viernes, 30 de diciembre de 2011

La renuncia es el camino del discípulo

Según el diccionario es:  Privarse, en servicio a Dios y/o para el bien del prójimo, de hacer su propia voluntad.
Renuncia a mis proyectos, espiritualmente es dejar la mochila pesada que nos dificulta el camino para obedecer el llamado de Dios, que nos hace a través de su Hijo Jesús (esto es sanación).  Por este motivo Dios mismo sale a nuestro encuentro (Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó Lc 15.20) para ayudarnos a que “podamos” obedecerlo.
Toda persona fue creada a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos (Ef 2.10).  el proyecto salvador-redentor de Dios tiene una lógica y criterios divinos a los que se deben tratar en lo posible de conocer y comprender.  Al que desea comprenderlos, el Espíritu de Dios le concede el discernimiento que es proporcional al deseo y voluntad de obedecerlos.  El criterio de Dios no es un misterio, está claramente expresado en el Evangelio, pero difiere totalmente del humano y al cual no se podría acceder sin el auxilio de la gracia.
Para el hombre natural, la vida tiene un sentido único e intrascendente, por lo tanto es exclusivamente utilitario.  Para Dios la vida es un camino que se inicia en la eternidad, en su corazón, continua en un proceso biológico evolutivo, para lo cual se hace necesario insertarlo en la dimensión tiempo.  Este proceso es un camino de aprendizaje en el amor, luego del cual volverá a Dios con los méritos o deméritos adquiridos, para ser amado por él.
El pecado es una desobediencia a Dios, una oposición a su proyecto.  Para restaurar el infinito daño ocasionado a su Justicia, era necesario una reparación que humanamente era imposible de realizar.  Para ello se encarnó Jesús, que por ser Dios, pudo satisfacer dicha reparación por medio de la obediencia llevada al martirio de su Pasión.  El camino hacia Dios se realiza por medio de la obediencia motivada por y con amor.  Esta obediencia exige renuncias:  Ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a que precio!  Cristo murió por todos, a fin de que los que viven no vivan para si mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.  1Cor 6,19-20; 2Cor 5.15
En la medida que el hombre va haciendo el bien , se va haciendo más libre, porque la verdadera libertad está al servicio del bien y la justicia.  La desobediencia y el mal son un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (Rom 6.17, CIC 1733), porque pecado es rechazo y oposición a Dios (CIC 386).  CIC: Catecismo de la Iglesia Católica.
No somos animales humanos, debemos cumplir objetivos precisos y predeterminados, por lo tanto no tenemos la libertad de hacer lo que queramos, eso es libertinaje.  La libertad según el criterio de Dios, es hacer la opción que se adapte a cada persona en tiempo, forma y lugar, lo que constituye objetivamente en el mejor bien:  ¡Ay de los hijos rebeldes, que hacen planes sin contar conmigo y proyectos que yo no les inspiro!  Todo el día tendí mis manos para atraer a un pueblo rebelde que iba por caminos perversos, siguiendo sus propios caprichos.  Is 30.1; 65.2
Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.  Si, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos (Mt 19.23-24):  Sin descartar la riqueza material, en el tema que nos ocupa nos referimos a la espiritual.
Está compuesta  por dones, carismas y todo bien intelectual-espiritual.  Esta riqueza que Dios nos concede es para la construcción de la Iglesia.
Todos necesitamos una seguridad que está fundamentada en el amor y contribuye lo  económico, laboral, sentimental, etc.  Si esta se suprime, genera alteraciones síquicas y emocionales  que comprometen la salud.  El instinto de supervivencia nos induce a buscar en el ego los motivos para encontrar una seguridad.
Cuando no ponemos nuestra seguridad en el Señor, él genera una inseguridad para proponerse el mismo para el dispuesto a servirlo, es el de generar una inseguridad permanente, para proponerse él mismo para el que tenga disponibilidad en su corazón.
Esta tiene diferentes manifestaciones, y no es solamente un proceso de preparación y capacitación para la misión, sino que será permanente.  Para diferenciarla, mencionaré tres etapas: 
Primera:  El Señor logrará una desprogramación de todos nuestros hábitos y rutinas cotidianas que nos tienen estructurados (sin libertad interior y sin elasticidad) laboral, familiar, económicamente, etc.
Por medio de las renuncias, lentamente nos irá llevando al cambio y disponibilidad en los horarios de descanso, comidas, hasta para las necesidades fisiológicas básicas.  Esto nos permite comprender como el amor de Dios está en los pequeños detalles para ir acompañándonos en la conformación a su corazón, para llegar a ser otros cristos.
Segunda:  La paz, alegría y gozo espiritual con las que nos llena el Señor, se transforman en un  hambre y sed espiritual con las que nos tiene divinamente atrapados y para nuestra felicidad y gloria eterna.
Tercera:  La experiencia y el conocimiento del pensamiento de Dios brinda cierta seguridad, pero él se encarga de mantener el espíritu de inseguridad para protegernos de la tendencia al orgullo.  Esta tendencia nos lleva a hacerle decir cosas que él no dice y de atribuirle pensamientos que no son suyos.
Además, siempre tiene originalidad, siempre se renueva y esto en si mismo, ya es desestabilizante para el criterio humano.
La escuela de la renuncia es básica para “todo” discípulo (El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo  Lc 9.23), consiste en un camino de humillación que el Señor dosifica por amor hacia nosotros, con paz y gozo espirituales, para que sea un motivo de crecimiento espiritual.
Si bien siempre somos “útiles” porque Dios dispone todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman (Rom 8.28), sin embargo, es justamente en este momento cuando nos hacemos aptos para colaborar “activamente” en el proyecto que Dios dispuso para cada uno, todos sus hijos, cuando nos pensó desde toda la eternidad y cuando nos pensó nos amó con un amor eterno.
Hay distintos grados de renuncias, cada una abre una puerta a una etapa espiritual que el Señor quiere restaurar, sanar y hacer crecer espiritualmente.  La más grande es la de permitirle que él reine en “toda” nuestra vida, cediéndole todo derecho a decidir y obrar por nuestra propia cuenta, es decir con espíritu independiente, de autonomía, respecto al criterio y deseos de Dios.
Para ello utiliza infinidad de medidas que implican pequeñas renuncias:  cambios de hábitos y costumbres por distintos motivos, cambio de vivienda, de convivencia familiar, laboral, etc.  Cada una de ellas se suman para desestabilizar emocionalmente a la persona, involucrando su salud.  Al hacer crisis, el Espíritu Santo la lleva a hacer la opción de fe, es decir, ayudando con la gracia para que le de permiso a Jesús, para que sea su sanador-salvador.
Jesús le dijo:  Sígueme.  El respondió:  Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.  Pero Jesús le respondió:  Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios.  Otro le dijo:  Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos.  Jesús le respondió:  El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.  Lc 9.59-62
Para concretar su proyecto sobre el futuro servidor, Dios lo condiciona a numerosas renuncias, así lograr desapegos a la voluntad y proyectos propios:
· Permite problemas económico-laborales, para que vaya creciendo en el apoyo de su amor, bajo la forma de la Divina Providencia.
· También problemas familiares y de salud que afectan a la independencia personal, por la autosuficiencia, para hacer tomar conciencia de ello.
· Fracasos y frustraciones en todas sus manifestaciones, para que se vaya haciendo carne el espíritu de Rom 8.28:  Dios dispone todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman; justamente en “todas”.  Esto va haciendo crecer en humildad y disponibilidad.
Demás está decir que cambia el corazón y otorga discernimiento o revelaciones para acompañar todo este procedo, de lo contrario, no solamente provocaría su rechazo, sino que por ignorancia hasta lo sabotearía.
Una vez crecidos en esta disponibilidad, nos deja en un estado de dependencia total, que desde lo humano es humillante y frustrante, pero espiritualmente se lo goza porque es fruto de un amor entregado y compartido.
Además es la única forma de que nuestro espíritu pueda obedecer al Espíritu de Dios.  Esto lo testimonia Pablo:  Para que no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere.  Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió:  Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad.  2Cor 12.7-9
La renuncia que Cristo nos pide es total:  libertad para disponer de descanso, esparcimiento, afectos, etc., comodidades para viajar, comer, dormir y hasta las básicas necesidades fisiológicas, cuando y donde él quiera.
Sobre una amplia variedad de necesidades a las que el Señor puede llegar a prestar un servicio, se presentan situaciones que implican asumir actos generosos.  Algunos ejemplos:
· Interrupción del sueño por una llamada, o por la presencia de alguien que necesita ayuda.
· Salida en una cruda noche de invierno, o bajo una lluvia torrencial por alguien que lo necesita.
· Llegar tarde a la hora de comer y tener que hacerlo solo, con una comida fría.
· Tener que soportar la presión de los esfínteres, por las necesidades contenidas.
· Estar muertos de frío o calor y no poder evitarlo, por la necesidad de cumplir con el servicio.
· No estar física o emocionalmente bien, pero por obediencia al Amor, no lo utiliza como excusa. 
· Renuncias breves o no, pero permanentes a afectos familiares: diálogo con esposo/a, hijos, etc.

He aprendido a hacer frente a cualquier situación.  Yo se vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; a la saciedad como al hambre, a tener de sobra que a no tener nada.  Flp 4.11-12
Dios compensa con libertad interior, paz en el corazón y gozo espiritual permanente, sanación interior personal, matrimonial y con los hijos y lo hace testigo privilegiado e instrumento de su gloria y poder.
Esto puesto en palabra parece muy frío, pero para la persona que el Señor levanta de la cama una noche muy fría, sacrifica el único día de la semana que tiene para compartir con su hijo pequeño, que lo necesita, que no le gusta viajar, etc., parece un sacrificio muy grande.  Si, lo es.  Más aún, si este sacrificio no tiene límites en el tiempo.
Si, es un sacrificio, pero a medida de que se crece espiritualmente estas renuncias por obra de la gracia, el amor se va haciendo cada vez más pleno, y deja de ser sacrificio para convertirse en una “respuesta de amor”.
Jesús respondió:  Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna.  Lc 18.29-30
A la disponibilidad le es indispensable la generosidad, para poder obedecer a las necesidades del proyecto de Dios.
No es exagerado afirmar que estas virtudes asumen el grado de heroicas, porque implican el sometimiento total del ego.
Nos pide generosidad y disponibilidad. Todos en un rincón del corazón nos resistimos a entregar algo, en algunos pueden ser los afectos, en otros el sexo, esparcimiento, placeres culinarios, etc.
Para los que tienen un corazón disponible es una batalla más que el Señor debe ganar, pero para el que no lo está, es como la parábola del joven rico:  Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres.  Después, ven y sígueme.  El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado.  Mc 10.21-22
La gran mayoría de los que desean servir al Señor, cuando deben hacer la opción fundamental:  renuncia a los pequeños dioses o ídolos, que representan los distintos afectos, se transforman en el joven rico de la parábola.
Estos ídolos son:  el trabajo como activismo, el dinero como ambición, dependencia afectiva familiar, pereza como hábito de vida, esparcimiento como evasión, etc. 
Al hacer esta opción, de hecho se han colocado en la vereda de enfrente y por la incoherencia (Hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus actos lo niegan  Tit 1.16), se transforma en una contradicción, un antitestimonio cristiano.
Quién dice que pretende servir al Señor, en realidad se sirve de él para su propia gloria, y aunque esto sea inconsciente, no por ello deja de ser real.
Al apoyarse en el ego, sierra el corazón al amor, por lo tanto el servicio no está motivado por el.  Se sirve del Señor para beneficio propio, aunque de buena fe crea que lo está sirviendo a él.
Dice Jesús:  La mayoría de los cristianos ha rechazado a Cristo, porque en lugar de Cristo, se ha puesto a si mismo o al poder, el dinero, la carne.  Han cambiado una eternidad de gloria por una hora de gloria terrena.  Han vendido por treinta monedas su alma a Satanás.  Son los judas de su alma.  Me indignan y me dan pena.  Si, también pena, porque Yo soy Dios de la misericordia y siento piedad de mis hijos extraviados*.
* Pág. 181 del libro Los Cuadernos 1943, de la mística María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano, Italia.
La dependencia que Dios desea de nosotros es semejante a la de un bebé.  En realidad todos somos espiritualmente un bebé, porque dependemos totalmente de él, pero el hecho de que lo hagamos voluntariamente con disponibilidad, es fruto de la fe motivada por el amor.
Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos, (porque) si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos.  Mt  10.14; 18.3
La Santísima Virgen en Medjugorje pone el centro de su mensaje en el fundamental paso del abandono, condición esencial y necesaria para poder entrar en comunión con la vida del Padre.  Este es de hecho el único ofrecimiento agradable a Dios, que no quiere nada de vosotros, solo vuestro abandono.  (Mensaje 25-05-89)
Abandono es estar sin protección, desvalido.  La imagen más perfecta del abandono confiado y por amor, está representada por un bebé parado sobre una mesa, que se tira al vacío, para ser recibido por los brazos del padre que lo está esperando, con festejos y besos.
Esto no es necesario explicarlo en el bebé pero si en el adulto.  En el adulto existe la desconfianza y temor por falta de fe en esos brazos:  Cuando todavía estaba lejos (por los pecados), su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.  Lc 15.20
La unión de los corazones enamorados hace sentir como propios los deseos del amado, hasta adelantarse en el deseo de complacerlo.  Esto vulgarmente se dice:  me robó la voluntad.  De la misma manera para con Dios, el discípulo no espera que su Maestro, Jesús, le diga lo que debe hacer, porque el amor le motiva a responder al Amor. 
Es tener el mismo pensamiento (1Cor 2.16), sentimiento (Flp 2.5), corazón (Gal 2.20), identificarse con el ser amado hasta hacerse uno con él. 
El desprendimiento debe llegar hasta lo más profundo:  Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta de su propia vida, no puede ser mi discípulo.  De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo  lo que posee, no puede ser mi discípulo.  Lc 14.26-27, 33
También, Pablo al afirmar:  Ya no vivo yo, sino que           Cristo vive en mí (Gal 2.20), está confirmando esta unión perfecta que crea la dependencia del enamorado con el Amor.
Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber, no se inquieten.  El Padre sabe que ustedes las necesitan.  Busquen mas bien su Reino y lo demás se les dará por añadidura.  No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.  Lc 12.29-32
Estas palabras encierran un profundo mensaje de amor.  La dependencia afectuosa que Dios nos propone, supone un intercambio confiado de interese:  yo me ocupo de las cosas de mi Padre, para que por este acto de fe, él pueda ocuparse de las mías.  Porque Dios quiere darme no “un poco” y lo que “hoy” necesito, sino que quiere darme “todo” y para ”siempre”; el Reino, con todos sus bienes y riquezas.
Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.  El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.  Jn 15.4-5
El que permanece en mí…:  Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones si las hacemos con amor, por los méritos de Cristo dan frutos proporcionales a ese amor.  En realidad es Dios el que hace todo lo que es bueno y perfecto (Sant 1.17) en nosotros, para lo cual el Espíritu Santo obra en nuestro corazón.  Únicamente por nuestra disponibilidad y docilidad hacia él, adquirimos los méritos ante Dios.
Porque separados de mí…:  Muchos podrían decir:  yo hago muchas cosas buenas.  Pérdida de tiempo, trabajos y sacrificios inútiles que debido a la ceguera espiritual por el orgullo, recién podrán verlos cuando estén ante la presencia de Dios.  Será tarde para reparar semejante error.
Al pedirnos que seamos perfectos (Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo  Mt 5.48), ¿qué nos está pidiendo?  Una cosa es segura, no se refiere sobre la naturaleza humana, pues sabe que es imposible, porque la carne es débil (Mt 26.41), por el contrario se refiere específicamente sobre el espíritu.
La perfección consiste en la “obediencia perfecta”.  Por perfecta me refiero al espíritu que la inspira:  cuando uno obedece por obligación, necesidad, o compromiso no existe mérito alguno, porque en ello no se pone el corazón, es decir uno mismo.  Por el contrario cuando uno pone el corazón en la obediencia, se quiere cumplir hasta con los más íntimos deseos y sentimientos aún no expresados de Cristo, y esto aunque no se lo pudiera concretar en un hecho, Dios ya lo aceptó, porque el “mira” el interior del corazón.
Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero le dijo:  Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.  El respondió:  No quiero.  Pero después se arrepintió y fue.  Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió:  Voy, señor, pero no fue.  ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?.  El primero, le respondieron.  Jesús les dijo (nos dice):  Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes   al Reino de Dios.  Mt 21.28-31
Los únicos que pueden lograr esta obediencia son los conducidos por el Espíritu de Dios (Rom 8.14).  En esto consiste la santidad a la que todos estamos llamados.
Esta obediencia perfecta es la mayor alabanza que el hombre puede tributar a Dios, porque se reconoce a si mismo creatura y a Dios como Padre, y porque somete libremente su voluntad a la de Dios, con y por amor; dejando de lado proyectos propios, para asumir como tales a los suyos.
Por medio de la obediencia perfecta, el mismo Espíritu Santo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.  Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados por él.  Rom 8.16-17
La renuncia es “el” camino a la obediencia perfecta.
¿Estás obedeciendo a lo que Dios te pide?    

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenidos

Bienvenidos a Luz del Espíritu Santo.