viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Qué es soberbia?

Según el diccionario:  Sentimiento de superioridad frente a los demás, que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos.
Según el Espíritu:  Independencia, autonomía con respecto a Dios.
El Señor le dio esta orden:  Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y de el mal.  Gn 2.15-17
Esta prohibición se refiere a la facultad de decidir por si mismo lo que es bueno y malo, independientemente de Dios.  Al desobedecer este mandato, el hombre reivindica para si una autonomía que no condice con su condición de criatura.
A partir de este pecado, la condición humana está debilitada para obedecer a Dios.  Para ello necesita ejercitar la voluntad con la ayuda de la gracia que Dios prodiga constantemente y en forma privilegiada a través de los Sacramentos de la Iglesia.
El Señor sale al encuentro de cada uno, todos sus hijos dándoles infinitas oportunidades para su encuentro amoroso:  Cuando todavía estaba lejos (éramos pecadores), su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó (Lc 15.20) y lo carga sobre sus hombros, lleno de alegría.  Lc 15.5
Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo rebelde, que va por un mal camino, tras sus propios designios.  Is 65.2
¿Cómo es?
Viene a constituirse en una especie de egolatría, un culto del yo, el cuál se convierte en el centro de todas sus actividades.
· Crea sus propias leyes contraponiéndose con las de Dios.
· Utiliza y manipula a los demás como si fueran objetos, para concretar sus objetivos.
· No acepta consejos a los que considera una imposición.
· No reconoce errores.
· Toma a mal o se ofende ante cualquier observación.
· Toda su realidad existencial gira en torno del yo.
· Los demás existen en proporción a sus necesidades, si no están a su servicio, no existen.
· Es manipulador, se sirve de todos y no sirve a ninguno, si lo hace, es para obtener algún beneficio.
· Al sentirse poseedor de la verdad, no puede dar la razón a nadie.
· Escucha únicamente lo relacionado con sus intereses egoístas, desinteresándose de los demás y sus intereses, mientras estos no coincidan con los suyos.
· Al no asumir la responsabilidad emocional con las personas relacionadas afectivamente, las agota, enferma y destruye.  Es como una araña que chupa la sangre hasta dejar seca a su víctima.

Estas son como una muestra, de las muy variadas formas que adquiere su manifestación, ya que cada persona al ser única e irrepetible, sus manifestaciones también lo son de la misma manera.
La arrogancia humana será abatida.  Pondré fin al orgullo y humillaré la soberbia.  Humilla la altivez del soberbio, porque Dios se opone a los orgullosos.  Is 2.11; 13.11;         Jb 22.29; 1Pe 5.5
Lo que fue motivo de rebeldía, por el último Adán (1Cor 15.45) Jesús, se transformó en ejemplo de obediencia, nos mostró el camino para llegar al Padre, porque el mismo se hizo Camino.  Jn 14.6
Este camino es la reparación de la desobediencia,  a través de lo único que podría concretarlo, la Pasión del Hijo de Dios, por obediencia al Padre:   De la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.  Rom 5.19
Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió.  Jn 4.34
Lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.  Jn 5.30 
He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad sino la de aquel que me envió.  Jn 6.38
No hago nada por mi mismo.  Jn 8.28
Yo no hablé por mi mismo:  el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar.  Jn 12.49
Se humilló por obediencia hasta aceptar la muerte y muerte de cruz.  Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz.  Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.  Flp 2.8; Lc 22.42
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.  De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.  Heb 5.8-9

La única criatura que tiene una perfecta obediencia es la Santísima Virgen María, a través de la corredención, por lo cual le valió el mérito eterno de ser Madre de la Iglesia y como tal, aconseja a todos sus hijos:  Hagan todo lo que él les diga.  Jn 2.5
Lo único que Dios desea de sus hijos, es la obediencia.  A través de ella quedamos justificados por la Divina Misericordia, porque la obediencia incluye:  amor, alabanza, adoración y glorificación a su divinidad.
Si la obediencia se manifestara a través de la alabanza, queda fuera del alcance de la Misericordia, para ser justificados “directamente” por el amor.  Porque, si amor con amor se paga, Dios no se deja vencer en el amor:  Sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor.  Lc 7.47
Dice Jesús:  He obedecido el deseo del Padre para limpiaros del mayor pecado.  “El mayor pecado era desobediencia al mandato de Dios”.  De ahí había venido la sed de poder, soberbia y concupiscencia.  Las tres furias que os tienen siempre en su poder cuando no la sabéis aniquilar con una vida vivida en Dios.  Yo he reparado con mi obediencia la desobediencia inicial*.
*Pág. 516 del libro Los Cuadernos 1943, de la mística María Valtorta, Centro Editorial Valtortiano, Italia.
Atravesemos la corriente de los siglos, más allá de los límites del tiempo.  ¿Quién fue el que echó a perder el corazón del hombre?, lo sabéis.  Fue Satanás, la Serpiente, el Adversario, el Enemigo, el Odio.  Llamadlo como queráis, pero ¿por qué lo echó a perder?  Por ser muy envidioso:  no pudo soportar que el hombre fuese destinado al cielo del que él había sido arrojado.  Quiere que el hombre participe del destierro al que ha sido condenado.  ¿Por qué fue arrojado?  Por haberse rebelado contra Dios.  Lo sabéis.  ¿En qué se rebeló?  No obedeciendo. En el principio del dolor hay una desobediencia.  ¿No es pues lógico que, para restablecer el orden, que es siempre alegría, deba existir una obediencia perfecta?  Es difícil obedecer sobre todo en cosas de monta.  Lo difícil causa dolor a quién lo cumple.  Pensad pues si Yo, a quién el Amor pidió si quería devolver el gozo a los hijos de Dios, no debo sufrir infinitamente para cumplir la obediencia al Plan de Dios.  Debo, pues, sufrir, para borrar no uno o mil pecados, sino el mismo pecado por excelencia que, en el espíritu angélico de Lucifer o en el que animaba a Adán, fue y será siempre, hasta el último ser viviente, pecado de desobediencia a Dios.  Vosotros debéis obedecer en cierto límite eso poco (que os parece mucho, pero no lo es) que Dios os pide.  Os pide, teniendo en cuenta su justicia, lo que podéis dar.  Vosotros de la voluntad de Dios conocéis sólo lo que podéis realizar.  Pero yo conozco todo su Pensamiento, en los sucesos grandes o pequeños.  No se me han impuesto límites en conocer y en ejecutar lo que sé.  El sacrificador Amoroso, el Abraham divino, no perdona su Víctima y su Hijo.  Es el Amor insatisfecho y ofendido que exige reparación y ofrenda.  Si viviese miles y miles de  años, nada sería, si no consumiese el Hombre hasta la última fibra, así como nada hubiera sido ab aeterno no hubiese dicho Yo “Sí” a mi Padre, disponiéndome a obedecer como Dios Hijo y como Hombre, en el momento que mi Padre juzgó ser el oportuno.  La obediencia es dolor y es gloria.  La obediencia, como el espíritu, jamás muere.  En verdad os digo que los verdaderos obedientes serán como dioses, pero después de una lucha continua contra sí mismos, contra el mundo, contra Satanás.  La obediencia es Luz:  cuando más se es obediente, tanto más se es humilde para nuestro prójimo.  La obediencia es caridad, porque es un acto de amor:  cuanto más obediente se es, tanto más los actos son numerosos y perfectos.  La obediencia es heroicidad.  Y el héroe del espíritu es santo, el ciudadano de los cielos, el hombre divinizado.  Si la caridad es la virtud en que se encuentra de nuevo al Dios Uno y Trino, la obediencia es la virtud en que me encuentro Yo, vuestro Maestro.  Haced que el mundo os re conozca como a mis discípulos por una obediencia absoluta a todo lo que es santo.*
*Pág. 541 vol. 9 de la obra El Hombre-Dios, de la misma autora.
Jesús: Mamá, cuando estés sola, ¿con quién estarás?  María: Con quién dispusieres, Hijo mío.  Antes de tenerte, te he obedecido, continuaré haciéndolo después que me hayas dejado.  Le tiembla la voz, pero heroicamente sonríe.  Jesús: Sabes obedecer.  ¡Cómo descanso cerca de ti!  Porque… Mira, Madre, el mundo no puede comprender, pero Yo encuentro descanso en los obedientes…  Si.  Dios descansa junto a los que obedecen.  Dios no hubiera tenido que sufrir, que fatigarse, si no hubiese entrado la desobediencia en el mundo.  Todo esto sucede porque no se obedeció.  Por esto el mundo sufre…  por esto, nuestro dolor.  María: Pero también nuestra paz, Jesús, porque sabemos que nuestra obediencia consuela al Eterno.  ¡Oh, sobre todo para mí es un gran pensamiento!  A mí, que soy una criatura, se me ha concedido consolar a mi Creador.  Jesús: ¡Oh, alegría de Dios!  ¡No sabes, oh gozo nuestro, que cosa significan estas palabras para Nosotros!  Sobrepujan a las armonías de los coros celestiales…  ¡Bendita!  ¡Bendita! que me enseñas la última obediencia, y haces que al cumplirla me sea tan agradable pensar en ello!  María: Tú no tienes necesidad de que te enseñe, Jesús mío.  Todo lo he aprendido de ti.  Jesús: El Hombre, Jesús hijo de María de Nazaret, todo lo ha aprendido de ti.  María: Era tu luz que salía de mí.  La Luz que Tú eres, y que llegaba, la Luz eterna aniquilada bajo la forma de hombre*…
*Pág. 425 vol. 10 de la misma obra.
La obediencia de María fue causa de su propia salvación y la de todo el género humano.  El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María.  Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe.  La muerte vino por Eva, la vida por María.  CIC 494

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