viernes, 30 de diciembre de 2011

El “verdadero” amor conyugal

La mayoría de las personas tenemos heridas emocionales ocasionadas por carencias afectivas: falta de amor por parte de nuestros padres, rechazos, desprecios, abandonos, reproches, castigos, odios, resentimientos, etc., originados desde la concepción.
Son muy pocos los que pueden testimoniar que están sanos, a través de una entrega conyugal generosa e incondicional, y a través del tiempo.
Para vivir el amor auténtico, el verdadero, es necesario sanar las heridas emocionales por dos motivos:
· Tener la libertad que concede Cristo, para “poder” escuchar y obedecer a Dios: El Señor me envió a anunciar la liberación a los cautivos, a dar la libertad a los oprimidos.  Lc 4.18-19
Esto se concreta al sanar el ego, dándonos  libertad respecto al pecado, que fundamentalmente es la esclavitud de la razón a través del orgullo. 
· Llenar las carencias afectivas, de tal manera que lo que una vez fue una carencia, por obra de la gracia, se transforma en fuente de amor que se derrama hacia los demás.

A partir de esta realidad espiritual, la mayoría de los matrimonios no viven el amor verdadero, el amor con el que Dios nos ama y desea ser amado a través del conyugue.

El amor que la mayoría conoce, aún con la mejor intención y buena voluntad, está contaminado: es utilitario, egoísta.  Es lo que comúnmente llamamos querer*, testimoniándolo con: querida/o…, en vez de: amor, mi amor, amorcito, o cualquier apelativo cariñoso.
* Ver tema: ¿En que se diferencia querer de amar?

La crisis del mundo de hoy, es la crisis del hombre, es una crisis espiritual.  Crisis de amor.  Estamos matando al amor, al matar a Dios en nuestro corazón y en nuestra vida.

La solución está en una restauración del proyecto original que Dios tuvo desde siempre para cada uno, todos sus hijos y que en este caso se manifiesta en la “plenitud” del amor conyugal.

El amor a Dios, en nuestro corazón se manifiesta en la relación matrimonial, como el amor de Cristo a través nuestro hacia el conyugue, en quién Él se encuentra representado:  Cada vez que lo hicieron con el mas pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.  Mt 25.40

Por el pecado de Adán y Eva, la naturaleza humana quedó debilitada con una tendencia hacia el orgullo, que consiste en mirarse a si mismo y a sus propios intereses como centro de su realidad existencial, de manera que debe ejercer violencia consigo mismo para poder hacer lo contrario.

Para salir de esta condición además de la voluntad, es necesario el auxilio de Dios a través de la gracia (poder) que Él concede como manifestación de su amor.

Además el mundo a través de la cultura laicista y atea promueve no solamente los antivalores, sino la cultura de la muerte, de un dios sin Dios.  Promueve modos de vida que exaltan el orgullo en todas sus formas, con lo cual se contrapone a la cultura del amor, solidaridad, generosidad, etc.

Ante esta realidad el matrimonio y la relación conyugal está cuestionada desde el comienzo.  La motivación queda en lo pasional, y cuando el fuego se apaga, ¿qué queda?

Para salvar al matrimonio es necesario no solamente un diálogo sincero y profundo, sino fundamentalmente  humildad, para poder ver los errores, equivocaciones, y de esta manera poder corregirse a la luz de Dios, porque es el único que puede cambiar el corazón, para hacernos nueva criatura: El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente, (porque) Yo hago nueva todas las cosas.  2Cor 5.17;  Ap 21.5

Además perdonarse mutuamente y a si mismos para que no haya reproches ni culpas que quitan la paz y generan resentimientos.  El perdón debe ser rápido y total, de lo contrario no existe perdón.

La mejor forma de poder concretarlo es colaborando mutuamente en esta tarea, aunque el conyugue no esté involucrado.  El amor es la mejor ayuda que se puede recibir.  

Para que exista un amor verdadero es indispensable que haya una unión espiritual, es decir unión de pensamientos y sentimientos.

Esto no significa que sean iguales, sino que tengan los mismos intereses y objetivos.  Para ello deben consultarse permanentemente en todo para que todas las decisiones sean compartidas.

De hecho hay muchos intereses y objetivos en la vida de todos, pero el único que lleva a la “verdadera” felicidad, al “verdadero” amor, y en este caso al conyugal, es el que nos propone Dios a través de su Hijo Jesús, el Camino (Jn 14.6); su camino de amor, porque Él, el Amor  (1Jn 4.8) se hizo camino para que siguiéndolo, aprendamos a amar.

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