La función esencial de toda persona que se ponga a servir en el pastoreo de almitas, debe saber que su obra consiste en ser un colaborador en la refundación del Hombre Nuevo en cada una de las ovejas.
Así como en la antigüedad correspondía a otros conquistar territorios, reinos, levantar ciudades, ahora corresponde al pastor (evangelizadores) la tarea más hermosa y trascendente que es: hacer al hombre realmente, lo que debe ser, de acuerdo al designio original de Dios, un verdadero hijo de Dios, otro Cristo.
El tema a tratar, lo sugiere el Espíritu Santo y puede ser tanto en el evangelizador o quién sea el objeto de su acción. También el tema puede cambiar permanentemente, hay que seguir lo que sugiere el Espíritu a través de la persona y no resistirlo por orgullo.
-Hay que ir detrás del Espíritu y no delante suyo y tampoco hacerle decir cosa que no dice. Tenemos que aprender del mal ejemplo de “algún” sacerdote: está con el Cuerpo de Cristo en sus manos, habla, proclama la Palabra y predica en su Nombre, pero le hace decir cosas que Cristo no dice.
-Si no predicamos según lo que va sugiriendo el Espíritu, nos predicamos a nosotros mismos: orgullo.
-Si no interpretamos, o equivocamos la interpretación, es porque no escuchamos al Espíritu, sino a la persona. Al mirar a la persona hacemos juicios humanos: orgullo. Deben estar dispuestos a escuchar y ser lentos para hablar. Stg 1.19
-Cuanto menos hablemos es mejor, porque Dios es económico. Aunque hablemos dirigidos por el Espíritu, no se necesitan muchas palabras. Una sola es la que necesita el Espíritu Santo para hacer su trabajo en el alma.
-El progreso del diálogo-tema se logra haciendo preguntas. Las respuestas indican el camino y es una autorización específica y determinada. Dar un paso más del autorizado es apresurado, e incidirá para que el corazón se sienta presionado, invadido, etc. , es una falta de respeto. Las autorizaciones no son un cheque en blanco, sino se deben tomar como una serie de pequeños créditos, que en cualquier instante se pueden cortar.
-Aunque en el comienzo muestre mucho interés, con las primeras palabras puede perder el instantáneamente, porque cerró el corazón. En ese caso hay que callar como quién realiza una frenada brusca y sin abrir juicio. Es parte de la realidad espiritual humana.
-La mayoría de las personas son lentas para comprender una realidad humana, mucho más lo son las espirituales: El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender. 1Cor 2.14
Un médico tuvo que operar a una persona para sacar una mosca, que a través de la nariz penetró en su cerebro. Cuando retiró el hueso del cráneo, vio la mosca y la sacó con su lengua, para no lastimar la piel tan delicada del cerebro.
¿Si un cirujano tiene tanta delicadeza por el cuerpo de un paciente, cuanto más deberíamos tener por el templo del Espíritu Santo, que es el corazón del hombre? Dios lo tiene infinitamente.
Para Dios todos, cada uno somos espiritualmente un bebé, porque dependemos totalmente de él. Si para Dios todos somos bebés y nos trata con cuidados maternales, ¿cómo se debería interpretar nuestro descuido, desprecio, desconsideración, al no darle el mismo valor que él le da?.
Por el contrario su ejemplo debería ser norma de conducta y por ello nos dice: Todo lo que hicieren al más pequeño (alcoholice, drogadicto, etc.) de mis hermanos, lo hicieron conmigo. Mt 25.40
Dios quiere que tengamos una mirada misericordiosa igual a la suya, pero no solamente con los “más miserables”, sino con todos. Mirando con esta mirada universal, por ejemplo, desea que el esposo ame misericordiosamente a su esposa e hijos, no viendo la persona humana que son, sino al Dios vivo en ellos, encerrado en su templo humano donde habita el Espíritu Santo.
Esto nos lleva a tener respeto y consideración al espíritu de cada persona, no por sus cualidades y virtudes, sino por el valor que tiene para Dios. Porque Dios murió por ella, aunque no lo sepa, ni llegara a saberlo.
Para Dios cada persona tiene un valor único e irrepetible. Jesús, no padeció y murió en la Cruz por “todos”, sino por “cada uno”. Cada uno de todos sus hijos es único y por lo tanto ofreció su sangre y vida por cada uno.
Dios confió a cada uno de sus hijos a Jesús, como quién confía un tesoro: Ruego por los que me diste, porque son tuyos. Jn 17.9
El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. Servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste en lo poco, te encargaré mucho más. Mt 24.14, 19, 21
Nos confió la administración de su templo humano (Ustedes son ese templo. 1Cor3.16); el propio y el de los hermanos. El de nuestros seres queridos en primer lugar y corresponsables con todos los demás.
Por nuestra acción u omisión podemos daño espiritual a mucha gente y con mayor razón aún si fuéramos malos pastores, como los asalariados cuando ven venir el lobo las abandonan y huyen. Jn 10.12
Por este motivo Dios capacita a los que tiene el don del pastoreo espiritual en una forma más intensa, para que tengan celo por sus ovejas y puedan evitar negligencias, accidentes, irresponsabilidades, desinterés, etc.
Cuando el sacerdote celebra la Eucaristía, después de la consagración junta el dedo pulgar con el índice, para no caigan las microscópicas partículas de la hostia (Cuerpo de Cristo) y cuando limpia la patena lo hace con meticulosidad, porque cada partícula representa toda la humanidad de Jesús.
Al ser templo del Espíritu Santo, nuestro cuerpo es sagrado, por lo tanto para Dios merece el mismo trato espiritual que su cuerpo divino.
Para Dios, cada uno de sus hijos siempre será un bebé, debido a nuestra total dependencia a su Providencia. Debido a esto, espera de nosotros un trato con una delicadeza y consideración igual a la de un sacerdote con las partículas del Cuerpo de Cristo.
Si bien Dios no nos necesita, se hace el necesitado aceptando nuestra cooperación al asociarnos a l sacrificio redentor de Jesús, para en el ejercicio del amor podamos adquirir los méritos que nos permitan participar de su gloria.
Si Dios tiene todo el poder del mundo, no puede depender de nuestra voluntad y cooperación para concretar su proyecto salvador-redentor, con cada uno, todos sus hijos.
Como conoce nuestra vida, desde antes de que existiéramos, hasta el instante en que seamos llamados a su presencia y todas nuestras respuestas por medio de su Sabiduría, diseña su proyecto descontando nuestra oposición y rechazo, pero si, aprovechando la colaboración a través de la voluntad.
Porque fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos. Ef 2.10
Si no hago lo que Dios espera de mí, otro lo hará en mi lugar, cubriendo ese bache la Providencia, pero al no hacer el bien que podía haber hecho, cometí un pecado de omisión y por ello la gracia que hace crecer en el amor y santidad.
Dios puede concederles la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad. 2Tim 2.25-26
Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. 2Tim 4.2
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