viernes, 30 de diciembre de 2011

Cristianismo: camino al altruismo


Desde el principio, el hombre fue creado para el bien y está en su impronta de Dios, pero… el pecado original vino a abortar el plan, que es por excelencia de orgullo.  Orgullo es la exaltación del ego:  yo y nadie más que yo.  Hay una imagen que lo describe grotescamente:  mirarse el ombligo.  ¿Fuimos creados para mirarnos el ombligo, que es lo mismo que decir mirar siempre a la tierra como el cerdo?  ¡No!...  ¡Fuimos creados para mirar hacia las alturas, donde habita Dios!
Cristo al redimirnos en la Cruz nos rescató del pecado, pero este nos dejó una marca en el alma, que se puede resumir en una tendencia, una debilidad natural del hombre a caer en todos los pecados y en especial en el de orgullo, que en definitiva es la autosuficiencia, autodeterminación, independencia del designio creador, salvador y redentor de Dios:  Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo rebelde que va por un mal camino, tras sus propios designios.  Hacen planes sin contar conmigo, concluyen pactos contrarios a mi espíritu.  Is 65.2; 30.1
Esto se manifiesta continua y concretamente cuando toda nuestra realidad la referimos a nosotros mismos.  Algunos ejemplos:
-Nos manejamos con el criterio de lo que:  a “mi” me gusta, a “mi” me interesa, a “mi” me conviene, lo que “yo” quiero, “yo” deseo, etc.
-Cuando alguien se dirige a nosotros, algunos nos sentimos interpelados y nos preocupamos por:  lo que ve en mi, piensa de mi, opina de mi.  Se convierte en una medida para medir cuánto tengo de baja nuestra autoestima:  No me siento querido y necesito ser querido por los demás para sentirme que valgo algo para alguien.  Soy bueno o malo según lo que piensen de mí, no tengo un criterio propio para basar la autoestima.  Esto está íntimamente relacionado con las heridas generadas por carencias afectivas que se remontan hasta la concepción por nuestros padres, y los primeros años de vida.  Lo único que nos debería importar, es lo que piensa Dios.  Él es el único que nos justifica.  Hay heridas que por el odio y el resentimiento que encierran, impiden al corazón dar o recibir amor, en tal caso es necesario abrir el corazón al amor, y para ello es necesario que Jesús las sane con su amor, para que con el amor que proviene de él, pueda amarse y amar a los demás y además poder perdonar.
-Generalmente cualquier actividad que emprendamos, la hacemos con la intención de obtener un beneficio material, económico, o espiritual, siempre referido a nosotros mismos.
-Cuando tenemos necesidades, generalmente siempre son referidas a nosotros mismos.  No podemos dejar de sentirnos el centro de nuestra propia historia.  Aquí está la gran novedad de Cristo.  Con el “mandamiento del amor” o mandamiento de Jesús, nos trajo la novedad de que debemos amar a los demás como a nosotros mismos:  El segundo es semejante al primero:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.  Mt 22.39-40
Por ello para amar, primero es necesario que me ame mucho a mi mismo, pero con un amor sano y ordenado que proviene de Dios, que me lleva a darlo, compartirlo, porque es como un rio de agua viva.
Esto que parece un imposible y realmente lo es si lo vemos desde el punto de vista humano, no lo es desde la realidad espiritual, porque Dios mismo viene en nuestro auxilio por medio de la gracia (poder santificador) que el concede a través del Espíritu Santo, cuando existe el deseo y voluntad de amar al prójimo.
Algunos puntos básicos sobre como deberíamos predisponernos ante los demás:
-Cuando una persona se dirige a nosotros desconsideradamente con cualquier expresión, en vez de preguntarnos:  ¿por qué me dice eso? ¿qué le hice para que me diga eso?, y si nuestra conciencia no nos acusa de nada, entonces:  ¿qué le pasa? ¿qué problema tiene? ¿por qué estará así?  Cuando nuestra conciencia no nos acusa, no debemos sentirnos culpables.
-Toda persona tiene por lo menos una carencia, necesidad y deseo.  Para poder entenderla es necesario conocerlas, de esa manera se puede llegar a comprender y compartir esos sentimientos.  Al comprenderlos, desde la razón se nos hace más fácil poder tomar la decisión de justificarlos en el amor:  El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  1Cor 13.7
-La actividad comercial basa la publicidad en técnicas de venta en las que el consumidor es el motivo de todas preocupaciones y el artículo de venta está adaptado a las exigencias del consumidor y no a la inversa.  De la misma manera las relaciones interpersonales deben estar basadas en esa misma técnica , para ponerse en una actitud interior de disponibilidad para un probable servicio de acuerdo a la necesidad que manifieste, y no la que uno crea que le conviene.  Lo que de buena fe uno crea le conviene, es lo peor para esa persona, porque es una imposición que está fuera de tiempo y forma respecto a sus necesidades y hasta llega a ser contraproducente.
-La mayor demostración de afecto a una persona es:  tener un oído atento, paciente e interesado y un corazón abierto para compartir lo que el Espíritu Santo inspire en ese corazón o en el propio.  Al escuchar con interés, sin hablar, estamos diciendo:  para mi sos importante, yo te aprecio.  Para concretarlo es necesario hacer preguntas que faciliten la apertura del corazón.
Si la práctica de esta donación emocional-afectiva hecha con intención altruista persistiera en el tiempo, las leyes espirituales que rige toda la creación por medio de la justicia y misericordia de Dios, concedería las gracias necesarias para que se transformen en un amor espiritual y de esta manera tendrá un crecimiento en el amor a Dios, debido al amor desinteresado y oblativo a cada una de las personas en las que Cristo desea ser amado:  Les aseguro que cada cosa que hicieren con el más pequeño de mis hermanos, lo harían conmigo. (texto adaptado)  Mt 25.40

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