desarrollo es como las hermosas flores de un jardín: cada una con su belleza de formas, colores y perfumes que las caracteriza entre las demás.
Dios crea condiciones que nos cuestionan, dándonos oportunidades para crecer en la fe.
A todos nos pide su crecimiento, pero a cada uno en la medida en que sabe le pueda responder. No le pide lo mismo a un ignorante que al Sumo Pontífice. Lo que le falte al primero, lo completa la Divina Misericordia. Este es el espíritu de la Parábola de los Talentos.
Además, por el libre albedrío tenemos la oportunidad de aprovechar la Gracia que constantemente brota del Corazón Misericordioso de Jesús y se derrama como una lluvia santificante sobre toda la humanidad, está en cada uno cerrar el paraguas del orgullo para dejarse impregnar por ella.
Esta consiste en hacer actos de fe mediante los cuales se va construyendo un camino de crecimiento en la fe. Normalmente el Señor nos va conduciendo a todos a través de desprendimientos (pérdidas de cosas queridas y apreciadas) y abandonos (problemas de salud, económicos, etc.) que pasan desapercibidos. Los que deciden entregarse voluntaria y generosamente a recorrer este camino, reciben el auxilio de la Gracia para “poder” concretarlo.
Esto se convierte en testimonio de un milagro obrado por la Gracia y en una manifestación del amor de Dios a esa persona.
Así como el corazón no puede dejar de latir para llevar el alimento a todo el cuerpo y si dejara de hacerlo cesaría la vida, de la misma manera sucedería con la fe recibida en el bautismo como nacimiento a la vida del espíritu, si no se la alimentara.
Hagamos un examen sobre la fe: ¿Tengo alguna preocupación por mí o algún miembro de la familia con motivo de la inseguridad que estamos viviendo? ¿Temo que a causa de la inflación no podamos llegar a fin de mes? ¿Me inquietan el trabajo, la salud, etc.? Ante la presencia del Señor, analicemos si no nos acusa la conciencia.
La preocupación es una falta de confianza en la Divina Providencia. Los problemas y preocupaciones son oportunidades para hacer actos de entrega al Señor. Está en nosotros la posibilidad de hacerlos en las permanentes opciones cotidianas, basta que nos decidamos a ello.
ACTO DE ENTREGA: Es como quién entrega un “paquete” para que el Señor haga de él lo que quiera.
ACTO DE ABANDONO: Significa olvidarse del paquete con todo lo que ello implique, porque al ceder esa propiedad renuncié a ella y como ya no me pertenece, no puedo retrotraerme al pasado. Su mejor expresión es la imagen de un bebé en los brazos de su padre, con la mejilla apoyada sobre su hombro.
Al hacer entrega de un problema concreto, por medio de este acto de fe otorgamos autoridad a Jesús sobre él, de hecho a través del mismo lo hacemos Señor de nuestra vida. Cambia la presente realidad en otra imposible de imaginar, porque este pequeñísimo acto de amor Dios lo retribuye en la medida en que podamos recibirlo, según nuestro estado espiritual, evitando que caigamos en el potencial orgullo, vanidad, etc.
La preocupación nos retrotrae a pensar en el paquete que ya no poseo. Esto se convierte en una tentación de Satanás que pretende robarnos la confianza en Jesús. Por medio de ella se desautoriza al Señor, autorizando a Satanás en su lugar. En ese caso, se le atan las manos a la Divina Providencia y después nos quejamos de que Dios no nos escucha.
El Señor le manifestó a Santa Faustina Kowalsca una referencia sobre el abandono al hacer pintar un cuadro de la Divina Misericordia, con la leyenda que le hizo colocar al pie: Jesús en Vos confío.
Hasta no hace mucho tiempo las palabras tenían el significado y el valor de lo que expresaban, existía la coherencia conceptual en lo moral. Hoy las palabras están devaluadas y vacías de su contenido moral, por eso el Señor ha querido volver a expresar esta misma realidad espiritual de otra manera, para conseguir el mismo resultado.
Hoy no es lo mismo decir mecánicamente y de la boca para afuera: Jesús en Vos confío, que hacerlo a través de un acto de entrega que nace del corazón (por un hecho concreto), y que me compromete con el abandono.
Nuestro camino puede ser entre cardos y espinas (problemas y preocupaciones), pero por nuestra entrega motivada con y por amor se puede convertir en un jardín de flores.
El Señor me autoriza a mencionar sus palabras en una revelación sobre un tema similar: Haced esto y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo juro por mi amor
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