viernes, 30 de diciembre de 2011

A tus hijos nadie los podrá contar Gn16.10

¿Eres soltero/a, viudo/a, separado/a, casto/a, estéril, virgen, eunuco y no puedes engendrar un hijo?, igualmente Dios quiere participar de su paternidad y maternidad.
Así como deseamos ser padres en nuestra naturaleza biológica, Dios puso el deseo y la gracia de que también lo seamos espiritualmente y está esperando que aceptemos su invitación a ser  padre y madre de una multitud de hijos, como Abraham y Sara:  Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas.  Pues bien, así será el número de tus descendientes.  A tu esposa Sara la voy a bendecir, ella será madre de muchas naciones.  Gn 15.5; 17.6
La fe de Abraham no se debilitó aunque ya tenía casi cien años de edad y se daba cuenta de que tanto él como Sara ya estaban casi muertos, y que eran demasiado viejos para tener hijos.  No dudó ni desconfió de la promesa de Dios, sino que tuvo una fe más fuerte.  Alabó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete.  Por eso, Dios le tuvo en cuenta y lo reconoció como justo.  Rom 4.19-22
A Abraham el Señor lo hizo padre de la fe de todos los creyentes y a Sara, madre de muchas naciones.  Este fue el proyecto de Dios sobre ellos, dentro del eterno plan salvador-redentor de toda la creación.
En Jesús nos promete una paternidad y maternidad divina, coparticipada como familia del género humano; procreadora humana y cocreadora espiritual a través de la gracia en la vida    del espíritu y por obra del Espíritu Santo.
Pero, la mejor y mayor obra que nos toca en este tiempo, es la infinita gracia de construir en hombres nuevos, hombres del espíritu, el nuevo Pueblo de Dios, la familia que abarque a todos los hombres, de toda la creación, de entre toda raza y credos.
La paternidad y maternidad espiritual tienen otras exigencias, pero no limitaciones.  La exigencia consiste en una entrega generosa incondicional e ilimitada, que puede llegar incluso a la renuncia de la paternidad y maternidad natural como ofrenda.  Esta renuncia y entrega hecha por fe y con amor, desarrolla el don como carisma:  herramienta espiritual para la construcción de la Iglesia a través del Espíritu Santo, e instrumento privilegiado para la santificación personal, dentro del sacramento matrimonial.
En esta paternidad y maternidad, la cantidad de hijos es imposible poder estimar, ni siquiera imaginar, porque los nietos (espirituales), por ser herencia espiritual, también pasarían a ser hijos.  De esta manera no existe la posibilidad de hacer una especulación matemática.
Todos los que creemos en Dios tenemos por padre en la fe a Abraham.  Los que no somos judíos, también lo tenemos por padre a Pablo: 
Pablo, Apóstol de Jesucristo, saluda a Timoteo, su verdadero hijo en la fe.  A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común, le deseo la gracia.   Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a  causa de Cristo  Jesús,  te suplico a  favor de  mi  hijo Onésimo. 1Tim 1.1-2; Tit 1.4; Flm 9-10
Tu que lees estas líneas tal vez puedas llegar a ser un/a hijo/a espiritual, pero eso recién lo conoceré cuando estemos tu y yo ante la presencia de Dios.  Si fuera así, todos tus hijos espirituales, también pasarían a ser mis hijos, como así también los hijos (espirituales) de cada uno de ellos, y así sucesivamente sin límites de continuidad.
De la misma manera tus nietos (espirituales) pasarían a ser hereditariamente tus hijos espirituales y así sucesivamente sin límites de continuidad, y a tus hijos nadie los podrá contar.  Gn 16.10   

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