viernes, 30 de diciembre de 2011

El Hombre con mayúsculas

El Hombre (con mayúsculas) es el primer don que Dios nos dio; es aquel que tiene una estatura  de persona (espiritual) de otra dimensión, la justa dimensión que le dio el Espíritu Santo, es este el proyecto original.   Las carencias afectivas ocasionadas durante los primeros años de vida, son generadoras de heridas emocionales que condicionan, limitan y coartan la libertad interior el algún área de la personalidad.  También impide amarnos con el amor necesario para tener la seguridad emocional-afectiva, que nos permita tenerlo incorporado como un referente, para poder amar a los demás.
Cuando no nos apoyamos en el amor, nos sostenemos con alguna falsa muleta como el orgullo, o una autoestima desmesurada, ya que en su justa medida, es conocerme valioso a los ojos de Dios.
Como necesitamos esta seguridad y no contamos con el amor suficiente, instintivamente lo buscamos en nuestro interior, en lo que llamamos “amor propio”, o lo generamos con la imaginación, transfiriéndolo a la realidad a través del orgullo.
En todos los casos la más afectada es la autosuficiencia.  Como medida de auxilio, la Sabiduría de Dios, dispuso que el orgullo cumpliera la función de un salvavidas.
La falta de amor produce inseguridad interior y por más que se trate de esconder u ocultar, siempre se pone de manifiesto e inconscientemente es percibida por los demás.  Sus manifestaciones son muy variadas, algunos ejemplos:  complejos, timidez, introversión, bastones o muletillas al hablar, frases repetidas, gestos que hacemos con todo el cuerpo.
Las causas que determinan la baja autoestima se deben a:  características de la personalidad, heridas emocionales y la historia que condiciona a la persona.  Esta se esconde bajo distintas manifestaciones o máscaras:
-Falta de higiene personal, desaliñado, desordenado, abandonado.  También con respecto a su vivienda, bienes, lugar y herramientas de trabajo.
-Falta de orden personal en su vida pública y privada, porque no tiene ordenado sus sentimientos y pensamientos.
-Falta de responsabilidad.  ¿Si no se es responsable ante si mismo, cómo podría llegar a serlo ante los demás?  No existe el concepto de responsabilidad, porque no existe la autoestima en el que se sustenta.  Siente: no me importa un carajo, nada me importa, nada tiene valor.
-Falta de límites con respecto a las personas.  Al no amarse no se respeta y no infunde el respeto de los demás hacia si mismo, sino por el contrario, a dejarse avasallar.
-Es servicial no como un acto generoso, sino servil, por la necesidad inconsciente en la búsqueda de amor, la necesidad de ser amado/a, comprendido/a, a través de una deuda de gratitud.
En los que el orgullo ha crecido tanto que esconden todo vestigio de herida emocional, no dejan dudas de interpretación, porque detrás del orgullo siempre hay una herida que genera  inseguridad:
-La vanidad no como un elemento cualitativo que hace a la personalidad, sino como una forma compulsiva que la condiciona.  Su pensamiento gira sobre prendas, cosméticos, artículos de confort, etc., con los que busca llenar su vacio de seguridad interior.
-Personalidad estructurada, re-organizada, súper-ordenada.  Si por algún motivo accidental se rompe el orden preestablecido, se destruye su castillo de arena, su utópica seguridad.
-La actividad (profesional, artística, deportiva, etc.) como una evasión de la realidad.  Para tal fin concentra en ella toda su capacidad emocional al igual que un niño con su juguete.  Al igual que el niño se gratifica con su autito impulsado por su mano, lo hace el adulto con su trabajo, cuando no esta emocionalmente sano.  Transforma el medio, en un fin en si mismo.
-El trabajo al no estar orientado para la realización personal, a partir de un espíritu generoso de servicio, se transforma en activismo y la remuneración económica al no cumplir un proyecto espiritual específico y preestablecido, condiciona a un espíritu ambicioso de dinero, poder, bienes y servicios.
Esta persona tiene invertido los valores, cree de buena fe que sirve a las personas con su trabajo, cuando en realidad se sirve de ellas para sostener su autoestima, gratificando su ego con una actitud narcisista.  Hace del trabajo un culto buscando reconocimiento, aprobación, que a la manera de estímulo lo lleva al crecimiento laboral, pero no es tan bueno como el cree, o le hacen creer, ¿quién le podría hacer ver lo contrario?  Su orgullo se lo impide.
-Falta de valores en los que se sustente toda su realidad existencial, como por ejemplo:  vida, salud, bienes, etc.  Esto sucede porque el valor de “todas” las cosas están motivadas en función del amor y para amar, pues nada tiene valor en si misma, sino en el que nosotros le damos:  Todo es puro para los puros. En cambio, para los que están contaminados y para los incrédulos, nada es puro.  Tit 1.15
TESTIMONIO:  Desde mayo de 1977 a diciembre de 1978 me desempeñé como inspector de la Dirección Nacional de Recaudación Previsional,  Salía en operativos para verificar los pago de los aportes previsionales a distintos pueblos, donde me precedía la fama de intimador implacable.  Era justo y no dejaba pasar ningún pago fuera de término sin intimar la deuda correspondiente por mora.  Trabajaba de inspector, pero yo “me sentía” inspector. 
Esto sucede porque al tener un vacio emocional adquirí una falsa personalidad (me puse una máscara) que me brindaba el ejercicio profesional.  Lo pude comprobar solo parcialmente mucho tiempo después, pero recién hoy puedo comprenderlo, porque es necesaria la salud emocional para poder tener una visión objetiva sobre la propia historia personal.
La estructuración, esquematización en la forma de trabajo, más que un orden y organización, revela que fuera de esa seguridad no puede funcionar, porque no tiene libertad interior para tomar decisiones, pues la inseguridad emocional coarta esta libertad.
Desde que nacemos nos apoyamos en el ego, que en el transcurso de la vida se va desplazando en múltiples manifestaciones:  dinero, poder, sexo, etc.  Estos pasan a ocupar el lugar que Dios dispuso para si mismo en el corazón del hombre.  Por tal motivo, para dar la oportunidad del encuentro con Dios, el Espíritu Santo toma la iniciativa al desplazar el centro de gravedad hacia él. 
Al apoyarnos en el ego nos sentimos frustrados, porque promete pero no cumple con la necesidad del corazón.  Por el contrario, al desplazarlo hacia Jesús, el Espíritu Santo trabaja con nosotros y a favor nuestro, construyendo la confianza.
El pecado original nos dejó la tendencia viciada a caer en el orgullo, y la persona por más crecida que esté en el amor a Dios, mantiene la tendencia a la independencia, a la autodeterminación, autosuficiencia.
Es como un niño que llevado por el entusiasmo, al desprenderse de la mano de su padre, en la aglomeración de gente se extravía.  El niño no pudo medir las consecuencias, pero el padre debe preverla, y nuestro padre las prevé.
Como Dios conoce todas nuestras debilidades, siempre nos protege providencialmente de caer en pecado, aún de los veniales (los generados por debilidad), pero a veces los permite, como parte de su pedagogía salvadora, porque Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman.  Rom 8.28
A veces se hace necesaria una “caída” (dar con el rostro en tierra) que nos humille, para permitirnos poder pisar tierra, este es precisamente el significado de la palabra humillación, y siguiendo con la imagen del niño, permitir reencontrar la mano del padre.
Esta pedagogía de Dios es para enseñarnos y a su vez protegernos de no caer en el pecado de orgullo, madre generadora de todos los demás.
El orgullo, en principio es un espíritu de rebeldía, por este motivo es diabólico, y aunque la persona no lo comprenda, su espíritu se opone al Espíritu Santo:  Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo (coloque aquí su nombre) rebelde, que va por un mal camino, tras sus propios designios.  Is 65.2
Es como un automóvil (simboliza nuestra vida) que lanzado a gran velocidad en la carretera, ante un obstáculo, no alcanza a frenar para evitar el choque.
Dios nos advierte de los peligros a través de su Ley, su Palabra escrita y proclamada, como las señales del camino.  Pero la historia personal, junto con la vida de pecado, se asemeja a un automovilista que por no obedecer las señales del camino, se encuentra con un precipicio y no tiene el tiempo necesario para la frenada.
La inseguridad pública y privada, también en el orden económico y político, la falta de justicia e impunidad, degradación ético-moral de las costumbres y normas de convivencia, van llevando a toda la sociedad a un cuestionamiento y posicionamiento espiritual.
La mayoría, po un impulso instintivo de protección y supervivencia, los hace encerrarse en si mismos.  Esto que debería ser circunstancial y provisorio, al hacerse permanente se convierte en egoísmo, que es condenado por Jesús.
Este sentimiento lo lleva a apoyarse en su propio criterio, alimentando el orgullo.
Todos necesitamos una seguridad que debería estar fundamentada en Dios, para algunos está en lo económico, laboral, sentimental, etc., y si se la suprime genera alteraciones síquicas y emocionales, con implicancias en toda la salud.  
El instinto de supervivencia nos induce a buscar en el ego los motivos para generar una seguridad.
El orgullo es una “aparente” seguridad, que en forma “provisoria” nos permite salvar una situación, pero no se puede apoyar permanentemente en el.  Al sobredimensionar la “supuesta” seguridad que nos dan:  dinero, poder, vanidad, etc., estas se transforman hipotéticamente,  pero de hecho, realmente en dioses:  Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón (Mt 6.21)  No se puede servir a Dios y al Dinero (Mt 6.24).  En este caso, Dinero con mayúscula representa “todo” otro interés que desplace a Dios del primer lugar en el corazón.
El salvavidas es indispensable para “salvar” la vida, pero no puede utilizarse como una “forma de vida”.  Si un náufrago prolongara mucho tiempo en esa precaria condición, el cansancio y la debilidad lo llevarían a la muerte.  De la misma manera el orgullo llevaría a la muerte espiritual, si Dios no interviniera providencialmente en su auxilio.
El orgullo condiciona a un amor egocéntrico, que lo coloca en el centro de la creación, desplazando a Dios para colocarse en su lugar.  Esto se produce inconscientemente pero en forma real, porque al no poner en el centro a Cristo, ponemos al ego en su lugar.
La personalidad orgullosa, convierte el pensamiento propio como fuente de verdades incuestionables, su camino conduce a la soberbia, y su consecuencia es la ceguera intelectual y espiritual:  Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán.  Porque el corazón de este pueblo (coloque su nombre) se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda.  Mt 13.15
No pueden escuchar mi palabra porque tienen por padre  al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre.  Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él.  Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira.  Pero a mi no me creen porque les digo la verdad.  Y si les digo la verdad, ¿por qué no me creen?  El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan es porque no son de Dios.  Jn 8.43-47
La debilidad espiritual-psicológica originada por el pecado, nos condiciona a una tendencia analítica desde el racionalismo, a la subjetividad.
Para adquirir la objetividad que nos permita descubrir la verdad, tenemos que mirar con  los ojos de Jesús y con su corazón.  La mirada que Cristo nos propone, es mirar en y desde el corazón de cada persona, tratando de encontrar en él a la verdad de Dios:  la verdad de Dios encerrada en cada corazón humano, con la que nos quiere enriquecer por medio de la gracia.
El orgullo produce un círculo vicioso que genera egoísmo, condiciona favorablemente al egocentrismo y egolatría, que llevan a negar al Amor y a “todos” los pecados, porque todo pecado es una negación a amar.
Para bajarnos del pedestal en el que nos subimos mediante el orgullo, son necesarias las humillaciones.  Estas son anclas que nos mantienen unidos y bien firmes en tierra, que es nuestra realidad.  La palabra humildad proviene de humus = tierra.  Otra acepción:  verdad.
En principio, humillación es toda limitación que afecte a nuestra naturaleza física y espiritual, a deseos, ilusiones y proyectos, y que nos hacen aterrizar, volver a la realidad = verdad.
La necesidad de Dios en la vida del hombre, está determinada por la inseguridad emocional inherente a la condición humana, que nos hace necesitados de puntos de apoyo, que nos brinde confianza para poder sostenerla.  Estos puntos de apoyo son como el centro de gravedad en los que se apoya cualquier objeto físico.
El proyecto de Dios, es que por medio del amor y la humildad nos apoyemos “totalmente” en Cristo, a través del Espíritu Santo.  De lo contrario egoístamente nos apoyamos en el orgullo.  No existe otro dios fuera de Dios.
Esto se concreta a través de un proceso generador de inseguridad dentro del proyecto salvador providencial  para cada uno, todos sus hijos, para proponerse él como el salvavidas, el que resume en si mismo todas las seguridades que necesita el corazón humano.
Por medio del sufrimiento y cualquier otra humillación Dios nos da la oportunidad para que nos desprendamos de la pesada carga del orgullo, que fuimos construyendo durante nuestra vida y que oprime el corazón.  Este desprendimiento se produce por medio de un proceso doloroso (o no), en tiempo y forma proporcionales a la resistencia del corazón a la gracia, que es fundamentalmente de humillación espiritual.
Su fin es la aceptación del reinado de Cristo en nosotros y para ello debe producirse el derrocamiento del rey y dios ego, sobre el cual giran nuestras vidas y continuamente le rendimos pleitesía.  Al aceptar su reinado, su voluntad se hace carne en nosotros, por medio de la adhesión de nuestro espíritu a su Espíritu.
Como todo padre, Dios no quiere que sus hijos se hagan daño y por ello sufran, por este motivo, el Señor corrige al que ama.  Heb 12.6
Ejemplo:  si el trabajo se convirtiera en un dios, el Espíritu Santo debe desplazar el centro emocional-afectivo hacia la Persona de Cristo.  Para ello utiliza una amplia batería de recursos providenciales, que concurren sincronizadamente en tiempo y forma, para llegar al resultado previsto “DESDE TODA LA ETERMIDAD”.
En todo caso tratará de minimizar los inconvenientes que se ocasione: no perjudicar la posibilidad del sustento propio y el de la familia.  En la eventualidad en que la obstinación y terquedad en no querer aceptar la corrección, Dios se verá obligado a una cirugía mayor, que mirando a la salud del hijo, siempre será menor el daño y el dolor, teniendo la mirada puesta en la salud para la vida eterna:  Porque nuestros padres sólo nos corrigen por un breve tiempo y de acuerdo con su criterio.  Dios, en cambio, nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad.  Heb 12.10
Así me habló el Señor:  Ve a comprarte una faja de lino; te la ajustarás a la cintura, pero no la meterás en el agua.  Yo compré la faja, conforme a la palabra del Señor, y me la ajusté a la cintura.  La palabra del Señor me llegó por segunda vez, en estos términos:  Toma la faja que llevas puesta en la cintura.  Ve a Perat y escóndela en la hendidura de una roca.  Yo fui a esconderla en Perat, como el Señor me lo había ordenado.  Al cabo de muchos días, el Señor me dijo: Ve enseguida a Perat y recoge la faja que yo te mandé esconder allí.  Yo fui a Perat, cavé y recogí la faja del lugar donde la había escondido:  la faja estaba estropeada, no servía para nada.  Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos:  Así habla el Señor:  De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá (coloque su nombre) y el gran orgullo de Jerusalén (aquí también).  Este pueblo malvado, que se niega a escuchar mis palabras, que sigue los impulsos de su corazón obstinado, que va detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, será como esta faja que ya no sirve para nada.  Porque así como la faja se adhiere a la cintura del hombre, así yo me había adherido a toda la casa de Judá para que ellos fueran mi pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria.  ¡Pero no han escuchado!  Jr 13.1-11
Como consecuencia de esta palabra concluiremos que el orgullo lleva al hombre a la humillación (Prov 29.23), pero también, el que respeta al Señor, con su Sabiduría, se mantiene alejado el orgullo.  Ecli 15.1,8
Si tienes una cualidad especial, un don personal algo que te hace sentir superior, ¿con qué derecho te distingues de los demás? ¿Y que tienes que no hayas recibido? (1Cor 4.7), pues todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre (Sant 1.17).  Porque Dios es el que produce en ustedes el querer (ser empleado, profesional, etc.) y el hacer (ser “buen” empleado, profesional, etc.), conforme a su designio de amor.  Flp 2.13
Ahora bien, con la conducción del Espíritu Santo, Dios nos hace nuevas creaturas, más aún, hombres nuevos.  Impronta de su gloria, o sea más libre, más consciente y más solidario, cumpliendo nuestro justo papel en la historia, conscientes del justo valor a los ojos de Dios y de los hombres y también conscientes de las propias limitaciones; con una capacidad para la solidaridad, que deja el egoísmo atrás, vive desapegado de los bienes materiales, los cuales son un simple instrumento de servicio para la gloria de Dios.
Es el Hombre que ya no es esclavo de las circunstancias sino que es forjador de la historia, transformador de la sociedad y constructor del Hombre nuevo, y el mundo nuevo inaugurados por la muerte y resurrección de Cristo Jesús.

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