viernes, 30 de diciembre de 2011

El amor me compromete a colaborar en la salvación

Este trabajo está compuesto por tres temas: La Corrección, El Consejo y La Exhortación. Como un emparedado, el del medio (El Consejo) es el único que requiere una iniciativa del interesado, a través de una manifestación en ese sentido.

Para los que son dóciles al Espíritu, reconocen que es El quien pone este interés en el corazón dispuesto para una circunstancia determinada, en el tiempo y forma convenientes.

El primero y el último, son dos mandatos evangélicos que como un emparedado encierran al tercero, apretándolo y convirtiéndolo en un mensaje trinitario en su naturaleza, pero uno en su espíritu: el amor.

Hay un hilo conductor que los une, es el cuerpo Místico de  Cristo, que nos hace solidariamente responsables de la salvación (por  acción) y condenación (por omisión) de todos nuestro hermanos, en quien Cristo se encuentra representados: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeños de mis hermanos, lo hicieron conmigo….. (y)  …..cada vez que no lo hicieron…. Mt 25.40, 45


La corrección


La corrección debe estar motivada exclusivamente en la obediencia a un mandato que siempre ha de venir de Dios y no de los hombres: Si yo le anuncio a alguien que va a morir por causa de su mala conducta, y tú no se lo adviertes, esa persona morirá por causa de su pecado, pero el culpable de su muerte serás tú. En cambio, si tú adviertes que debe apartarse del mal, y no te hace caso, esa persona morirá por causa de su pecado, pero tú no serás culpable de nada. Puede ser que una persona buena deje de hacer el bien y haga lo malo. Si yo lo pongo en peligro de muerte, morirá por causa de su pecado, y no tomaré en cuenta lo bueno que haya hecho antes. Pero el culpable de su muerte serás tú. En cambio, si le adviertes y deja de pecar, seguirá con vida, y tú quedarás libre  de culpa. Ez 3.18-21

Para renovar la palabra de Dios que es eterna, Jesús confirma este mensaje: Si uno  de mis seguidores te hace algo malo, habla con él a solas para que reconozca su falta. Si te escucha, lo habrás ganado de nuevo. Mt 18.15

En este mismo espíritu la confirma por medio de la Carta de Santiago: Si alguno de ustedes deja de confiar en la verdad que ha aprendido, y otro le devuelve la confianza, quiero que sepan esto: quien hace que un pecador deje de pecar, salva su vida de la muerte y logra que Dios le perdone sus muchos pecados. Stg 5.19-20

La corrección es como aplicar los frenos a un vehículos que avanza veloz por la carretera; necesita muchos metros de frenada, u otros menos si los frenos se aplicaran con más fuerza. Además, posteriormente deberá invertir su dirección.

Esta explicación es para hacer consciente que toda corrección implica no solamente una inversión de la conducta (equivocada), sino fundamentalmente una violencia propia para poner fin a la oposición por el orgullo, respecto a la voluntad de Dios.

A esta violencia propia de las personas objeto de nuestra corrección, se le suma la humillación de su orgullo,  al recibir la palabra del Señor por la que es cuestionada.

Al mencionar la palabra “a solas” que en otras traducciones es “en privado”, se refiere en lo secreto, para que no haya testigo que lo haga sentirse más humillado todavía, cuidando de no herir el corazón de la persona. Además favorece para que baje sus barreras emociónales defensivas del orgullo, lo que la predispone ver y escuchar el mensaje espiritual.

La corrección debe ser una manifestación de amor, de un amor verdadero, no fingido, de lo contrario se vuelve contra si mismo, como un boomerang. El amor desarma a cualquier persona y la motiva poderosamente para toda empresa, hasta las más heroicas: Ustedes, los que están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Gal 6.1

A veces tenemos situaciones emocionales por las cuales caemos en el error. Si no se tiene la humildad para reconocerlo y la libertad que concede Cristo, para hacer un honesto juicio propio, este permanece debido a la ceguera espiritual: Por más que escuche, nunca entenderá; y por más que mire, nunca verá, pues no aprende ni piensa sino que cierra los ojos para no ver, y se tapa los oídos para no oír. Mt. 13.14-15

También es una oportunidad para rectificar alguna desviación de la verdad, o para centrarnos más en ella, garantizando de esta manera un crecimiento permanente.

Además es un reaseguro en la virtud de la humildad, porque la disponibilidad al autoanálisis en relación con la verdad y el amor, nos ayuda a mantener esta virtud. Por estos motivos debemos desear ser corregidos.

Jesús al decirnos: Si tu hermano peca, corrígelo en secreto (Mt 18.15), nos está indicando una conducta, que a su vez está incluida dentro de un mandato: Corríjanse los unos a los otros. Col 3.16


El consejo


Una de las manifestaciones de afecto menos conocidas y peor valoradas, es la de brindar un consejo oportuno a quién lo necesita. Es una manifestación de amor desinteresado de quién quiere bien y el bien del otro. Por medio de el, la persona siente que un corazón ama al suyo y se ha apoyado junto a el. Se siente amada por él. Es la tierna imagen de la cabeza de un bebé apoyada en el pecho de su madre.

La persona dispuesta a brindar un consejo debe dar la oportunidad de que la eventual receptora lo pida expresamente, de lo contrario sería una imposición. Para que sea útil debe existir interés.

Además se debe respetar hasta los más ínfimos detalles de los tiempos y modos de cada persona como los respeta Dios, de lo contrario con la impaciencia e intolerancia, por soberbia, se trataría de reemplazar a Dios.

Para brindar un consejo, el Espíritu Santo suele utilizar la riqueza acumulada en la experiencia personal, que está matizada con los dones del Espíritu Santo, que le dan un sentido distintivo en la vida de cada uno. Esto no siempre es así, sino que es una herramienta más para un trabajo espiritual determinado.

Esta riqueza no es conocida porque está en el subconsciente y en el corazón, pero cuando se dispone a dar un consejo el Espíritu Santo saca de él las riquezas con las que quiere enriquecer a los demás: La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón. Lc 6.45

Nosotros mismos quedamos sorprendidos de lo que el Espíritu pone en nuestros labios, transformándonos en los primeros testigos de lo que El obra en nosotros y a través nuestro. Esto nos brinda confianza en El y nos estimula en un permanente y constante crecimiento.

Para poder brindar un consejo espiritual es necesario el discernimiento y docilidad espiritual.

-DISCERNIMIENTO: Es la capacidad de comprender espiritualmente lo que viene o no de Dios. Es la luz para comprender la realidad espiritual de la persona y su disposición espiritual respecto a Dios, manifestada en toda su humanidad.

-DOCILIDAD: Para dejarse guiar por el Espíritu Santo y no intentarlo desde un criterio y juicio propio. El que está dispuesto en estas condiciones, analiza toda la información que recibe con amor y comprensión. Esta información deberá ser facilitada providencialmente en tiempo y forma para poder concretar el discernimiento. Si esto se frustrara, no sería obra de Dios, sino proyecto humano.

Toda persona al sentirse comprendida, se siente apreciada, querida, por lo cual baja las defensas psicológicas y se vuelve emocionalmente vulnerable. La responsabilidad que no puede asumir en dicha circunstancia, se traslada hacia la persona depositaria de la confianza. Este es el momento en el cual abre su corazón para volcar en confidencias dolores y angustias que no ha contado a nadie más. En ese preciso momento una sola palabra producto de un juicio con criterio propio puede generar una herida emocional muy grande.

Si el consejo fuera de una persona que no posea estas características, produciría mucho daño. Además de las heridas emocionales, fundamentalmente obstruiría el proyecto que Dios tiene previsto concretar en tiempo y forma a través de su Divina Providencia.

La torpeza de este consejero orgulloso obliga a Dios a reparar su proyecto original. También corre riesgo la salud espiritual y la fe de la persona. No todos los malos consejos pueden llegar a esas consecuencias, pero según la salud espiritual de la persona, podría ser causa de que haga crisis su situación espiritual.

Dios no necesita que nosotros brindemos ningún consejo, porque el Espíritu Santo es “el consejero”, pero desea servirse de cada uno, todos sus hijos, como colaboradores providenciales en la dispensación de su gracia. De esta manera adquirimos méritos por medio del ejercicio de la caridad (la mas importante de las virtudes teologales), y también debido a que por nuestra natural rebeldía, se nos hace más fácil aceptar las sugerencias de Dios a través de nuestros hermanos, que de esta manera se han transformado en Evangelio hecho carne: El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. 1 Jn 4.6


La exhortación


El diccionario define al verbo exhortar así: Inducir a uno con palabras y ruegos a que haga o deje de hacer una cosa. Animar.

Es un mandato evangélico que Jesús encomendó al apóstol Pablo. Al convertir su corazón en misericordioso, lo hizo apto para esa misión.

En sus cartas habla con el apasionamiento de un padre, interpretando cabalmente los sentimientos de Dios. Por eso, cuando menciona la palabra exhortación y no consejo, es porque está manifestando un consejo apasionado: Hasta que yo llegue, dedícate a la proclamación de las Escrituras, a la exhortación y a la enseñanza. 1Tim 4.13

La exhortación no consiste en comunicar la verdad, sino, inducir a la práctica de las enseñanzas recibidas. La enseñanza a veces requiere de la exhortación para que no quede exclusivamente en un acopio de conocimientos, sino que se convierta en norma de conducta y sea provechosa.

Esta da una fuerza especial y un poder de convicción muy grande, mediante los cuales se consigue que la persona a quien se dirige,  haga lo que debe hacer en un momento determinado, o se abstenga de realizar una mala acción que tiene planeada.

Pablo da unas normas muy sabias de cómo se debe ejercer con las distintas personas: No reprendas al anciano, sino exhórtalo (anímalo = estimúlalo) como un padre. Trata a los jóvenes como a hermanos, a las ancianas  como a madres, y a las jóvenes como a hermanas, con toda pureza. 1 Tim 5.1-2.

Lo que Pablo nos inculca es que debe hacerse siempre con amor: paternal, filial, o fraternal, pero nuca con dureza, de lo contrario no produciría ningún beneficio, sino una posición negativa que incita a la rebeldía.

Una característica, es la sabiduría que siempre debe acompañarla a fin de que sea eficaz. Por eso Pablo, al escribirle a Tito le dice que: debes apegarte al verdadero mensaje que se te enseñó, para que también puedas animar a otros por medio de la buena enseñanza y convencer a los que se oponen. Tit 1.9

Hoy a nosotros nos dice: Debes hablar, animar y reprender con toda autoridad (porque) es Dios el que anima a los hombres por intermedio nuestro.  2Tit 2.15; 2Co 5.20

El objeto de la exhortación puede ser muy diverso. En la Carta a los Hebreos, el autor nos invita a ello, para que no se detenga el crecimiento espiritual: Anímense mutuamente, a fin de que nadie se endurezca engañado por el pecado.  Heb 3.13

La fe cristiana es fundamentalmente testimonial y este testimonio lleva impresa una implícita exhortación espiritual de Cristo al corazón del hombre, por medio de la gracia. Por este motivo la exhortación es una parte constitutiva de la fe en Dios, a través de Cristo.

¿Se obedece esta Palabra de Dios, o por desobediencia se cae en el pecado de omisión?: El que sabe (o puede) hacer el bien y no lo hace comete pecado. Sant 4.17

El pecado consiste en negarse a amar.

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