viernes, 30 de diciembre de 2011

Y tú, que te has prostituido, ¿podrás volver a mí? Jr 3.1

Según el diccionario, prostitución es:  Práctica sexual con el fin de lucrar o satisfacer la concupiscencia (: desorden en la búsqueda de los placeres sensibles).
Para Dios, es haberlo abandonado a él para ir detrás de falsos dioses:  poder, dinero, sexo, etc., a través del orgullo, ambición y placer.
Desde el comienzo de la historia Dios por medio de su Palabra a través de los profetas, fue enseñando el camino de conversión del corazón adúltero y prostituido.  Esto siempre existió en espíritu, pero después fue explicitado por medio de la Palabra.
El primer ejemplo:  Esaú le vendió su derecho de hijo primogénito.  Jacob le dio entonces pan y guiso de lentejas.  Así menospreció Esaú el derecho que le correspondía por ser hijo primogénito.  Gn 25.34
Este derecho representaba una doble parte, en la herencia paterna.  Nosotros renunciamos a la vida plena y eterna, que comienza aquí y ahora, por un pecado cualquiera, que ni siquiera nos da felicidad, sino tristeza, dolor y angustia.  Esto es el infierno ya desde aquí y ahora.
A través del tiempo Isaías, Jeremías y Oseas van expresando claramente la actitud de adulterio, con respecto al desposorio del amor de Dios con el alma del hombre.  Es la prostitución del corazón que por orgullo abandona su amor, para adorar cualquier dios que satisfaga todos sus caprichos.
¡Como se ha prostituido la ciudad fiel!  Is 1.21
Como una mujer traiciona a su marido, así me han traicionado ustedes, casa de Israel.  Jr 3.20
A Oseas, El Señor le dijo:  Ve, toma por esposa a una mujer entregada a la prostitución, y engendra hijos de prostitución, porque el país no hace mas que prostituirse, apartándose del Señor.  Os 1.2

Todos tenemos carencias afectivas desde nuestra niñez, y aún antes, unos más y otros menos:  besos, caricias, diálogos, ser escuchados, comprendidos, que demuestren interés, para sentirnos queridos, estimados, amados.    
Cuando estas por distintas causas se transforman en heridas emocionales, se produce una necesidad vital de ser sanadas, pero como se realizan en el inconsciente, no se llegan a detectar.
Como estas heridas emocionales se producen en el corazón, que es el sagrario humano de Dios, compromete la libertad del hombre para poder acercarse a Él.
Por este motivo el corazón enfermo por desnutrición afectiva, va mendigando migajas de amor por todos los basureros del mundo, hasta que mucho más enfermo, cansado y humillado acepte el único alimento que sacia, es el amor que le ofrece Dios.
Los adolescentes tratan de silenciar la consciencia que le pide amor, con:  alcohol, drogas y sexo, y ante la frustración, por desesperación, en algunos casos hasta el suicidio.  Hasta gran parte de la criminalidad está motivada por estas heridas.
Estos no son un fin en si mismos, sino un camino equivocado y frustrante para lograr un objetivo que no es racional, porque no se manifiesta en la conciencia.  Es como conducir un automóvil bajo una niebla cerrada, o una lluvia copiosa.
Analizado de esta manera, el alcohol, la droga (:el cigarrillo) y el sexo, son las muestras testigo de las heridas del alma que pide con desesperación:  ¡Necesito amor!  ¡Que alguien me ame!
Estas adicciones ocupan en forma esclavizante el lugar emocional que le corresponde a Dios y que inconscientemente tratan de llenar.
Al hacer el acto de fe en la persona de Jesús, cuyo nombre significa: Dios Sana-Dios Salva y además al ser Él mismo, el “Amor” (1Jn 4.8), le permitimos sanar en tiempo y forma todas las carencias afectivas, de tal manera que donde hubo una carencia, exista sobreabundancia.
Con esta mirada de Dios, el alcohol, la droga (el cigarrillo) y el sexo dejan de tener la gravedad de la condena, que la sociedad siempre le da como una forma de exculparse, justificada en su irresponsabilidad social por excluir a Dios de la familia y de toda la sociedad. 
Para Dios todo pecado “intencional” tiene la misma gravedad, porque es un adulterio y prostitución espiritual.  Es despreciar al Amor, para construir un amor sin amor, que parte del orgullo de aceptar a la mentira del mentiroso, por verdad, para servirlo a él.
Ustedes han oído que se dijo:  No cometerás adulterio.  Pero yo les digo:  El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio en su corazón.  Mt 5.27-28
Los escribas y fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús:  Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.  Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres.  Y tú, ¿qué dices?.  Jesús, inclinándose comenzó a escribir en el suelo con el dedo.  Como insistían, se enderezó y les dijo:  El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.  Al oír estas palabras, todos se retiraron, unos tras otros comenzando por los más ancianos.  Jesús quedó solo con la mujer que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó:  Mujer, ¿dónde están tus acusadores?  ¿Nadie te ha condenado?.  Ella respondió:  Nadie, Señor.  Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús.  Vete, no peques más en adelante.  Jn 8.3-11
Jesús hace que su palabra sea la interpelación de las conciencias, sugiriendo que los más ancianos, por la sabiduría que le otorgan los años, son los primeros que se retiran.
El relato que hace la mística María Valtorta*, ayuda a comprender mucho mejor la Palabra en el Evangelio, al afirmar que Jesús escribió en el suelo:  Usurero, Falso, Hijo irrespetuoso, Fornicador, Asesino, Profanador de la Ley, Ladrón, Libidinoso, Usurpador, Marido y padre indigno, Blasfemo, Rebelde ante Dios, Adúltero.  Estas palabras ya no son una simple interpelación, sino que se convierten en una acusación directa, señalando el pecado personal de cada uno.
*Pág. 406 del tomo 6, de la obra El Hombre-Dios, Editoriale Valtortiana, Italia. 
Estos son doblemente más graves aún, porque por el pecado con el que los acusa Jesús, están en igualdad de condiciones con la prostituta, a lo cual suma la hipocresía, al no juzgar con misericordia, como la que Dios tiene con ellos.
Todos hemos pasado por esta etapa, pero tenemos recaídas por lo cual cualquier pecado “intencional” nos transforma en la prostituta pecadora, no así los pecados por “debilidad”.
El cuerpo no es para la fornicación.  ¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?.  Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados,  ¡y a que precio!.  Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos.  1Cor 6.13, 19-20
Esta Palabra que se refiere a la fornicación, no es excluyente de cualquier otro pecado, porque todos representan una fornicación con Satanás.
Las mujeres son más propensas a las heridas emocionales por dos motivos: el primero es porque al ser generadoras de amor, son sicológica y espiritualmente más sensibles, y el segundo, porque los hombres son los mayores generadores de estas heridas.  Comienzan como padre y continúan como esposo.
En algunos casos estas carencias condicionan emocionalmente a algunas jóvenes por lo cual para que se pueda concretar el proyecto salvífico sobre ellas la Divina Providencia debe corregirlas espiritualmente.  En casos muy específicos, dispone que el embarazo y/o la maternidad sean los más convenientes y oportunos.
El embarazo y la maternidad son dos realidades espirituales distintas, independientes una de otra, pero que se pueden complementar según el proyecto de Dios.  Existen casos en que no necesariamente deba ser así.
Esto favorece la salida de un estado emocional-espiritual autista, abulia*, decidía, indiferencia, falta de motivación y desinterés por la vida; evita la caída en la drogadicción, o la detiene y la prostitución como forma de vida.
*Debilidad de la voluntad e imposibilidad de tomar decisiones; cuyos síntomas son: melancolía e hipocondría.
Al no tener como valor a la fe, el futuro hijo favorece y estimula una motivación para “agarrarse” a la vida, al deseo de vivir, porque tiene “por quién vivir”.  Aprende a amar con entrega, sacrificio, tolerancia, paciencia, constancia, dedicación, dulzura, gozo y alegría.
Esto genera un sentido compensatorio-restaurador de las carencias padecidas (: no quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí) y las comienza a comprender; es el primer paso, indispensable, para poder justificar a sus padres en el amor.
Cuando logra justificarlos aunque sea inconscientemente, ya comenzó el proceso de sanación de las heridas emocionales, porque ya los está perdonando y el perdón es sanador.
El sexo en el matrimonio fundamentalmente está orientado a la procreación y al crecimiento del amor humano que a través de la donación mutua de los cuerpos adquiere su máxima expresión, y por medio de las virtudes espirituales, para llegar a la santidad a la que estamos llamados.
Este al comienzo se manifiesta como pasión y es para estimular su crecimiento, de tal manera que llegue a ser el fuego que alimente la locomotora de la vida que permita llegar a la última estación; en la que los encuentre en la vejez, con un amor de jóvenes.
El amor produce paz, gozo, alegría y placer sin límites, es una fuente inagotable, pero si este viene de Dios y está a su servicio.
Otro placer que no sea fruto del amor a Dios, está producido por un amor desordenado hacia nosotros mismos.  Queda encerrado en forma egoísta, de esta manera genera egocentrismo que origina todas las patologías sicológico-siquiátricas.
El orden consiste en que primero amemos con el amor que “procede de Dios”, y no con uno que nosotros mismos construyamos.
Cuando comenzamos a llenarnos (sanarnos de las heridas generadas por carencias afectivas), recién podemos comenzar a amarnos a nosotros mismos, y a partir de ese momento podemos llegar a amar a los demás; porque este amor se convierte en un referente, en una unidad de medida.
Esto produce placer en el espíritu, que al asociarse al placer físico en cualquiera de sus múltiples manifestaciones en los sentidos, llega a su plenitud, porque esta plenitud se encuentra en el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, pues es el Espíritu Santo el que da Vida  (la plenitud de ella y esta es de una dimensión mayor).  2Cor 3.6
El “Amor” ágape (Dios) produce placer, que es el goce de la vida que su Espíritu da a toda carne.  El que es dócil al Espíritu Santo descubre una nueva dimensión del placer:  una corriente paralela que es el goce en y desde el Espíritu Santo, y otra que plenifica el goce de los sentidos espiritualizándolos.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él.  Jesús entró en la casa y se sentó junto a la mesa.  Entonces una mujer se presentó con un frasco de perfume.  Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.  Jesús volviéndose a la mujer, dijo a Simón:  ¿Ves a esta mujer?  Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.  Tu no me besaste; ella, en cambio, desde que entré no cesó de besar mis pies.  Tu no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.  Por eso, te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados  porque  ha  demostrado  mucho amor.   Pero  aquel  a quién  se le  perdona poco, demuestra poco amor.  Después dijo a la mujer:  Tus pecados te son perdonados, vete en paz.  Lc 7.36-38, 44-50
Esta Palabra en la que Lucas no identifica a la pecadora, María Valtorta* la atribuye a María Magdalena, y esto no es poca cosa.  Es justamente el testimonio del comienzo de su conversión, de la que fuera una prostituta de profesión, a una santa María Magdalena, canonizada con todos los honores de la Iglesia.
*Pág. 591 del tomo 3, de la obra El Hombre-Dios.
Jesús que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció a María Magdalena, aquella a quién había echado siete demonios.  Ella fue a contarlo. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.  Mc 16.9-11
Jesús le dijo:  No me retengas, porque todavía no he subido al Padre.  Jn 20.17
En otras traducciones dice: Suéltame, pues aún no he vuelto donde mi Padre. 

En Magdalena Jesús nos dejó un triple mensaje:

-En tiempos de Jesús la mujer era muy discriminada y subestimada (era una “cosa”, no valía nada), por eso al anunciar que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron porque lo consideraron una alucinación de una mente afiebrada.  Al manifestarse “primero” a una mujer y no a sus apóstoles, en Magdalena estaba dignificando la condición femenina.
-Al preceder a los apóstoles en el privilegio de su primera manifestación como resucitado, Jesús nos está mostrando la dimensión de su misericordia, consecuencia de su amor por el pecador arrepentido.
-Hasta se dejó tocar por las manos más impuras, que por amor se han convertido en las más dignas.
¿En que nos diferenciamos de la prostituta María Magdalena?
En que a ella le sirvió para humillación, arrepentimiento, conversión, expiación y crecimiento en el amor a Dios, por medio del servicio a Jesús y a los discípulos, y como consecuencia, para su santificación.

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