viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Cómo se puede orar incesantemente?

La tradición ha conservado tres expresiones de la vida de oración: la vocal, la meditación y la contemplación.

VOCAL:  A la expresión del corazón, a través de la voz se asocia al cuerpo como una unidad.

MEDITACIÓN:  Es la búsqueda de un mensaje de Dios, a través de las Escrituras, imágenes, textos litúrgicos, etc. Al meditar se descubren los sentimientos del corazón y se los puede discernir, se descubre la verdad.

CONTEMPLACIÓN: Es descubrir la presencia de Dios, su acción, su voz, su pensamiento, en la rutina cotidiana donde las cosas que son conocidas y a veces damos por descontadas. Es exactamente en estas circunstancias en que se destacan menos, donde está impreso aquel amor íntimo y profundo del Creador por la criatura: en la vida de cada día, en los rincones de nuestras jornadas. Descubrir que Dios nos habla personalmente a través de un lenguaje que solo nosotros podemos comprender porque forma parte de nuestros secretos, de nuestros deseos más íntimos, de nuestra imaginación, de nuestro modo de ver las cosas. Consiste en ver la acción de Dios que esta constantemente dirigiendo todas las cosas y acontecimientos, para llevarlos cada uno, a todos, a la salvación. Es mirar con los ojos de Dios y comprender toda la realidad con su mirada de amor.

Las distintas actividades nos ocupan todo nuestro tiempo y no podemos dedicarnos continuamente a orar. ¿Cómo el Señor nos puede pedir: Oren incesantemente? (Lc 22.36) ¿Nos está pidiendo algo imposible?

A través de la contemplación estamos en oración permanente, constante, aunque no lo hagamos intencionalmente, porque estamos en la presencia de Dios. Por el acto de fe implícito de contemplar su Providencia nos asociamos a sus sentimientos más profundos haciéndonos uno con Él de tal manera que ya no es necesario pedir nada porque se vive en estado de donación y entrega constante.

Esto produce un cielo anticipado en paz y gozo y el Señor nos va acompañando constantemente en todos las actividades de la rutina cotidiana manifestándose permanentemente a través de su Providencia.

Para poder vivir en este estado de oración es necesario tener el corazón libre de las ataduras de odios, resentimientos y de intereses egoístas y mezquinos. En una palabra necesitamos la libertad que concede Cristo:  liberación a los cautivos y libertad a los oprimidos. Lc 4.18

El Señor a todos nos concede esta libertad, es lo primero que debe hacer para darnos la oportunidad de ejercer el libre albedrio, que es fundamental para poder seguirlo, para hacer la opción de fe.

Los fracasos, frustraciones y situaciones dolorosas son las oportunidades que su Misericordia dispone para darnos esa oportunidadEstas predisponen a la apertura del corazón a través de la humildad (= verdad).

Por el contrario, el orgullo produce una autonomía con respecto al criterio de Dios, impide poder interpretarlo, porque produce una ceguera intelectual y espiritual.

El cristiano no puede tener dos criterios: el propio, humano, y el de Cristo.  En tal caso tiene un corazón dividido:  Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo.  Mt 6.24

Los que seguimos a Cristo ya no conocemos a nadie con criterio puramente humano  (2Co 5.17), es decir, tenemos el mismo criterio de Cristo.

No existe un criterio secular para mirar las cosas del mundo y otro con respecto a la fe, para las cosas de Dios.  Esto es una excusa para no aceptar la verdad.  Todo se debe ver con criterio de fe y a partir de esa visión cambia la visión de la realidad.  No solamente cambia la visión, sino la misma realidad, porque por el acto de fe le concedemos autoridad a Dios para que obre en nuestras vidas.

ORACIONES DEL ESPÍRITU SANTO:  Son las oraciones espontáneas que suscita el Espíritu Santo en un corazón dispuesto: agradecido, generoso, misericordioso, etc.  Estas oraciones son tan variadas como las motivaciones del Espíritu y la disponibilidad en su respuesta.


Hay mucho para decir sobre la oración, pero mencionaré dos que son fundamentales:

·      Debe ser sencilla, como un diálogo entre enamorados donde el sentimiento hace que sobren  las palabras.

·      Con el corazón, para lo cual la razón y la voz se convierten en un medio condicional y oportuno: no siempre es necesario y oportuno hacerlo intelectualmente y/o en voz alta.  La docilidad al Espíritu, en cada caso determina lo conveniente.  

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