viernes, 30 de diciembre de 2011

El proyecto de Dios sobre la Renovación Carismática

Las curaciones de enfermedades y la expulsión de demonios eran utilizados por Jesús, para confirmar su mensaje de salvación, testimoniando que era el enviado, el ungido de Dios             (= Mesías, palabra griega equivalente a Cristo).
Por este motivo al enviar a los apóstoles les dio el “poder” de hacer milagros, signos y prodigios, para lo cual no fue necesario hacer una efusión del Espíritu Santo:  Jesús convocó a los doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades.  Lc 9.1
Como los apóstoles no daban abasto con las necesidades de la gente, el Señor designó a otros setenta y dos y los mandó de dos en dos.  Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.  Lc 10.1, 19
Previendo la continuidad en el tiempo de su pastoral evangelizadora y de que la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos (Lc 10.2), confiere esta autoridad a todos los creyentes:  Y estos prodigios acompañarán a los que crean:  arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.  Mc 16.17-18
Jesús prometió a sus apóstoles que les enviaría el Paráclito:  Yo rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes.  Por este motivo, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes.  Pero si me voy se lo enviaré.   Jn 14.16; Jn 16.7
Al darle las últimas instrucciones, sopló sobre ellos y añadió:  Reciban el Espíritu Santo.  Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.  Y también les dijo:  Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.  Jn 20.22-23; Lc 24.49
El Espíritu Santo que Jesús infundió a los apóstoles, al soplar sobre ellos, está relacionado con el sacramento de la Reconciliación y además en preparación para la disponibilidad a la recepción que se produciría en Pentecostés.
Se supone que al estar en permanente contacto con Jesús durante tres años, es suficiente para un crecimiento en santidad inigualable, pero ella está condicionada por la debilidad de la naturaleza humana y la libertad personal que Dios respeta.
Así como hoy nosotros recibimos efusiones del Espíritu Santo por las cuales el Señor nos va sanando, liberando de ataduras espirituales y simultáneamente vamos creciendo en disponibilidad, de la misma manera lo realizó con sus apóstoles al prepararlos para Pentecostés.
La disponibilidad que lograda por esta intervención, permitió que obtuvieran la plenitud de la gracia que les concedió el Espíritu Santo y en grado eminente.  Esto está íntimamente relacionado con la administración del “poder” de Dios.
Una muestra de esto la tenemos en la conversión de tres mil personas, por la predicación de Pedro (Hch 2.14, 41), el milagro del paralítico (Hch 3.2, 6-8) y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos.  Hch 5.15
La disponibilidad del corazón la compararé simbólicamente con el tamaño de un baso:  un baso pequeño representa el corazón de una persona antes del compromiso de fe con el Señor y uno grande, a su crecimiento en disponibilidad.
Un servidor que tenga un vaso grande aunque tenga poco agua, es Agua Viva, y al ser cualitativamente valiosa se transforma en levadura y bendición, favoreciendo el crecimiento de la capacidad de los vasos.  Además esa poca agua, por la gracia se convierte en un río de Agua Viva, que brota constantemente.
Un servidor que tenga un vaso pequeño con la misma cantidad de agua, por el orgullo se convierte en agua contaminada que mata y al final esa agua se seca.
El Señor nos está preparando como vasos sagrados, para recibir las gracias que constantemente derrama su amor misericordioso.
Estas gracias son proporcionales a la capacidad continente del vaso de la disponibilidad, como consecuencia de la generosidad, y también por la humildad, para que no se pierdan por su rechazo.
El proyecto de Dios sobre la Renovación consiste en liberar de toda atadura y sanar a los carismáticos, para que puedan ser útiles como apóstoles de los últimos tiempos, y fundirse en la misma estructura de todo el Pueblo de Dios, renovándolo todo donde un pueblo renovado alabe al Señor.  Sl 102.19
Aquellos que son generosos y se hacen disponibles para que Jesús pueda enviarlos como a los primeros apóstoles, les infunde discernimiento, perseverancia, celo apostólico, etc.
Dice Jesús:  Veo a… hombres… mujeres… ancianos, niños, guerreros, estudiosos, doctores, campesinos… Todos vienen y pasan con su fardo de esperanzas y dolores.  Veo que muchos vacilan, porque el dolor es demasiado y la esperanza  ha sido la primera en caer de la copa y se ha despedazado al dar contra el suelo… Veo que muchos caen sobre los bordes de los caminos porque otros más fuertes los empujan, más fuertes o más afortunados porque su fardo no es tan pesado.  Veo que muchos al sentirse abandonados de quién pasa, y hasta pisoteados, al sentirse morir, llegan a odiar y a maldecir.
¡Pobres hijos!  Entre todos estos, heridos por la vida y que pasan o caen, mi Amor ha esparcido intencionalmente samaritanos piadosos, médicos buenos, faros en la noche, voces en el silencio, para que los débiles que caen encuentren una ayuda, vuelvan a ver la luz, vuelvan a oír la Voz que dice:  Espera.  No estás solo.  Sobre ti está Dios.  Contigo está Jesús.  He puesto intencionalmente estas caridades activas para que mis pobres hijos no vayan a morir en su alma, al perder la divina mansión y continúen creyendo en Mí que soy caridad, al ver en mis ministros mi reflejo.
Pero, ¡oh dolor que hace que vuelva a sangrar la herida de mi corazón como cuando fue abierto sobre el Gólgota!  ¿Qué están viendo mis ojos divinos?  ¿No hay acaso sacerdotes entre las multitudes infinitas que pasan?  ¿Por esto sangra mi corazón?  ¿Están vacios los seminarios?  ¿Mi divina invitación no resuena más en los corazones?  ¿No es capaz el corazón humano de oírla?  No.  En el correr de los siglos habrá seminarios, y en ellos, levitas.  De ellos saldrán sacerdotes porque en su adolescencia mi invitación se hará oír con su voz celestial en muchos corazones, y ellos la seguirán.  Pero con la juventud y la madurez oirán otras voces, y la mía no se escuchará más.  Mi voz que habla en los siglos a sus ministros, para que sean siempre lo que vosotros sois ahora:  los apóstoles en la escuela de Jesús.  El vestido lo siguen teniendo, pero el sacerdote ha muerto.  Durante el correr de los siglos a muchos sucederá esto.  Sombras inútiles y borrosas, no serán fermento de masa, cuerda que jale, fuente que quite la sed, trigo que quite el hambre, corazón que sepa compadecer, luz en las tinieblas, voz que repita lo que el Maestro le ordena.  Sino que serán para la pobre raza humana un peso de escándalo, un peso mortal, parásitos, putrefacción…  ¡Horror!  ¡En el futuro los más grandes Judas los tendré entre mis sacerdotes!
Amigos estoy en la gloria y sin embargo lloro.  Tengo compasión de estas multitudes infinitas, greyes sin pastores o con muy pocos.  Siento una piedad infinita.  Pues bien:  lo juro por mi divinidad que les daré pan, agua, luz, voces, que los elegidos a esta obra no quieren hacer.  Repetiré en el correr de los siglos el milagro de los panes y de los pescados.  Con pocos, con unos pescadillos y con trozos de pan:  almas humildes laicas, daré de comer a muchos y se saciarán, y habrá para los siguientes, porque “tengo compasión de este pueblo” y no quiero que perezca.
Benditos los que merecerán ser tales.  No serán benditos por ser tales, sino porque lo habrán merecido con su amor y sacrificio.  Y tres veces benditos los sacerdotes que permanecerán apóstoles:  pan, agua, luz, voz, descanso, y medicina de mis pobres hijos.  Resplandecerán en el cielo con una luz especial.  Os lo juro, Yo que soy la Verdad.*   
* Pág. 709/10 del tomo 11 de la obra El Hombre-Dios, de la mística María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano, Italia
En estos días he hecho milagros para consolar corazones y persuadirlos de que el Mesías no ha sido exterminado porque se sujetó a la muerte, antes bien es más poderoso y para siempre.  Pero cuando no esté más entre vosotros, haré lo que he hecho ahora y que haré todavía.  Mas no por hacer milagros, sino por vuestra santidad se amará la nueva religión.  Y debéis ser celosos de vuestra santidad, no del don que os trasmito.  Cuanto más santos seáis, tanto más seréis amados de mi Corazón y el Espíritu de Dios os iluminará mientras su bondad y poder llenarán vuestras manos con dones del cielo.  El milagro no es una cosa necesaria e indispensable para vuestra vida de fe.  Más bien, ¡bienaventurados los que sepan permanecer en la fe, sin medios extraordinarios para creer!  El milagro no es algo exclusivo a tiempos especiales que termine con ellos.  El milagro existirá en el mundo.  Cuando los milagros sean pocos, entonces habrá que decir que la fe y la justicia languidecen.  Porque he dicho:  “Si tenéis fe, podréis cambiar de lugar las montañas”.  También he dicho:  “Las señales que acompañarán a los que tienen fe en Mí será su victoria sobre los demonios, sobre las enfermedades, sobre los elementos y sobre las asechanzas”.
Dios está con quién lo ama.  La señal de que mis fieles estarán en Mí, será el número y potencia de prodigios que obrarán en mi Nombre para glorificar a Dios.  Un mundo que no tenga milagros, sin calumniarlo se le podrá decir:  Has perdido la fe y la justicia.  Eres un mundo sin santos.
Mi segunda venida ha empezado desde el momento de mi resurrección, y culminará con mi aparición, cual Juez de todos los resucitados.  Pero antes, ¡cuantas veces me apareceré para convertir, curar, consolar, enseñar, dar órdenes!  En verdad os digo:  estoy para regresar a  mi Padre, pero la tierra no se verá privada de mi presencia.  Yo seré, velador y amigo, Maestro y Médico, donde cuerpos o almas, pecadores o santos, tendrán necesidad de Mí, o Yo elegiré para trasmitir mis palabras a los demás.  También esto es verdad:  la raza humana tendrá necesidad de una continua manifestación de amor de mi parte, pues es muy dura de doblegarse, fácil de enfriarse, pronta para olvidar, deseosa de seguir la bajada en vez de la subida, que si no la detuviese con medios sobrenaturales, de nada servirían la Ley, el Evangelio, las ayudas divinas que mi Iglesia proporcionará, para conservar al linaje humano en el conocimiento de la verdad y en su voluntad de llegar al cielo.  Hablo de los que creerán en Mí…  que serán siempre menos que los que poblarán la tierra.
Vendré.   Quién me tenga, que sea humilde.  Quién no, no lo haga sólo para que con ello sea alabado.  Nadie desee lo extraordinario.  Dios sabe cuándo y donde darlo.  Para entrar al cielo no es siquiera necesario lo extraordinario, antes bien es un arma que si se usa mal puede llevar al infierno.  Os voy a decir como, porque puede nacer la soberbia, porque puede sobrevenir un estado de espíritu, que Dios aborrece, semejante a una somnolencia y uno se contente con ello, creyéndose ya en el cielo por el don recibido.  En tales casos, en lugar de llama y alas, se convierte en hielo, en roca y el alma cae y muere.  Además un don mal usado puede provocar avidez de tener más para seducir*.
* Pág. 776/ del mismo libro.
El proyecto de salvación original fue alterado y restaurado por el sacrificio de Jesús.  De la misma manera lo es el proyecto que Dios confió al Espíritu Santo:  misión de concretar la plena manifestación del amor de Dios con la colaboración del hombre.  De esta manera redimirlo de la culpa por haber rechazado su amor, generando dolor, sufrimiento y muerte sobre si mismo y sus seres queridos.
El proyecto original consistía en que los hijos de Dios fueran incendiarios del amor que procede del Padre y del Hijo:  Yo he venido a traer fuego sobre la tierra,  ¡y como desearía que ya estuviera ardiendo! (Lc 12.49).  Si, piromaníacos, locos incendiarios de amor en los corazones.
Pero…, humanamente siempre existe un pero, se llenó de orgullo, y en vez de servir a la verdad, se sirvió de ella para alimentar el ego.  La falta de generosidad, sacrificio y disponibilidad, impidió la docilidad al Espíritu para concretar su proyecto salvador con la gran mayoría de sus hijos.
Al igual que Jesús restauró el proyecto original de salvación, de la misma manera, al no colaborar los piromaníacos del Espíritu, el mismo Espíritu Santo lo hará personalmente con una efusión que incendiará espiritualmente toda la tierra.
Como Dios conoce esto desde toda la eternidad, ¿cuál es entonces el proyecto alternativo que el Señor previó ante el fracaso o frustración del primitivo proyecto sobre la Renovación?
Jesús necesitó tres años para formar, capacitar, enseñar, corregir, etc., a sus apóstoles y discípulos.  Esto tiene que ver con la necesidad del tiempo suficiente para que la necesidad humana pueda ser sanada, liberada, restaurada y adquirir la disponibilidad para poder recibir la gracia de Dios en grado eminente.
De la misma manera, el Señor utiliza a la Renovación como una escuela de discipulado, a través del Espíritu para formar a los apóstoles de los tiempos futuros, que ya están a las puertas.
La Renovación Carismática que hoy conocemos morirá para resucitar algo de ella como los huesos secos de Ezequiel (Así habla el Señor a estos huesos:  Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán  Ez 37.5), para que sirva de levadura.
Una cosa es segura, de su seno el Señor elegirá sus hijos predilectos a los que concederá el espíritu de Pablo y con la efusión del Espíritu Santo, infundirá la “plenitud del poder” de Dios, confirmándolos con milagros, signos y prodigios.
Esto ya fue preanunciado por Jesús cuando se les apareció por segunda vez a los apóstoles, y dentro de una de sus últimas enseñanzas:  Repetiré en el correr de los siglos el milagro de los panes y de los pescados.  Con pocos, con unos pescadillos y con trozos de pan:  almas humildes y laicas, daré de comer a muchos y se saciarán, y habrá para los siguientes*
* Pág. 710 del mismo libro.
Jesús al morir, resucitar y ascender al cielo, permitió la manifestación del Espíritu Santo, para que él pueda cumplir su misión de completar la obra iniciada.  Fuera de los límites de la naturaleza humana de Jesús:  tiempo y espacio, le permite estar en todo y en todos al mismo tiempo.
De la misma manera la muerte de la Renovación libera a los renovados por el Espíritu Santo, para que los disponibles y dóciles él, puedan ser sus instrumentos más idóneos y confiables.
Al igual que la Santísima Virgen fue madre de los primeros apóstoles ( y de la Iglesia), la Renovación se transformó en la madre pródiga que dio a luz a los Apóstoles del Espíritu Santo.     

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