Juicios humanos
Cuando hacemos un juicio naturalmente lo hacemos según nuestro propio criterio, que está basado en el orgullo, esto nos priva de la objetividad para poder comprender las motivaciones que generan sentimientos, conductas y acciones y de esta manera delimitar las distintas responsabilidades.
Aunque llegara a conocerse, existen otras motivaciones que tampoco conocen los involucrados que son los imponderables: accidentes, errores, equivocaciones, etc.
Ni con la mejor buena voluntad es suficiente para hacer un juicio objetivo, si lo hago desde mi criterio, siempre será subjetivo, es decir, me convierto en juez y parte. Ya está condenado antes del juicio, además, siempre soy inocente, no tengo ninguna, pero ninguna responsabilidad, así la tuviera.
Porque con el criterio que ustedes juzguen se los juzgará. Mt 7.2
Al decir en el Padrenuestro: …perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido (Mt 6.12), estamos otorgando a Dios la medida para ser juzgados en el día de nuestro juicio.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. Porque la medida con que ustedes midan se usará para ustedes. Mt 6.14-15; Lc 6.38
El perdón es la medida del amor a Dios, expresado en los hermanos, y esta será la medida que le otorgamos a él, para quedar justificados en el amor.
Tu que pretendes ser juez de los demás -no importa quién seas- no tienes excusa, porque al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas. ¿Acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa bondad te debe llevar a la conversión? Rom 2.1, 3-4
¿Cómo es el nuestro?
El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie. 1Cor 2.14-15
Juicios espirituales
SEREMOS JUECES…: ¿Cómo es posible que cuando uno de ustedes tiene algún conflicto con otro, se atreve a reclamar justicia a los injustos, en lugar de someterse al juicio de los santos? ¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo? Y si el mundo va a ser juzgado por ustedes, ¿cómo no van a ser capaces de juzgar asuntos de mínima importancia? ¿Ignoran que vamos a juzgar a los mismos ángeles? Con mayor razón entonces, los asuntos de esta vida. 1Cor 6.1-3
…DE LOS SANTOS: No es asunto mío juzgar a los que están fuera de la Iglesia. Ustedes juzguen a los que están dentro; porque a los de afuera los juzga Dios. 1Cor 5.12-13
Todos tenemos heridas emocionales, unos más que otros, y estas condicionan emocionalmente las distintas áreas de la personalidad, coartando la libertad interior: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Rom 7.19
Al no saber su causa y como esta condiciona mi propia libertad personal, por no tener los elementos de juicio, que solamente conoce Dios; me desautoriza para poder emitir un juicio propio: Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. 1Cor 4.4-5
Si no podemos juzgarnos a nosotros mismos, con mayor razón aún, no podríamos juzgar a los demás, a menos que por el ejercicio del “criterio de Dios”, nos conceda la gracia de tener un corazón misericordioso.
Por medio del mandato: Sean misericordiosos (Lc 6.36), nos pide la voluntad de juzgar con y desde el corazón. Al efectuar esta opción de fe, viene en auxilio la gracia para “poder” tener misericordia.
Nuestros juicios no deben basarse en los pensamientos y sentimientos que tienen las personas (donde se expresa la insanidad espiritual que “todos” tenemos), sino cuando estos ya fueron efectivizados en hechos concretos.
Si se juzgaran pensamientos y sentimientos se entraría en el plano de la suposición y esto motivaría un juicio crítico, cayendo en el criterio propio. Por el contrario, este juicio se hace necesario y hasta indispensable para poder brindar una ayuda o servicio, y mucho más aún si este es espiritual.
Criterio de Dios
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1Cor 13.4-7
Si tenemos el pensamiento de Cristo (1Cor 2.16), tenemos:
-El corazón de Cristo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Gal 2.20
-La misericordia de Cristo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo. Heb 13.3
-Los sentimientos de Cristo (Flp 2.5): Les aseguro que cada vez que lo hicieron (tuvieron) con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron (tuvieron) conmigo. Mt 25.40
Continua y constantemente estamos emitiendo juicios ejerciendo el libre albedrío, adhiriendo la voluntad. Esto permite el desarrollo de nuestro crecimiento espiritual.
Para este objetivo no podemos tener dos criterios, uno para las cosas del “mundo” y otro para las de la fe: De ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. 2Cor 5.16
Esto es así, porque: El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. 2Cor 5.17; Mt 6.24
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