viernes, 30 de diciembre de 2011

Dios no hace nada sin revelarlo previamente a sus hijos

Gran parte de la Sagrada Escritura está compuesta por profecías que se han ido cumpliendo y otras en proceso de cumplirse, porque:  El Señor no hace nada sin revelar su secreto a sus servidores, a los humildes.  Am 3.7; Ecli 3.20
El motivo por el cual lo hace es para fortalecernos en la virtud de la esperanza alimentando la fe y estimularnos a un cambio de conductas y cuando estas se concreten, crean que “Yo Soy”.
La palabra esperanza proviene del verbo esperar.  Desea motivarnos en la espera de la venida gloriosa de Jesús, con alegría y trabajando por y con amor.
Existe el deseo humano de querer indagar el futuro, esto no es querido por Dios y es instigado por Satanás:  Que no haya entre ustedes nadie que practique la adivinación.  Deut 18.10
El motivo de ello es para que confiemos en su Divina Providencia, que se va manifestando constantemente.  De esta manera a través de las distintas opciones que vamos haciendo, se va concretando su plan salvador sobre cada uno, todos sus hijos.
Los que todavía no están crecidos en el amor a Dios y al prójimo, ignoran que en su corazón le tienen miedo:  En el amor no hay lugar para el temor, al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo.  1Jn 4.18
Para estas personas conocer el futuro genera angustia, ansiedad = temor por lo que va a venir.  Esto dispara un mecanismo de defensa haciendo cerrar el corazón para no ser herido, lo cual actúa contra la fe.  Es lo que el demonio más desea.
Por este motivo la divulgación de las revelaciones de Dios debe ser en forma personal y a quién él se lo quiera revelar.
Para que sea en forma masiva también Dios toma la iniciativa providencial en tiempo y forma.  Y, además, va revelando etapa por etapa los acontecimientos más próximos, más inminentes, generando cambios de conductas, que espiritualmente se llama conversión.      

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