viernes, 30 de diciembre de 2011

El evangelizador es el Espíritu Santo

Así como Jesús era seguido por una multitud que tenía “hambre” de la Palabra de Dios y andaba como oveja sin pastor, también hoy el Espíritu Santo guía espiritualmente a sus hijos hacia los pastores que cada uno, según su estado espiritual necesita.
Hay cristianos que van a Misa para “cumplir” (la palabra no les penetra en el corazón).  No hay docilidad al Espíritu Santo porque, nadie les habló de él:  Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo.  Hch 19.2
Lo único que conocen es teórico y Dios, que es Vida, se manifiesta como “experiencia vital”.  Quién no tiene la experiencia de Dios, no lo puede comprender:  El hombre puramente natural no lo puede entender, porque necesita del Espíritu.  1Cor 2.14
A esto se le suman las heridas emocionales que todos tenemos, unos más, otros menos, que condicionan la vida espiritual.  Estas heridas, además, son generadoras de orgullo, soberbia, rencor y resentimiento.  Son los mayores obstáculos que impiden recibir la gracia con la que el Espíritu desea obrar en sus vidas.  Además, impiden desprenderse del criterio del mundo, para aceptar el de Dios.
Otros tienen una fe débil, y los pastores con su antitestimonio por la incoherencia (Ellos hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus actos, lo niegan. Tit 1.16), los espantan.  También están los que tienen inseguridades emocionales por carencias afectivas, que necesitan una orientación y una palabra oportuna que no encuentran en un sacerdote.
Dios que conoce las profundidades del corazón de cada uno de sus hijos, sabe que muchos no pueden obedecer la disciplina que la Iglesia enseña por medio de su mandato a Pedro, porque sus hábitos y costumbres son contrarios a su Espíritu.  A estos, por un acto de misericordia, les permite separarse por un tiempo del culto católico, para que no pierdan la fe.
De esta manera nuestros hermanos del culto evangélico vienen a constituir una red de contención que la Divina Misericordia creó (a partir de errores humanos), para que sirviera de auxilio a la debilidad humana de sus hijos, y a la falta de buenos y santos pastores.
Viéndolo de esta manera, no como un oponente, sino como el colaborador más eficaz para la salvación de las almas (por lo que deberíamos agradecer permanentemente a Dios), la impotencia y esterilidad en la pastoral evangelizadora se vuelve sobre el ministerio sacerdotal.
Al igual que en el campo biológico, en el que para conseguir la inmunización contra las enfermedades, hay que elevar el nivel de las defensas, en el campo espiritual esto se logra por medio de la santidad, que no es otra cosa que dejarse conducir por el Espíritu.
La santidad del sacerdote lo hace disponible para que el Espíritu le envíe personas para que las pastoree.  Esto se puede comprobar cuando un sacerdote no puede llenar mas de la mitad de un templo para la celebración de la Misa y otro, en cambio, le quedan chicos los estadios de futbol.
A los fieles, según su disponibilidad a los designios de Dios y docilidad a la gracia que recibe, el Espíritu les otorga discernimiento para recibir y buscar o que beneficia y estimula su crecimiento espiritual.  Esto se concreta en retiros, seminarios, jornadas, convivencias, etc., y misas celebradas por sacerdotes dóciles al Espíritu.
El espíritu humano es muy fluctuante y el sacerdote no puede escapar de ello.  El que pueda mantenerse en una docilidad total y permanente a lo que el Espíritu le inspire, demuestra una buena salud espiritual.  De aquí surge que uno es tan dócil como puede, según el estado de salud espiritual.
Uno de los múltiples elementos de discernimientos que el Señor inspira, surge como fruto de las predicaciones.  En las que se incluyen la crítica y reproche que no es un elemento de juicio para un pensamiento trascendente, sino como un fin en si mismo, es un antitestimonio de fe.  También cuando lo hace con vanidad, para lucir su carisma personal, a través de la oratoria.  Esto se comprueba cuando el mensaje es bonito pero no deja un mensaje bien claro, sobre un compromiso concreto.  Este compromiso debe estar generado en y por el amor (no en el temor) y motivado por el gozo y la paz.
El discernimiento pasa por: si cuando uno sale de Misa es con un proyecto claro, como objetivo para vivir durante la semana, si construye la fe, si es buena levadura que hace fermentar toda la masa. 1Cor 5.6                                                           
Los santos en general, al igual Pedro en Pentecostés, predicaban no con la argumentación persuasiva de la sabiduría humana. (1Cor 2.4), sino que estaba acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo. 1Tes 4.5
La Nueva Evangelización
Anexo una síntesis del capitulo que lleva este nombre, tomado del libro “Jesús es el Mesías”, del Padre Emiliano Tardif.
El kerigma lleva a un encuentro personal con Cristo y a una experiencia de su salvación, que nos hace criaturas nuevas por la fe y la conversión.  El gran error metodológico en la pastoral evangelizadora, es insistir en enseñar y catequizar a quienes todavía no han nacido de nuevo.
La catequesis, para dar abundante fruto debe estar siempre en su lugar:  siempre después del anuncio kerigmático.  A la vida nueva se nace por la respuesta de fe y conversión al mensaje de salvación.
La catequesis no incluye ni suplanta al kerigma.  Lo que supone, dar catequesis sin antes haber trasmitido el kerigma, es construir una casa sin cimientos.  No basta la información de la catequesis, es necesario que el Espíritu Santo forme la imagen de Cristo en nosotros.
En la Iglesia Católica tenemos la riqueza del espíritu de la fe, la enseñanza de los apóstoles, el magisterio de la Iglesia, la vida sacramental, etc., pero todo eso tiene una base, la persona de Jesús que murió y resucitó.  Él es la piedra angular sobre quien se edifica toda obra.  A la manifestación kerigmática Dios la confirma con signos milagrosos, para que tengamos una manifestación sensible, una experiencia de Dios.
Jesús no ha cambiado su método pastoral y por eso hoy sigue manifestándose con poder frente al hombre contemporáneo.  Jesús no ha cambiado su método pastoral porque es eficaz.  El no necesita congresos de pastoral o semanas de “aggiornamento” o “reciclaje” porque su método todavía funciona y no hay nada mejor que lo pueda suplantar.  Sigue curando, convoca multitudes; se predica la palabra y quienes se abren a la fe, se convierten:  Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino  y curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo.  Mt 4.23
Jesús no ha cambiado su metodología.  Nosotros no podemos inventar un método mejor que el suyo.  Suprimir un elemento del Evangelio es creer que nuestros métodos son mejores que los de Jesús.  Suprimir las sanaciones es una traición al Evangelio.
Jesús no invitó a sus apóstoles a trasmitir teorías o ideas abstractas, sino a testificar lo que habían visto y oído.  La evangelización debe partir del testimonio de quienes han tenido una experiencia con Cristo resucitado.
Desafortunadamente, parece que hemos estado más preocupados en enseñar doctrina que en comunicar la vida.  Para crecer en la vida de Dios, primero se necesita estar lleno del poder del Espíritu Santo.  Por lo tanto, ninguno puede ser un auténtico mensajero del Evangelio, si él mismo no ha tenido su experiencia de la vida nueva dada por Jesucristo.
La evangelización es una obra eminentemente divina, porque se trata de instaurar el reino de Dios en este mundo, mientras que por otro lado, se engendra la vida divina en el corazón de los hombres.  Y esto no es posible sin el concurso de la acción del Espíritu Santo.  El papel del Espíritu Santo es imprescindible, tanto en el evangelizador como en el evangelizado.
En el evangelizador
Lo unge con su poder, para que la palabra pronunciada sea capaz de llegar al corazón de los oyentes como una palabra eficaz, capaz de convertir.  No es nuestra retórica, ni las figuras literarias, ni las dotes oratorias, ni la facilidad de palabra, lo que convence a las personas.
El Espíritu Santo puede reutilizar todo esto, pero en definitiva el agente principal de la evangelización es él.
La evangelización siembra la vida y esto es una acción propia del Espíritu Santo.  Ciertamente necesita de nuestra colaboración, pero sin el Espíritu Santo nuestro esfuerzo y buena voluntad no serían capaces de transformar el mundo ni el corazón de las personas:  Si el Señor no edifica la casa, en vano se cansan los constructores.  Sal 127.1
En el evangelizado
El Señor que toca la puerta del corazón, al mismo tiempo da la gracia para que se le abra:  Cuando Pablo predicaba en Filipos, había una mujer llamada Lidia que escuchaba con mucha atención.  Pero San Lucas aclara que el Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo (Hch 16.14).  Dios da la gracia para responder a su llamado.
La fuerza de la Renovación Carismática radica en la experiencia del poder del Espíritu Santo.  Sabemos que la obra de Dios no depende de nuestras fuerzas o capacidades, pero que tampoco se detiene por nuestras limitaciones o defectos.  Dios es aún más grande que todas nuestras miserias.
La nueva evangelización es eficaz cuando está animada por el viento huracanado de Pentecostés.  El secreto de Pedro cuando convirtió tres mil personas aquella mañana gloriosa, fue porque acababa de bajar del Cenáculo, con la plenitud del Espíritu Santo y sus carismas.
Por eso afirma el Papa Pablo VI:  Las técnicas de evangelización son buenas pero ni aún las más sofisticadas pueden suplir la acción discreta del Espíritu Santo.  E.N. 75
El kerigma o evangelización fundamental, culmina con una experiencia del poder del Espíritu Santo.  El nuevo nacimiento es obra del Espíritu Santo.  Por eso sin él no puede haber completa evangelización.  Hemos pretendido convencer con la verdad, pero desde nosotros, en vez de que lo haga el Espíritu Santo.
Cuando nos convertimos en testigos de lo que Jesús ha hecho, entonces todo cambia.  Nuestra evangelización es acompañada de los signos y prodigios que el Señor ha prometido.
Si queremos ser verdaderos evangelizadores, no nos queda sino repetir con los apóstoles:  No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hch 4.20).  Lo que hemos escuchado y lo que hemos visto nos desafía.  El evangelizador, si no es un testigo que haya tenido un encuentro personal con Cristo resucitado, se convierte en un propagandista de teorías abstractas.  El mimo debe haber experimentado en carne propia la salvación; para poder asegurar a los demás:  lo que me pasó a mí, también te puede suceder a ti. 
Lógicamente no puede darse la nueva evangelización sin un nuevo tipo de evangelizadores, lo que marca la diferencia es Pentecostés.  Sólo el Espíritu Santo nos convierte en testigos de la resurrección de Cristo Jesús.  Quién no haya tenido experiencia de Cristo resucitado siempre tendrá que repetir lo que otros dijeron o escribieron al respecto, porque el mismo no tiene nada que decir por si mismo.
NICODEMO:  Era un sabio maestro de Israel, que conocía la Ley y a quién todos consultaban las cuestiones más difíciles.  Sin embargo, a pesar de su ciencia, sus títulos y reconocimientos, le faltaba un detalle fundamental, nacer de nuevo.
No basta saber las cosas en la cabeza.  Es necesario conocerlas por experiencia.  Se puede ser un perito en las cosas del Señor, tener títulos en ciencias religiosas y hasta estar graduado en teología en una universidad famosa, pero no basta.
Quién ha nacido de nuevo, comunica nueva vida; sino, se reduce a teoría o pura doctrina descarnada.
SAMUEL:  Su madre Ana lo consagró a Yahvé apenas lo destetó.  El canto de los Salmos fue la primera música que oyó y las ceremonias litúrgicas fueron el marco de su infancia.  Por eso no es de extrañar que en su juventud ya lo encontremos en el templo, prestando servicios al lado del sacerdote Elí.  1Sam 3.1: afirma que Samuel servía al Señor en su santuario.
Sin embargo, consta en seis versículos más adelante, que Samuel todavía no conocía al   Señor.  Es decir, a pesar de haber sido consagrado por su madre, a pesar de tantas horas de servicio y de entrega a las cosas del Señor, aún no conocía a la persona que servía.
Desgraciadamente podemos estar consagrados al servicio de la casa del Señor, pero sin conocer al Señor.  Se pueden trabajar horas extras en la viña del Señor, pero sin conocer al viñador, ni estar enamorado del heredero.  Podemos estar en las manos del Señor, sin estar en el Señor de las cosas.
Pero cuando Samuel escuchó no sólo la palabra del Señor, sino al Señor que le hablaba, se convirtió en profeta.  Es decir, podemos prestar un servicio (incluso el misterio de la palabra) como simples asalariados, profesionales del oficio, pero cuando se tiene el encuentro personal con el Señor, entonces nos convertimos en profetas.
CLEOFÁS:  Jesús logró renacer las esperanzas liberadoras de Israel.  Como legítimo hijo de David, alimentó la expectativa de la restauración del reino de Israel.  Sin embargo todo se esfumó en tres días.  Los sumos sacerdotes y los escribas lo arrestaron de improviso, lo condenaron y lo ejecutaron para evitar el peligro que amenazaba las estructuras existentes.  Así la fiesta de Pascuas se vio salpicada por la sangre de otro cordero que se derramó en el monte Calvario.
En todos sus antiguos seguidores la llama   de restauración nacional se distinguió rápidamente.  Ya nada había que suponer.  Unos se escondieron, otros se dispersaron y no pocos desertaron, negando la relación con é crucificado.  Así moría uno más de los sueños de liberación y justicia del pueblo de Israel.
El primer día de la semana, dos discípulos salieron de la amurallada ciudad de David para recorrer el árido camino de la decepción, mientras el sol agonizaba dejando enlutado el mundo entero.
Comentaban entre si, tristes y apesadumbrados, todo cuanto había pasado con Jesús de Nazareth, recordaban que todo lo había hecho bien, sin herir ni lastimar a nadie.  Se admiraban de su gran poder y reconocían que había un poder de Dios en él…“pero” ya todo había acabado y su esperanza había expirado por completo.
De pronto y por el mismo camino, un peregrino se unió a los discípulos.  Llevaba un bastón de viaje en la mano, sandalias de cuero y una vaporosa túnica blanca.  Al acercarse y palpar la angustia de los viandantes, preguntó:  “¿De qué hablan?”
Asombrados por tanta ignorancia, se detuvieron entristecidos porque se les tocaba una llaga que no había cicatrizado.  Entonces le recriminaron:  “Eres el único habitante de la ciudad que no sabe lo que acaba de pasar.  ¿En que sepulcro estuviste escondido tres días, que no te diste cuenta de la noticia que conmovió los cimientos de la tierra y oscureció la luz del sol?. ¿Qué acaso no sabes nada de lo que todo Jerusalén habla y el mundo entero comentará por muchos años?
Sin el Espíritu Santo somos capaces  de querer evangelizar al mismo Jesús sin reconocerlo.
El misterioso viandante, levantando los hombros, contestó con tono de extrañeza:  “Qué cosas?”.  Esta pregunta dio cuerda al reloj de la memoria de Cleofás, el cual inmediatamente comenzó a narrar cuanto sabía sobre Jesús: milagros, curaciones y su misión profética.
Con aire entristecido, añadió:  “Nosotros esperábamos que fuera el libertador de Israel, pero… sucede que nuestras autoridades lo condenaron a muerte y lo colgaron en una cruz y ya han pasado tres días de todo esto…”   
Cleofás había oído los gritos de la multitud que pedía la condena del rey de los judíos.  Estuvo presente en la procesión al Calvario y desde una posición prudente fue testigo de su último suspiro.  Vio como rodaron la pesada piedra para sellar su sepultura.  Por esta razón, hablaba con autoridad al referirse a todos estos detalles.
Luego, con tono de incredulidad y mirada disconforme, añadía:  “…sucede que esta mañana algunas mujeres de las nuestras fueron al sepulcro y nos han sobresaltado diciendo que no encontraron su cuerpo, sino que habían tenido una visión de ángeles que le anunciaron que él estaba vivo…  Sin embargo, para cerciorarnos bien de todo este asunto, algunos de los nuestros se encaminaron a la tumba:  la piedra estaba removida, pero no vieron nada de ángeles…” Cleofás mostró gran seguridad en todo lo referente a la vida y muerte del Maestro, pero cuando se refirió a la resurrección, se limitó a repetir lo que las mujeres dijeron que los ángeles habían dicho. 
Si nos damos cuenta el discurso de Cleofás contiene el mismo mensaje que el de Pedro el día de Pentecostés, pero con las siguientes diferencias:

1.    Pedro comunicó una Buena Noticia, mientras que Cleofás trasmitió una noticia.   
2.    Cleofás se refirió a la muerte y resurrección con un tono triste.  Su relato sobre los acontecimientos estaba envuelto en un clima de decepción.  Su alegría había quedado enterrada en la tumba del crucificado.
3.    Pedro trasmitió un testimonio de lo que el mismo había experimentado mientras que Cleofás simplemente repitió de memoria lo que otros le habían dicho que otros contaron.
4.    Pentecostés es el testimonio del Espíritu.  En el camino de Emaús, Cleofás únicamente repite el testimonio de las mujeres.
5.    Pedro está convencido de lo que habla.  Cleofás es sólo un repetidor.
6.    Y todo esto, por la gran diferencia de fondo:  Cleofás fue un reportero de lo que sus corresponsales le habían trasmitido acerca de la resurrección, mientras que Pedro fue testigo de lo que el mismo había experimentado.

Así pues, conviene preguntarnos si somos simples reporteros o verdaderos evangelizadores.  Un reportero informa pero no convierte a nadie, mientras que un testimonio tiene fuerza de convicción.
Cleofás proclama noticias, pero no el Evangelio.  No basta conocer técnicamente las verdades y los hechos que se proclaman.  Es necesario al mismo tiempo ser un testigo que evangelice con su alegría contagiosa, su esperanza cierta y su seguridad personal vivenciada.
Por eso, precisamente, el resultado es obvio:  el discurso de un testigo ungido con el poder del Espíritu Santo convierte tres mil almas.  Mientras que con tres mil discursos como el de Cleofás, el reportero, no convierte a nadie.
En resumen, no basta ser sabio como Nicodemo, ni ser obreros de la viña como Samuel o ser predicadores como Cleofás.  Es necesario tener un encuentro personal con Jesús resucitado.  Este es el detalle fundamental que nos convierte en nuevos evangelizadores.
La nueva evangelización únicamente podrá ser llevada a cabo por evangelizadores que han sido renovados por el Espíritu de Dios  y ungidos por su poder y que sean testigos de que Jesús vive.
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El Padre Emiliano Tardif evangelizó a más de 72 países.  Falleció el 8/6/99, a los 71 años, mientras dirigía el IX Retiro Nacional de Sacerdotes de la Renovación Carismática Católica Argentina, en San Antonio de Arredondo, Córdoba, Argentina.
“He acompañado a muchos sacerdotes misioneros evangelizadores.  Pero este hombre, era fuera de serie.  Una de las cosas que más me impresionó, fue que se dedicó tan de lleno a la obra evangelizadora, al impulso del Espíritu Santo, que nunca lo vi tomar vacaciones en los veinticinco años”.
“Es uno de los que más poder de convocatoria tenía.  Yo siempre me preguntaba:  ¿Cómo es posible que este hombre sea capaz de reunir multitudes, a su alrededor cuando no era un hombre de elocuencia ni era un hombre con doctorados en la Iglesia?.  Y ahora comprendo el porqué, después que el Señor se lo llevó a su presencia.  La gente lo seguía porque era un hombre de Dios y, a los hombres de Dios, el pueblo cristiano lo sigue”.  Diácono Evaristo Guzmán.
El Señor le encomendó un ministerio mayor (Servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más Mt 25.21), el de interceder por todos sus hermanos sacerdotes que escuchen y lean sus palabras, para que se decidan a evangelizar con los carismas y sean dóciles al Espíritu Santo.  

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