Tu tristeza y soledad, es tristeza y soledad del alma por el vacio, la carencia del amor que procede de Dios. Por fidelidad a las oraciones de tu madre y hasta de las mías, el Señor hace años que viene preparando tu corazón para que le des permiso en tu vida. Tu alma a través del corazón, siente:
Mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. Sl 84.3
Como la sierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti mi Dios. Mi alma tiene sed del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? Sl 42.2.3
Señor, tu eres mi Dios, yo te busco ardientemente, mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. Sl 63.2
Cada palabra de estos salmos, por provenir de Dios tienen mensajes profundos. Te explico brevemente una interpretación de “ardientemente”. Se refiere al ardor semejante al de los jóvenes cuando las hormonas llevan al máximo su deseo.
La tristeza según la voluntad de Dios conduce a la conversión que da por resultado la salvación, y no hay nada que lamentar. Pero la tristeza del mundo produce la muerte. 2Cor 7.10
Honrar al Señor alegra el corazón, trae gozo y alarga la vida. Ecli 1.12
Jesús, al dar libertad a tu corazón, a través de la sanación de las heridas emocionales generadas por carencias afectivas, desprecios y rechazos, dejarás de tener un corazón quejoso. La queja es un permanente rechazo a Dios: ¿por qué me hiciste nacer? ¿para qué?..., etc. Este es el espíritu de los demonios. También la sanación otorga la unidad del cuerpo, alma y espíritu y nos habilita para poder tenerla con el Espíritu Santo.
La sanación te llenará de vida, al hacer carne la Palabra de Dios donde dice: ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! (Sl 126.3), lo que te convertirá en evangelio viviente = testigo.
Testimoniarás:¡
GRANDES COSAS HIZO EL SEÑOR EN MI Y ESTOY REBOSANTE DE ALEGRÍA!
Y, con el corazón agradecido, le dirás: Deseo que todos te conozcan, Señor, para que también puedan participar de esta alegría, porque hay alegría en tu presencia. Sl 16.11
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