En las Escrituras, el Espíritu Santo está representado como paloma: El Espíritu Santo descendió sobre él (Jesús) en forma corporal, como una paloma (Lc 3.22), como lenguas de fuego: Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos (Hch 2.3), etc.
Esto como todo lo que proviene de Dios, es un misterio, que revela de manera suficiente y necesaria para que la razón pueda hacer la opción de fe, crecer en ella y alcanzar la salvación.
De la misma manera sucede con respecto al poder de Dios que emana de su divinidad en la persona de Jesús, que al hacerse Camino (Jn 14.6), para que lo sigamos en “todo”, también quiere comunicarnos su poder (Harán también las obras que yo hago y aún mayores. Jn 14.12), para trasmitirlo a través nuestro.
El poder que emana de Jesús es sanador: En todas partes donde entraba: pueblos, ciudades, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, los que lo tocaban quedaban curados. Mc 6.56
Este mismo poder es con el que Pedro sanaba a través de su sombra: Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. Hch 5.15
También es el que Pablo describe como perfume: Nosotros somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden. 2Cor 2.15
En estas tres citas es el mismo poder con el que Dios se manifiesta a sus hijos, para continuar en ellos y con ellos su obra liberadora, restauradora, sanadora, salvadora y redentora.
El Reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder (1Cor 4.20) contenido en el mensaje de Cristo, porque el Evangelio, es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen. Rom 1.16
Por ello Dios confirma las palabras de Jesús a sus apóstoles y discípulos, con milagros, signos y prodigios: Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad: extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos, y prodigios en el nombre de tu santo servidor Jesús. Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios. Hch 4.29-31
Este mismo poder se manifiesta en todos los hijos de Dios por medio de la gracia y es proporcional a la disponibilidad y docilidad del corazón. En ello intervienen varios factores, uno de ellos consiste en no interrumpir su recepción por el orgullo o egoísmo, que produce un corto circuito a este flujo divino.
El amor es servicio, a mayor amor, mayor servicio, esto va ampliando la capacidad y potencia de la recepción y emisión de esta gracia. Otro elemento que la potencia es la santidad de la persona, que es consecuencia de lo anterior.
Este poder de la gracia de Dios, se manifiesta como energía vital y vivificante, revitalizante, generadora y regeneradora de vida que se prodiga a través del Espíritu Santo.
En las relaciones entre amigos, o entre los hermanos de cualquier grupo religioso hay algunos que se juntan para dialogar y otros que no comparten el diálogo, lo rehúyen, esquivan, ¿por qué sucede esto? Porque inconscientemente se sienten cuestionados espiritualmente por el Señor, a través de la verdad: Yo soy la Verdad. Jn 14.6
Todos nos convertimos en perfume de Cristo para los demás. La persona que es atraída por otra, no lo es por motivos sicológicos-emocionales, sino espirituales, del cual, si se podría tener una interpretación emocional o sicológica.
Existen personas que se sienten muy atraídas por alguien que tiene un crecimiento mayor, y otras por el contrario la rehúyen, como si su perfume las apestara. Cada uno delata su estado espiritual sin decir una palabra. De esta manera se cumple la Palabra donde dice: …para estos aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos, aroma de vida, que conduce a la Vida. 2Cor 2.16
Con respecto a las personas que no comparten la fe en Cristo la atracción pasa desapercibida, porque al dejarse llevar por el criterio del mundo no hacen el discernimiento correcto.
Cuando una persona “siente” algo por nosotros, lo primero que piensa es: 1-simpatía personal, 2-atracción sexual, 3-ven en nosotros la figura de algún familiar.
Una persona que es dócil al Espíritu, comprende que es al mismo Jesús a quién ven en nosotros, ya que lo reflejamos como en un espejo: Nosotros, con el rostro reflejamos como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen (espiritual) con un esplendor cada vez mas glorioso (= una mayor santidad). 2Cor 3.18
La clave del discernimiento está en que: El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha (1Jn 4.6), nos rechaza. Pero, El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza al que me envió. Lc 10.16
La atracción y repulsión se resume en:
Atracción: es buscar a Dios a través de la verdad (honestidad ante ella) y en el amor.
Repulsión: es su rechazo a través de la mentira, o incoherencia (que es lo mismo), por no querer asumir el compromiso con las exigencias que implican el someterse al yugo del amor.
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