Son muchos los católicos que desean evangelizar a personas que no aceptan abordar el tema religioso, por temor al compromiso de la fe.
Ante esta situación se sienten frustrados porque no saben como cumplir con este deseo de Cristo y que brota desde lo profundo de su corazón.
Es conveniente comprender la realidad evangelizadora:
-El evangelizador, ya no es uno mismo, sino que es la persona del Espíritu Santo, quién nos brinda la oportunidad de ejercitar la caridad, para quedar justificados en el amor y además como instrumento de santificación. Esta verdad no debe condicionarnos a una actitud pasiva y triunfalista que nos exime de nuestra responsabilidad. Por el contrario, debemos ocuparnos como si todo dependiera de nosotros y tomar distancia de los resultados, porque estos están reservados a el Espíritu Santo.
-Nuestra “presencia” es muy cuestionante y cuestionadora, porque somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden: para estos, aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos, aroma de vida, que conduce a la Vida. 2Cor 2.15-16
-Nuestro “rostro” también lo es: Con el rostro reflejamos como en un espejo la gloria del Señor y somos transfigurados a su propia imagen (adquiere su imagen espiritual) con un esplendor cada vez más glorioso (concepto espiritual de la santidad). 2Cor 3.18
Al comprender esto, nos permite trabajar con docilidad al Espíritu Santo y por lo tanto ponernos en disponibilidad para que él lo haga todo a través nuestro. Para ello es suficiente adherirnos con nuestra voluntad, porque el buen deseo de un corazón, Dios lo toma como una oración.
Además, si a esto lo acompañamos con una oración de intercesión, esta libera la potencia de la gracia que desea derramarse como mérito de la redención de Cristo, para regar y producir mucho fruto en todo el Cuerpo Místico, que es la Iglesia.
Algunas pautas para tener en cuenta:
PACIENCIA: Al igual que una madre cuando amamanta a un bebé fastidioso, hay que disponer de mucha paciencia para poder enseñar la Palabra de Dios, como quién tiene necesidad de leche, en lugar de comida sólida. Heb 5.12
RAZONAR: Al hombre “carnal” no hay que hablarle desde la fe, sino desde la razón, para que descubra al dios escondido dentro de la verdad (Yo soy la Verdad. Jn 14.6), ética y moral. Les puedo asegurar que el cuestionamiento es mucho mayor aún que desde la fe, porque al no cerrar su corazón por prejuicio, la persona que es honesta con la verdad, la recibe con una contundencia como quién está arrinconado en el ring de un boxeo y con un gancho que lo deja en la lona.
PREGUNTAR CON EL CORAZÓN: No existe una demostración afectiva mayor que el “oído atento del corazón”. Esto es muy movilizador y es utilizado por el Espíritu Santo, para un cuestionamiento espiritual ante el Amor = Dios.
CRITERIO ESPIRITUAL: Así como al bebé hay que sacarle el biberón para que no se ahogue, de la misma manera en la evangelización hay que hablar “lo menos posible”, dando tiempo para que se digiera cada palabra. Al principio, como es extremadamente lento y no se ven progresos, hay muchos que dejándose llevar por su criterio, pierden la paciencia.
ORAR AL ESPÍRITU SANTO: Esta oración debe estar basada en la en la confianza de que él hará su obra en tiempo y forma que determine la Divina Providencia, dado que nadie ama a la persona como Dios.
Son muchos los que dicen: yo creo a mi manera. Yo creo pero no en los curas. Yo creo pero no voy a la iglesia.
Primero es conveniente definir si tiene fe y en que consiste, porque podría darse el caso de que esté mintiendo, y aún sin darse cuenta, como resultado de una personalidad conflictuada.
El término cristiano es una expresión con la que se define una creencia en la persona de Cristo, y también es un compromiso que se debe asumir con ella.
Creer “en” Cristo es una creencia y creerle “a” Cristo es fe. La primera se mantiene como tal mientras no se convierta en convicción, que por obra del Espíritu Santo, nos impulse a efectuar la opción de fe. Es así, que los demonios creen en Cristo, pero se le creyeran, “a”, no serían lo que son.
La segunda es la opción que hacemos en la Divina Persona de Jesús, al implicarnos en el compromiso al que nos llama, para participar en su proyecto salvador-redentor, por y con amor.
Por tal motivo, podríamos decir que pese a que los argentinos, en su mayoría estamos bautizados en la Iglesia Católica, no somos cristianos.
Aquí entra a jugar un papel fundamental la Divina Providencia, dentro del proyecto divino, la poderosa intercesión de la Madre de Dios y Madre Nuestra; dispensadora de todas las gracias, que Jesús concede, por medio del Espíritu Santo.
La Virgen María, como madre nuestra, tiene la insustituible misión de atraernos hacia ella, para acercarnos a su Hijo.
De esta manera se nos hace mucho más fácil poder llegar a conocer a Jesús, crecer en el plano de la fe, hacia la confianza y docilidad espiritual a su voluntad, que son necesarias para que podamos lograrlo en el amor a Dios a través del servicio a los hermanos en los que él se encuentra representado.
Es seguir a Cristo, seguir su camino (Yo soy el Camino Jn 14.6), tener el pensamiento de Cristo (1Cor 2.16), su mismo criterio, que es el amor: todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1Cor 13.7
Partiendo de que existe un principio de fe, pasamos a analizar el por qué no se la asume con responsabilidad:
-MIEDO: Al compromiso, a la respuesta de fe. Esto lleva a “esconderse” de Dios. Miedo de Dios. Miedo al amor. Miedo al compromiso del amor, porque el amor compromete… ¡y como!
-INMADUREZ: Falta de madurez emocional que coarta la libertad interior para poder asumir una actitud responsable sobre pensamientos y sentimientos propios.
-ORGULLO: Personalidad orgullosa, que convierte al pensamiento propio como fuente de verdades incuestionables. También produce ceguera intelectual y espiritual: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tiene tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean y sus oídos no oigan y su corazón no comprenda (Mt 13.14-15). El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. 1Jn 4.6
-IGNORANCIA: No intencional, sino accidental que por vicisitudes de la vida se fue generando en la historia personal.
-REBELDÍA: Grandes pérdidas de cualquier índole, que han generado rebeldías, llevando a culpar a Dios como causa de males.
-FALSEDAD: Utiliza a Dios como un comodín de naipes, cuando lo necesita, luego se olvida de él hasta la próxima oportunidad. No se responsabiliza en agradecer por los beneficios obtenidos, como si esto fuera una obligación de Dios. Es como se “enchufa” el cargador del celular.
-VICIO: Personalidad atrapada distintas adicciones que le impide tener la libertad para tomar una decisión.
-COBARDÍA: No tiene el valor para asumir la responsabilidad ante la fe y se justifica: Yo creo a mi manera…
No es necesario siquiera que abramos la boca, porque somos la fragancia de Cristo (2Cor 2.15) y su espejo. 2Cor 3.18
Expresado de otra manera, significa que espiritualmente ven en nosotros al mismo Jesús y proporcionalmente a nuestro crecimiento en el amor, lo vamos reflejando con una imagen cada vez más fiel.
Por este motivo como fragancia y espejo somos el “dedo acusador” de Dios en las conciencia culpable, que ocasiona rechazo, odio, persecución y muerte.
También somos el “corazón maternal” de Dios, personificado en la Santísima Virgen, en quién manifestamos el amor, comprensión, afectividad y servicio, que fecunda, engendra, alimenta, hace crecer, congrega y cohesiona a los hijos de la Iglesia.
Ante tales planteos son muchos los que se encuentran “cortados”, no saben que decir.
El hombre no puede escapar permanentemente de Dios como un niño de sus padres. El lo permite para que conozca experimentalmente (experiencia vital), lo perjudicial que es la autonomía con respecto a Dios, a la que consideramos libertad y transformamos en libertinaje que nos esclaviza.
Después de su conversión, cuando entregue su corazón a Cristo, esta experiencia vital se transformará en autotestimonio que lo motivará e incitará en el crecimiento espiritual, como un espiral ascendente a la eternidad.
Si tan ignorante, orgulloso, inmaduro, miedoso, rebelde, falso, vicioso, cobarde, etc., por gracia de Dios soy lo que soy, ¿cuánto más podré si continuo en el camino de dependencia y docilidad al que estoy llamado por medio del Espíritu Santo?
¿Cuál es el límite? ¿Lo pone Dios? ¡No!...
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