viernes, 30 de diciembre de 2011

Nos llama a ser discípulos Mt 28.19

Cuando Dios nos pensó nos amó.  Cuando nos amó, nos amó con un amor eterno, amor que no tiene fin.
En el pensamiento de Dios nos vio y nos llamó a la vida a cada uno para un proyecto personal único e irrepetible dentro de su inmenso proyecto divino:  A fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.  Ef 2.10
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos:  a Simón, llamado Pedro y a Andrés, entonces les dijo:  Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.  Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.  Continuando su camino, vio a otros dos hermanos:  Santiago y Juan.  Jesús los llamó.  Inmediatamente, ellos dejaron la barca y lo siguieron.  Mt 4.18-22
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo:  Sígueme.  El se levantó y lo siguió.  Mt 9.9
En el llamado a cada uno de los discípulos se está produciendo nuestro propio llamado, por tal motivo debemos sentirnos convocados.  También al igual que ellos nuestra respuesta debe ser “inmediata”, es decir instantánea.
Dios llama a cada uno por su nombre, en quién ve reproducida la imagen de su Hijo (Rom 8.29),  En el nos dio el espíritu de hijos adoptivos que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!.  Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.  Rom 8.15,17
La sabiduría infinita de Dios dispuso que para poder participar de su gozo perfecto y eterno, también pudiéramos participar en la realización de su proyecto creador y santificador.  Esto se produce al asociarnos a la obra de Jesús.  En su Divina Persona, nos asociamos en él y con el, con y por amor.
El Padre nos llama desde toda la eternidad a la existencia para colaborar en su empresa, en la que Jesús es el Divino Maestro que nos enseña, ayuda y aconseja, para que podamos concretar nuestros objetivos, que son los suyos.
Jesús, como hermano mayor, nos llama a colaborar con él en esta empresa familiar-divina, como sus apóstoles.
Al iniciar su misión, Jesús lo hace con la naturalidad de una lectura en la sinagoga a la que concurría los días sábados.  Jesús se atribuyó a si mismo el pasaje de Isaías donde dice:  El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado por la unción.
1-   El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,
2-   a anunciar la liberación de los cautivos
3-   y la vista a los ciegos,
4-   a dar la libertad a los oprimidos
5-   y a proclamar un año de gracia del Señor.  Lc 4.18-19
Este es su programa, o plan de trabajo y consiste en:
1-    Predicación.
2-    Liberación de ataduras:  heridas emocionales, maldiciones, odios, resentimientos, tendencia viciada por adicciones, etc.
3-    Visión espiritual, a través de la vida en el Espíritu Santo.
4-    Expulsión de demonios:  obsesión, opresión y posesión.
5-     Bendiciones:  para los que deseen aceptarlas.
Jesús tiene un plan maestro que debe adaptarse a dos condiciones, una con respecto a su proyecto, a su misión divina y otra con respecto a nosotros, sus apóstoles.
Los milagros que hace son fundamentalmente para testimoniar que él es el Hijo de Dios.  Como conoce la debilidad humana para aceptar la fe, la construye a partir del testimonio de los signos, milagros.  Por ello considera fundamental que sus apóstoles hagan milagros:  Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores porque yo voy al Padre.  Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  Jn 14.12-13
Jesús nos elije a cada uno, a todos personalmente, con un amor de predilección, por este motivo, nos dice:  No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes (porque), nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió.  Jn 15.16; 6.44
Así como Jesús expuso su programa o plan de trabajo, también lo hizo para sus apóstoles de “todos los tiempos”.
Entonces, les dijo:  Vayan por todo el mundo,
1-   Anuncien la Buena Noticia a toda la creación.
2-   Y estos prodigios acompañarán a los que crean:
3-   arrojarán a los demonios en mi Nombre y
4-   hablarán nuevas lenguas;
5-   podrán tomar a las serpientes con sus manos y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño;
6-   impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.  Mc 16.15-18
Con este plan pedagógico adaptado a las limitadas posibilidades humanas, por medio de la Divina Providencia, Dios nos otorga un poder muy grande, del cual no podemos llegar a tener conciencia, para que el orgullo no alimente la soberbia.  Consiste en:
1-   Predicación.
2-   La palabra “creer” no se refiere a la simple creencia en la existencia de Cristo, sino que tiene un sentido absoluto.  Está implícito en su calidad y profundidad, que se concreta en una “confianza total” en la Persona de Jesús, para lo cual se hizo camino:  Yo soy el Camino (Jn 14.6).  Al participar de este camino con docilidad al Espíritu Santo, nos hace participar de todos sus dones, para poder ejercerlo con la autoridad necesaria, conveniente y oportuna que determine la Providencia.
3-   Expulsión de demonios:  obsesión, opresión y posesión.
4-   Oración del Espíritu Santo:  el Espíritu Santo ora puntualmente por la necesidad particular, porque nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios.  1Cor 2.11

5-   Protección y defensa:  contra el mal y el malo.
6-   Sanación:  para testimoniar la fe, al igual que Jesús, y más aún.
Si bien este poder es ilimitado, la limitación viene por parte de su implementación que es muy exigente, pero siempre está la gracia como respuesta de Dios, y a la vez como estímulo espiritual.
Algunas de nuestras respuestas:
Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.  A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados:  Vengan, todo está preparado.  Pero todos sin excepción, empezaron a excusarse.  El primero  le dijo:  Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo.  Te ruego me disculpes.  El segundo dijo:  He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos.  Te ruego me disculpes.  Y un tercero respondió:  Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir.  Les aseguro que ninguno de lo que antes          fueron  invitados ha de probar mi cena.  Lc 14.16-20, 24
Jesús dijo:  Sígueme.  El respondió:  Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.  Pero Jesús le respondió:  Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios.  Otro le dijo:  Te seguiré , Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos.  Jesús le respondió:  El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.  Lc 9.59-62
 Los que llegaron a ser apóstoles y luego abandonaron el apostolado, desprecian el amor de Dios manifestado en ellos.  La frustración de las esperanzas por un amor no correspondido, está expresado en esta cita:  No son los que dicen Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen con la voluntad de mi Padre que está en el cielo.  Muchos me dirán en aquel día:  Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?  Entonces yo les manifestaré:  Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal.  Mt 7.21-23
La negación a participar en el proyecto de Dios produce una crisis de fe. La Palabra lo expresa así:   La sal es una cosa excelente, pero si se pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar?  Ya no sirve ni para la tierra ni para abono:  hay que tirarla.  Lc 14.34-35
No eres frio ni caliente.  ¡Ojalá fueras frio o caliente!  Por eso, porque ere tibio, te vomitaré de mi boca.  Ap 3.15-16
Porque a los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, a los que participaron del Espíritu Santo y saborearon la buena Palabra de Dios y las maravillas del mundo venidero, y a pesar de todo recayeron, es imposible renovarlos otra vez elevándolos a la conversión, ya que ellos por su cuenta vuelven a crucificar al Hijo de Dios y lo exponen a la burla de todos.  Heb 6.4-6
Dios que nos conoce y ama a la perfección, sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos y aunque conoce a aquellos que lo van a rechazar, su amor no impide o condiciona a este llamado.
El primero es a la fe y consiste en la utilización de las consecuencias de nuestros accidentes, fracasos, frustraciones, errores y malas decisiones para lograr que le abramos el corazón (Yo estoy junto a la puerta y llamo:  si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos Ap 3.20), diciendo:  ¡Ayúdame Jesús, porque no puedo más, no se que hacer con mi vida!
El segundo, es un llamado al compromiso con la fe.  En este sentido Dios tiene distintas pautas en cada persona.  Elije la que se adapte a las características de su proyecto en tiempo y forma, en un determinado contexto socio-cultural, etc., para un fin específico, que no necesariamente la persona deba conocer.  Esto lo realiza con cada uno, todos sus hijos y apóstoles, en forma personal e irrepetible, tan personal e irrepetible, como lo es cada uno de ellos.
El amor generoso a Dios le roba el corazón y él retribuye el ciento por uno, con un gozo celestial, pero por justicia también se debe padecer proporcionalmente para quedar justificado en el amor, ante la Divina Justicia:  Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna.  Lc 18.29-30
Por este motivo, el llamado a ser apóstol es espiritualmente lo mejor que nos puede pasar.
Se le acercó un hombre y le preguntó:  Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?  Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres:  así tendrás un tesoro en el cielo.  Después, ven y sígueme.  Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.  Mt 19.16, 21-22
Pese a que Dios es muy generoso en su retribución por la fidelidad y entrega, son muy pocos los que tienen el corazón generoso y están dispuestos a renunciamientos aunque sean de cosas de mínima importancia.
¿Por qué ustedes me llaman:  Señor, Señor, y no hacen lo que les digo?  Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mi, escucha mis palabras y la practica.  Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso cimientos sobre la roca.  Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.  En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos.  Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.  Lc 6.46-49
El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a si mismo.  Lc 9.23
La renuncia que Cristo nos pide es total:  libertad para disponer el descanso, esparcimiento, afectos, etc.; comodidad para viajar, comer, dormir y hasta las básicas necesidades fisiológicas, cuando y donde él quiera.
Por una parte Dios es exigente, el más exigente del mundo, fruto del amor que desea ser amado, y por otra, el amor del apóstol, su disponibilidad y docilidad no lo hacen sentir así, porque la gracia hace participar del mismo pensamiento del Señor.  1Cor 2.16
Esto puesto en palabras parece muy frio, pero para la persona que el Señor levanta de la cama en una noche fría, sacrifica el sueño de una noche, el único día de la semana que tiene para compartir con su hijo pequeño que lo necesita, que no le gusta viajar, etc., parece un sacrificio muy grande.  Si, lo es.  Mas aún, si este sacrificio no tiene límite en el tiempo.
Si, es un sacrificio, pero a medida que se crece espiritualmente estas renuncias por obra de la gracia van dejando de serlo, de tal manera que si bien el sacrificio existe, no se siente de esta manera.  Por el contrario el amor se va haciendo cada vez más pleno y deja de ser un    sacrificio, para convertirse en una “respuesta de amor”.
Dios retribuye sobreabundantemente con libertad interior, paz en el corazón y gozo espiritual permanentes, sanación interior personal, matrimonial y con los hijos.  Además lo hace testigo privilegiado e instrumento dilecto de su gloria y poder.
Este sacrificio transformado en “respuesta de amor”, se convierte en moneda de cambio por la que el Espíritu Santo hace gustar sus dones, al que se hace merecedor en justicia y por misericordia.
La economía de la gracia de Dios es totalmente opuesta a la lógica humana, porque se basa sobre criterios espirituales, lo que nos hace imposibles de ponderar.
Por este motivo las personas que tienen carencias culturales, económicas, estéticas, de salud, comunicación, etc., Dios utiliza toda su historia de carencias, dolores  y sufrimientos ya sanados, convirtiéndolos en una riqueza espiritual.  Un don personal.
Este don es mayor en una persona con respecto a otra, proporcionalmente al “permiso” otorgado a Dios en el corazón.  Esto está favorecido en muchos casos por historias llenas de dolor y pecados, porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.  Rom 5.20
Existen testimonios conmovedores de cómo una historia de dolores y sufrimientos por medio de la humillación, favorece para tener un corazón más dispuesto y dócil al Señor, lo que se transforma en un crecimiento espiritual acelerado y con múltiples manifestaciones espirituales de todo tipo, que apabullan como un enamorado, a su amada.
Además es un llamado para un servicio especial y concreto para ayudar a hermanos con problemas de alcohol, drogas y otras adicciones, prostitución, aborto, violencia familiar, violación, homicidio, robo, etc.  Es infinito el campo de acción, como lo es la debilidad humana a consecuencia del pecado.
Hoy podemos comprobar el cumplimento de la palabra de Jesús, en la que dice:  Les aseguro que las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.  Mt 21.31
Esto es un reproche muy fuerte a nuestra respuesta, al amor incondicional e ilimitado de Dios, que se brinda constantemente sobre cada uno de nosotros.
Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey.  Pero el Señor le dijo a Samuel:  No te fijes en su aspecto ni en lo elevada de su estatura, porque yo lo he descartado.  Dios no mira como mira el hombre, porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón.  Jesé lo hizo venir:  era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia.  Entonces el Señor  dijo a Samuel:  levántate y úngelo, porque es este.  1Sam 16.1, 7, 12
La descripción que Samuel hace de David es para ser interpretada como la de una persona con rasgos feminoides (término que no es peyorativo).  Este detalle es de suma importancia en el contexto socio-cultural oriental, donde hoy todavía se discrimina a la mujer.
Es un hecho psicológico muy fuerte elegir por rey a una persona con estas características que conllevan un prejuicio discriminatorio.  Desde lo humano, peor elección no podría hacerse y menos para elegir un rey.
Cuando Dios elige una persona para que cumpla un designio especial, lo hace con alguien que tenga una limitación o carencia especial, para que se ponga claramente en evidencia que quién realiza dicha obra es Dios, porque mi poder triunfa en la debilidad.  2Cor 12.9
Cuando Dios decide intervenir providencialmente en este sentido, deja su huella indeleble, para que no queden dudas.  Este es un llamado a la fe, para los que no creen, y para afirmarla en los que crean.
Esta huella se produce porque:  Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale.  Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.  1Cor 1.27-29
Dice Jesús:  Me gusta servirme de las nadas, que el amor y la humildad hacen queridas a mi Corazón, para hacer resplandecer mi Potencia. Si eligiese tan solo a los “perfectos”,  los pobres hombres ¿cómo podrán tener esperanza de entrar en el Cielo?  Tomo a los débiles, los pecadores que solo saben tener confianza, esperanza, afecto por mí   -no digo “amor”, porque si amaran, no serían débiles y pecadores-  tomo a estos hijos que mezclan en sus imperfecciones vetas de perfección, les convierto en luces y maestros de sus pobres hermanos mas débiles y pecadores que ellos, les inflamo, los hago hambrientos de sacrificio, acepto sus ofrendas.  Llegado al estado de “víctimas”, los consagro en su misión.(1)
Dios está con quién lo ama.  La señal de cómo mis fieles estarán en mí, será el número y potencia de prodigios que obrará en mi nombre para glorificar a Dios.  Un mundo que no tenga milagros, sin calumniarlo se le podrá decir:  Has perdido la fe y la justicia.  Eres un mundo sin santos.  Pensad siempre que cualquier don es una prueba mas que un don, una prueba de vuestra justicia y voluntad.  A todos os he dado las mismas cosas.  Lo que a vosotros os sirvió, a Judas arruinó.  ¿Fue acaso una mala cosa el don?  No. La voluntad suya era mala… (2)

(1  1)   Pág. 389 del libro Los Cuadernos 1943, de la mística María Valtorta, Centro Editoriale Voltortiano, Italia.
(2   2)   Pág. 776-777 del tomo 11 de la obra El Hombre-Dios, de la misma autora            
   

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