viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Feliz cumpleaños o cumpleaños felices?


El cristiano no debe festejar un cumpleaños, no uno, sino tres.  Nací el 25 de diciembre de 1946 y fui bautizado el 5 de enero de 1947, ¿Qué edad tengo?*
* Escrito el 26 de diciembre de 1997.
Seguramente usted responderá 51 años, es verdad, pero no “toda” la verdad, sólo una parte de ella.
Mi espíritu humano Dios lo creó en la eternidad y lo engendró en el tiempo junto con la fecundación de la célula huevo o cigota, de mi madre, por el espermatozoide de mi padre.  Desde ese instante comienza mi existencia humana.
Si hubiera muerto antes de nacer mi espíritu hubiera sido probado por ciencia infusa (infundida, otorgada), para poder efectuar la opción que todo espíritu debe hacer:  aceptar o rechazar a Dios.  Este no es mi caso.

1-   El 25 de diciembre cumplí 51 años según la carne.
2-   Ese mismo día mi espíritu humano cumplió 51 años y 9 meses de vida, según el Espíritu de Dios.
3-   Al 25 de diciembre me faltan 10 días para festejar otro cumpleaños, el correspondiente al nacimiento de la vida de la gracia, como hermano de Cristo e hijo adoptivo de Dios  (Ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, Padre.  Rom 8.15), por medio del Sacramento Bautismal.


Los que vivimos en la fe, amamos a Dios y a cada una, todas  las personas en las que él desea ser amado; por este mismo amor, el Espíritu Santo nos hace revalorizar y vivir gozosamente todas las cosas de él.
El 5 de enero de 1998 festejaré interiormente agradeciéndole a Cristo el haberme salvado y redimido, permitiéndome ser su hermano, para poder participar de esta manera de la filiación divina, y al Espíritu Santo por haberme ayudado constante y continuamente en el crecimiento en el amor.
El 25 de marzo festejaré los 52 años de existencia de mi espíritu humano; en el que Dios pensó desde toda la eternidad, y cuando me pensó me amó con un amor eterno; por eso  ese día comenzó mi existencia en el tiempo.
El título:  ¿Feliz cumpleaños, o cumpleaños felices?,  parece un juego de palabras pero no lo es.  Feliz cumpleaños es una expresión de deseo y cumpleaños feliz, la afirmación de un hecho objetivo.
Con la sinceridad de quién habla desde el corazón, debo decir que humanamente me pone triste cumplir años (aunque no sea consciente de ello):  porque es un año menos de vida que me queda sobre la tierra y principalmente porque con cada año se acentúan las evidencias del envejecimiento, que producen humillación a la vanidad de la belleza física y las limitaciones a la autosuficiencia que otorga la vitalidad.
De la misma manera también debo decir que espiritualmente me pone alegre, porque:  estoy un año más cerca de la presencia del Señor y principalmente porque a medida que físicamente voy envejeciendo, interiormente me voy renovando (Aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. 2Cor 4.16), para llegar a la plenitud que Dios espera de mí. 
Esta es la oportunidad para meditar sobre el gran misterio de la creación, del que paso de ser espectador a protagonista.  A la pregunta:  ¿para que fui creado?  La Palabra me dice:  …para alabanza de la gloria de su gracia que nos dio en su Hijo muy querido (Ef 1.6), que traducido al lenguaje occidental de hoy me dice:  Para alabanza de la gloria merecida por los méritos de Jesús, que les confiere a ustedes la sobreabundancia de la dádiva de mi amor que se manifiesta en la provisión de “todo” lo que ustedes necesitan, tanto material como espiritual, para ser felices aquí abajo en la tierra, como arriba en el cielo. 
Si no entendí mal, fui creado para alabar en la libertad del amor y en ello se encuentra la plenitud de la felicidad a la que el hombre pueda aspirar.  ¡Que desconocido es esto en la Santa Iglesia de Dios!...
La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios (CIC 2639), y es la más rápida que permite abrir emocionalmente el corazón (Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz, y me abre, entraré en su casa. Ap 3.20), dejándonos amar por Dios.  (CIC:  Catecismo de la Iglesia Católica).
Por medio de la alabanza favorecemos que se concrete el deseo de Dios en nosotros, que incluye la sanación física y espiritual.  
Esto no necesariamente se debe producir en forma inmediata.  Generalmente se produce como resultado de un “proceso amoroso”, que consiste en la alabanza (= expresión amorosa de un corazón agradecido) y la reciprocidad por parte de Dios, que no se deja ganar en generosidad (beso de Dios en el corazón del hombre).
Hermano, este es mi testimonio que utilizó el Señor como ejemplo para que tú te decidas a agradecerle a Dios por tus tres cumpleaños.  Tres agradecimientos:  uno por el Padre que pensó en ti desde toda la eternidad, y cuando te pensó te amó con un amor eterno; el segundo para Jesús, Nuestro Salvador, y el tercero para el que hizo posible esta extraordinaria empresa amorosa de Dios, el Espíritu Santo de Amor, nuestro Intercesor, Defensor y Protector. 

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