viernes, 30 de diciembre de 2011

La discapacidad es un don

Desde toda la eternidad existimos en el pensamiento de Dios=existimos desde toda la eternidad.

Existimos en el «tiempo» a partir de la concepción biológica, y por la cual somos revestidos con un cuerpo físico como criatura humana. Al nacer nos vuelven a vestir con vestiduras humanas.

Al finalizar el ciclo biológico, nuestro espíritu vuelve a la eternidad con Dios, de donde salió, despojándose de los dos ropajes que recibió. Al nacer a la vida plena solamente llevará los frutos del amor que generó durante su breve etapa biológica.

Si tenemos algo que tiene mucho valor, lo envolvemos con lo mejor que disponemos, y en el último  de los casos hasta con papel de diarios, porque ante lo valioso, el envoltorio se convierte en algo secundario.

Así lo es nuestro cuerpo físico para Dios. El error en el que caen muchas personas es que por vanidad convierten a sus cuerpos en un dios, en la adoración a su ego. Esto lo comprobamos con mayor claridad en algunos actores y artistas, pero es una realidad mucho más común de lo que podamos imaginar.

Cuando estemos frente a Dios, deberemos rendir cuenta de cómo utilizamos todos los bienes recibidos, en el que se incluye el cuerpo físico con todos sus atributos, limitaciones, defectos, y salud, para hacer producir los frutos de amor por El esperados.

Porque el examen, la materia que debemos aprobar es el amor: debemos mostrar frutos de amor, por ello la pregunta será: - ¿Cuánto amaste?

Según el diccionario, la discapacidad es: Tener una limitación física, psíquica, y don es: Dádiva, presente o regalo. Cualquiera de los bienes naturales o sobrenaturales que recibimos de Dios.

Como definición, tenemos que reconocer que todo lo que viene de Dios es bueno. Aunque no quiere el pecado ni el dolor, que son consecuencias del mal uso de la libertad del hombre, los permite para un crecimiento espiritual en el amor.

De esta manera, por medio de la fe permite un cambio del corazón, y a través de los méritos de Cristo, la Misericordia de Dios distribuye su gracia bajo la forma de un don personal como la identidad propia de cada hijo de Dios.

Hay una discapacidad que no figura en ningún nomenclador médico: la discapacidad del corazón en poder amar y ser amados. Esta es la mayor y más difundida de las discapacidades o limitaciones humanas.

El que la padece no la reconoce como tal, porque se da en el plano espiritual, que está en el inconsciente y, en el plano consciente, el orgullo produce una ceguera: Tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan y su corazón no comprenda. Mt 13.15

No se puede medir o dimensionar estadísticamente, pero se podría hacer una aproximación por sus consecuencias y resultados: disolución matrimonial, abandono de persona: niños, ancianos, enfermos, presos, etc. suicidios, homicidios, violaciones, abortos, agresiones familiares, etc. Todas las adicciones son consecuencias directas de las carencias afectivas que no fueron cubiertas en tiempo y forma, generando un vacío existencial.

Nuestro espíritu fue creado para ser alimentado por el amor que proviene de Dios. Un camino privilegiado se concreta en la Iglesia, por medio de los sacramentos instituidos por Cristo, su palabra contenida en el Evangelio (buena noticia), la Eucaristía y la oración personal, donde es el ámbito natural en el que Dios se comunica al espíritu del hombre. También se manifiesta a través de cada bautizado, en quien se encuentra representado.

Al tener el corazón cerrado al amor, como consecuencia de heridas emocionales, que generan odios y resentimientos (inconscientes), nuestro espíritu no puede recibir el amor de Dios. Esta frustración produce el vacío mencionado anteriormente y origina tristeza, angustia, depresión, etc., provocando toda clase de patologías.

Ante esta situación, el instinto de supervivencia genera una autoestima provisoria (falsa) que como medida de auxilio coyuntural busca un apoyo o «muleta», hasta tener la oportunidad de concretar  una relación afectiva que la sustituya y se convierta en el comienzo de un proceso sanador.

Esta insanidad emocional, a veces es generadora de orgullo, que hace cerrar al hombre en sí mismo, convirtiéndose en el centro de su propia existencia. Toda la realidad existencial la remite a si mismo, lo que le origina una visión distorsionada, y en otras, una dependencia de: psicofármacos, alcohol, sexo, etc.

La autosuficiencia y el espíritu de independencia con respecto a Dios que otorgan la salud y vitalidad física, favorecen al hombre en la tendencia natural hacia el orgullo.

Por el contrario, la discapacidad, o sea la limitación física, psíquica, emocional, predispone a un espíritu de  humildad, de mendicidad, que pone al hombre necesitado de una ayuda superior.

Según la salud emocional-espiritual: heridas generadas por carencias afectivas, podrá llegar a tener un espíritu humilde y servir para un crecimiento espiritual. De esta manera se transforma en un mal menor para un bien mayor.

Otras heridas (rechazo, discriminación), al sumarse a las ocasionadas por la discapacidad, originan un espíritu de rebeldía, rechazo y/o resentimiento que lleva a la depresión, e inconscientes deseos suicidas que se concretan en desapego, desinterés y desprecio a la vida en cualquiera de sus infinitas manifestaciones.

La sanación de las heridas emocionales, solamente puede obtenerla Cristo, a través del Espíritu Santo, ordinariamente por medio de los sacramentos que en si mismos conceden gracias de sanación y extraordinariamente como una efusión de la Divina Misericordia. De esta manera adquiere libertad que la convierte en una nueva persona: El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. 2 Co 5.17

Esta libertad le permitirá comprender la vocación, el llamado a vivir su don personal, por medio de la discapacidad.

También permite comprender que Dios la llama a participar «directamente» en su plan salvador de toda humanidad, al asociarla a la discapacidad de Cristo asumida libremente en la cruz, por amor.

La discapacidad es generada por tres razones:

- Consecuencia de pecados cometidos por el mal uso del cuerpo físico-espiritual. Dios permite por medio de la humillación que conlleva la discapacidad, la reparación del daño ocasionado no solamente contra su propio cuerpo, sino también contra el cuerpo místico: la Iglesia, porque el pecado tiene una dimensión universal. Jesús le dijo: Has sido curado; no vuelvas a pecar, de la contrario te ocurrirán peores cosas todavía.  Jn 5.14

- Consecuencia de factores hereditarios generados por pecados de los antepasados y que requieren una reparación solidaria con ellos. Para Dios somos una unidad en el amor y nadie se salva solo, sino que contribuye en la salvación de muchos: Castigo la maldad (pecado) de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen (:desprecian=odian); y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.  Ex 20.6

La desproporción en la reparación del daño ocasionado por el pecado y a partir del arrepentimiento, es como si fuera una excusa para que por el, Dios pueda desatar las manos de la Divina Justicia, para derramar su amor con prodigalidad, a través de su Divina Misericordia.

- Como don, gracia gratuita que Dios concede por un llamado a vivir en una forma «especial»: Jesús dijo: Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.  Jn 11.4

El que responde al llamado de Dios a través del don, encuentra su plena realización humana y espiritual, según su proyecto salvítico para esa persona, concediéndole las gracias necesarias y suficientes.

Al no responder a su vocación, encuentra una insatisfacción y pierde su sentido existencial.

En las dos primeras, el don se concentra como una manifestación misericordiosa de la Divina Justicia, dándole la oportunidad de reparar durante la vida biológica, mediante el dolor y sufrimiento, la falta de amor. De esta manera la asocia a la Pasión de Cristo, para que por su Divina Misericordia pueda mitigar y hasta anular los sufrimientos espirituales merecidos como reparación, al ingresar a la verdadera vida, la plena y eterna.

Así como el comodín de los naipes completa un juego, de la misma manera para la Divina Providencia una discapacidad ocasionada por un accidente, permite e Dios a través de la Divina Misericordia, conceder las gracias necesarias para la salvación de la persona.

De esta manera los accidentes originados por el mal uso de la libertad propia o ajena, por irresponsabilidad, imprudencia, etc. entran todos dentro del designio providencial, como un mal menor, para un bien mayor. En este caso por amor, el fin justifica los medios.

A partir del acto de fe, que de entre todas las palabras de Dios, expresadas en las Escrituras, se podría concretar en el espíritu de Rom 8.28: Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, el Espíritu Santo ilumina con una luz interior que no se puede percibir concientemente, pero si espiritualmente, por sus frutos.

Estas personas discapacitadas pero con un corazón dispuesto y disponible para amar y ser amadas, se convierten en polos de atracción para las personas dispuestas espiritualmente. Provocan una estimulación espiritual, un deseo de imitación de alguna virtud, porque son la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que salvan como entre los que se pierden: para estos, aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos aromas de vida, que conduce a la Vida.  2Co 2.15-16

En las personas orgullosas, su mala disposición espiritual provocan envidia, que es un deseo inconciente destructivo de aquello por lo cual se siente cuestionada. Esto se concreta a través de la crítica, calumnia y rechazo: discriminación.

La persona que no vive en la fe, no puede comprender la dimensión del don, del llamado a vivir esta gracia tan especial.

Es como si a una persona le dan la responsabilidad en el puesto de cajero en una empresa. Al demostrar su honestidad, responsabilidad, idoneidad, competencia, etc. El dueño lo honrará promoviéndola con mayores atribuciones, acompañándola con una mayor remuneración.

Esto es, ni más ni menos, la Parábola de los Talentos: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido un solo talento. Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo! Pero el señor le respondió: Servidor malo y perezoso, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes.  Mt  25.14, 19, 24-27, 30

El discapacitado al recibir un talento, y que con amor hace producir el fruto de amor, esperado por el Señor. Se hace merecedor en justicia y por misericordia de todos los bienes que Dios concede a los que le aman: el Reino.  Lc 12.32

El Reino es la «plenitud» de «todos» los bienes de Dios, que quiere participar por y con amor, a los que le aman, como una expresión de sí mismo: Dios es amor.  Jn 14.6.

Para hacerlo carne en nosotros, lo podríamos comparar con el amor sacrificado de una madre que sufre privaciones, para que no le falte nada a su hijo. Esta es la donación-entrega de si mismo que  «para nosotros» Dios comenzó en el tiempo, a través de Jesús, pero que no ha finalizado, porque El está fuera del tiempo en un eterno presente.

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