viernes, 30 de diciembre de 2011

El llamado y la misión

Dios nos llama a su servicio y al de nuestros hermanos, concediéndonos los dones necesarios para esa misión.  No nos pide más de lo que nos da y podemos dar.  Fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.  Ef 2.10
Al ser llamados a la existencia, todos recibimos una misión.  Esta se convierte en un camino original e inédito para cada uno, en el camino de la salvación.
En esta misión están incluidos múltiples llamados que hacen al diseño providencial del proyecto específico que Dios tiene para cada uno, para que los Principados y Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia.  Este es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor.  Ef 3.10.11
Para algunos “aparentemente” es un único llamado a una vocación profesional como médico, político, etc.  sin embargo cada día representa una llamada para que se dé una respuesta distinta y original.  Esto implica un crecimiento espiritual.
El llamado a la vida está condicionado a un contexto:  sexo, familia, lugar físico, tiempo histórico, socioeconómico y cultural, etc.  cada uno de ellos le dan individualidad, originalidad y exclusividad al llamado.
Le siguen el llamado a participar de la filiación divina (hijos adoptivos Ef 1.5) por medio del bautismo, estudio, formación de una familia, aficiones a prácticas deportivas, ejercicio profesional, etc.
El llamado por excelencia se da espiritualmente por medio de la fe.   A través de ella Dios quiere manifestarse utilizándonos como sus instrumentos evangelizadores.
El llamado está condicionado por nuestro estado espiritual y por las posibilidades de respuesta que Dios administra de acuerdo al proyecto que tiene para cada uno.
Saulo perseguía a la Iglesia, iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel.  Mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, oyó una voz que le decía:  Saulo, Saulo*, ¿por qué me persigues?  Él preguntó:  ¿Quién eres tú , Señor?  Yo soy Jesús, a quién tú persigues, le respondió la voz.  Hch 8.3; 9.3-5
En Saulo debemos sentirnos interpelados todos.  En esta interpelación el Señor nos obliga a hacer una opción fundamental, una opción de fe:  El que no está conmigo, está contra mí.  Lc 11.23
El llamado de Dios exige desprendimientos y renuncias:  familiares, amistades, bienestar económico, afectivo, social, etc.:  Jesús le dijo:  Ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Después ven y sígueme (Mt 19.21).  Sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.  Ellos atracaron las barcas y, abandonándolo todo, lo siguieron.  Lc 5.6, 11
Para que el desprendimiento sea efectivo, la renuncia debe ser total y espontánea:  Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo:  Sígueme.  El se levantó y lo siguió.  Mt 9.9
Lo que más cuesta es el poder encerrado en el dinero.  Mateo nos muestra que es posible renunciar a ese poder si tenemos los ojos puestos en la mirada de Jesús, por eso:   El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.  Cualquiera que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.  Lc 9,23; 14.33
El que quiera venir…:  Dios nos dio la libertad, voluntad e inteligencia y si bien estamos debilitados por el pecado original, por medio de la gracia tenemos su ayuda para poder hacer la opción de fe.
que renuncie a sí mismo…:  ¿Qué es renunciar a uno mismo?  Qué no es: no es negar lo que uno tiene, tampoco es hacer una renuncia injustificada.  Cuando la renuncia es justificada, es un abandono.  Qué es: es renunciar a poseer todo lo que uno es como resultado de los atributos y dones recibidos por Dios y de todos los bienes materiales y espirituales que nos dan bienestar, placer, alegría y felicidad.
que cargue con su cruz…:  La mía, solamente la mía y no la de mis seres queridos.  Apenas puedo sobrellevar la mía y con la ayuda de la gracia, como para pretender llevar la de los otros, porque cada uno tiene que llevar su propia carga.  Gal 6.5
ORACIÓN:  Jesús, concédeme la gracia de poder llevar mi cruz con gozo y alegría, para que quién me vea te vea a ti, y que tu misericordia alcance a todos los que tengan buena voluntad, para que puedan sobrellevarla de la misma manera, para tu gloria y alabanza.
Jesús dijo:  Sígueme.  El respondió:  Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.  Pero Jesús le respondió:  Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú ve a anunciar el Reino de Dios.  Otro le dijo:  Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos.  Jesús le respondió:  El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.  Lc 9.59-62
Dios no puede aceptar la incoherencia, porque es una contradicción, un antitestimonio de fe: Dan testimonio de Dios, pero con sus actos, lo niegan: son personas abominables, incapaces de cualquier obra buena.  No eres frío ni caliente.  ¡Ojalá fueras frío o caliente!  Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.  Tit 1.16; Ap 3.15-16
Dios que es verdad, vida, pureza, perfección, totalidad, etc., no puede aceptar la mentira, muerte, impureza, imperfección, mediocridad.  Todo eso es consecuencia del pecado que él transforma en instrumentos espirituales que utiliza en el trabajo de purificación y crecimiento en la vida espiritual.  No puede aceptar la mediocridad, por el contrario, esta es una ofensa al Amor que se sigue inmolando en la Cruz, por medio del misterio eucarístico.
Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el Cielo.  Mt 5.48
No debe ser interpretado como una pretensión por que sabe que la carne es débil (Mt 26.41), sino como una aspiración, una meta y por eso Jesús está pronto para completar con su designio misericordioso (Ef 1.9), lo que falta para quedar justificados en el amor.
Jesús preguntó:  ¿También ustedes quieren irse?  Simón Pedro le respondió:  Señor, ¿a quién iremos?  Tú tienes palabras de Vida eterna.  Jn 6.67-68
Jesús nos pregunta a cada uno, a todos.  Al hacer la opción de fe estamos respondiendo:  solo tú tienes palabra de vida eterna, porque eres la misma Vida.
CUENTO:  Una niña fue a sacar agua del pozo y vio que en el fondo había fruta fresca y de agradable aspecto que la hacia apetecible.  La niña estiró el brazo para alcanzarla pero no pudo lograrlo.  En el intento removía el agua y no podía localizarla, cuando se calmó volvió a intentarlo.  Después de intentarlo inútilmente tres veces, decidió vaciar el pozo para poder extraer la fruta.  Al terminar el trabajo comprobó que no había ninguna fruta.  Se sintió frustrada y decepcionada.  Muy triste, con hambre y sed, iba a regresar a su casa, sin poder llevar al menos el agua, en ese momento se encontró con alguien que pasaba, quién le preguntó por su estado.  Al contarle lo sucedido, el viajero le dijo:  mira para arriba.  La niña comprobó que la fruta que veía en el pozo, era el reflejo de lo que estaba en el árbol.  Al comprobar su error, se sonrojó de vergüenza.
Moraleja:  Todo el poder, belleza y perfección expresados en la creación, son un pálido reflejo de la naturaleza espiritual, para que aspiremos al verdadero destino, al definitivo, para el que fuimos “llamados” a participar de la existencia por medio de la vida humana.

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