Pilato le preguntó: ¿Qué es la verdad? Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos (Jn 18.38). No esperó una respuesta, porque en realidad no era una pregunta. Conocía la verdad pero no quiso asumir su responsabilidad, porque ello exige jugarse la vida.
No basta con no mentir: la virtud de la veracidad es exigente. Implica pensar, conocer la verdad y estar dispuesto a vivir conforme a ella. La ignorancia y el error esclavizan, por eso Jesús nos dice: Conocerán la verdad y la verdad los hará libres. Jn 8.32
Toda persona necesita una verdad, “la verdad” a la que llamo existencial, porque es la estructura sobre la que el ego construye la personalidad.
Por tal motivo la verdad pasa a ser su dios. Existen (supuestamente) dos verdades, una que procede de Dios y otra (orgullo) que procede del demonio (padre de la mentira Jn 8.44). Según sea aquella a la que nos adherimos, gozaremos de sus privilegios o sufriremos sus consecuencias.
Para “vivir en la verdad” hay que ser valiente, porque esto exige actos heroicos: renunciamiento a proyectos, afectos; sacrificios de vida, salud, dinero, torturas, etc. Somos tenidos por necios, débiles, despreciados, maltratados y vivimos errantes, nos insultan, padecemos persecución, nos calumnian. Hemos llegado a ser como la basura del mundo, objeto de desprecio para todos hasta el día de hoy. 1Cor 4.10-13
Los que viven en la verdad son cuestionables de hecho y sin palabras, por los que viven en la mentira, son un escándalo a los que hay que eliminar, porque nos escandalizan…
Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron: Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído. Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos. Hch 4.18-20; 5.33
Somos cuestionadores, porque nosotros somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden: para estos, aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos, aroma de vida, que conduce a la Vida. 2Cor 2.15-16
Por este motivo hay que eliminar a la verdad, como eliminaron a Cristo: la Verdad: Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él. Jn 11.48
Dios permitirá a Satanás toda clase de engaños perversos, a los que se pierdan por no haber amado la verdad que los podía salvar. Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal. En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera a la verdad. Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles -su poder eterno y su divinidad- se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto aquellos no tienen ninguna excusa. 2Tes2.10-12; Rom 1.18-20
Jesús es el garante de la verdad, porque él mismo es La Verdad. Jn 14.6
Ante la mentira inconscientemente se produce una oposición, porque fuimos creados para la verdad.
La técnica que Satanás utiliza para llevarnos a aceptar una mentira, es por medio del engaño, para que pase desapercibida, y de esta manera evitar su oposición.
El engaño es la tergiversación de una verdad, y el primer paso para la mentira consiste en generar la duda.
Sobre una afirmación explícita o implícita, Satanás presenta una argumentación en la que incorpora la información sobre nuestros gustos, deseos, conceptos, tendencias, debilidades, etc. A esto le va dando un sentido tendencioso contrario al original, hasta presentarlo como mentira agradable y aceptable a la razón.
Ejemplo: me gusta “mucho” el dulce de leche.
-¿Te gusta el dulce de leche?: Si
-¿Te darías el gusto de comerlo?: Si
-¿Porqué no comprar un frasco de 1kg. y comerlo de una sola vez?
Discernimiento:
1. 1kg. de una sola vez, no es “darse el gusto”, sino que es gula, pecado. Dios gula: No tendrás otros dioses. Deut 5.7
2. No cuidar la salud, también es pecado: No matarás. Deut 5.17
3. No todo lo bueno es conveniente.
Así como por Cristo participamos de la filiación divina, de la misma manera participamos de la verdad de Dios.
Las limitaciones de nuestra naturaleza humana no solo se dan en el plano fisiológico, sino en todos los aspectos que hacen a la vida intelectual.
La verdad que poseemos por participación no escapa a ello y esta se da como aproximación, es como la punta de un témpano, es lo que queda visible a la razón.
Los católicos al sabernos “portadores” de la verdad de Cristo, nos sentimos “poseedores” de ella. Al sentirnos poseedores, interpretamos todo cuestionamiento divergente como un rechazo.
No todo cuestionamiento en si mismo es un rechazo a la verdad. Si alguien tiene una opción discrepante, al no encontrar disponibilidad para el análisis, se siente rechazado y no puede abordar el tema con su visión objetiva enriquecedora.
Cuando alguien tiene conceptos divergentes a los nuestros, subestimamos y menospreciamos inconscientemente sus palabras. ¿Por qué sucede esto? Porque nos ponemos como referentes de la verdad. No es nuestra pero la hacemos nuestra, nos la apropiamos, porque la verdad es una necesidad vital.
Todos poseemos parte de La Verdad (Jn 14.6) como gajos de una naranja, todos son complementarios y forman una unidad. Todas las verdades tienen una visión subjetiva, que al unirlas adquieren la objetividad que Dios le quiso dar a través de Cristo.
Donde más claramente podemos comprobar esto es en la diversidad de credos cristianos, si analizamos la riqueza carismática que encierran “su” verdad.
Esto será conocido por todos recién el día en el que se concrete la unión de las iglesias, por obra del Espíritu Santo, para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia. Este es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor. Ef 3.10-11
Recién a partir del Concilio Vaticano II la Iglesia comenzó a ver la verdad que tienen nuestros hermanos separados, pero todavía hay algunos fieles que no tenemos esa mirada.
Nuestra limitada naturaleza humana hace que psicológicamente nos apoyemos emocionalmente en todo hecho o circunstancia, no podemos evitarlo. El hecho de que nos desprendamos con facilidad o no de ello, evidencia la salud y madurez espiritual-psicológica.
Al apoyarnos emocionalmente en “mi” verdad, nos quita la objetividad necesaria para desde distintos ángulos que permitan apreciar la magnitud de la riqueza con la que Dios se prodiga en toda la creación.
La debilidad espiritual-psicológica ocasionada por el pecado original (orgullo), nos condiciona a una tendencia analítica, a la subjetividad.
Para adquirir objetividad tenemos que mirar “con y desde” los ojos de Jesús. La mirada que Cristo nos propone, es mirar en el corazón de cada persona, tratando de encontrar en él la verdad de Dios, con la que nos quiere enriquecer por medio de la gracia.
No es la verdad que la persona me quiere “vender”, sino la que el Espíritu Santo comunica a mi espíritu, a través y a pesar de cualquier mal instrumento humano. Lo importante es la disponibilidad personal para escucharlo.
Si la verdad es Cristo, el que está en la verdad está con Cristo, aunque no lo conozca por fe y ni el mismo lo sepa, porque: El que no está contra mí, está conmigo (Mc 9.40). El que vive en la verdad filosófica, ética, moral, psicológica y emocionalmente, ya lo está viviendo implícitamente en el de la fe, porque el árbol se reconoce por su fruto. Mt 12.33
Si vivimos con docilidad al Espíritu Santo de Dios, tenemos la garantía de vivir en la verdad, que es Cristo, y si vivimos en su presencia debemos cuestionarnos solamente si nuestra respuesta es tan generosa como lo es su amor hacia nosotros.
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