viernes, 30 de diciembre de 2011

Sobre la dirigencia… eclesiástica

Desde lo humano nadie  debería juzgar a la jerarquía eclesiástica, tampoco yo lo pretendo, porque sería pretender juzgar al mismo Dios, que es a quién representa.  Si me propongo a decir algo es porque el Espíritu de Dios me lo inspiró así, en tiempo y forma que le es propia, por la libertad que tiene en expresarse.
Como un hijo que quiere lo mejor para su madre, la juzga con amor para que deje el lastre del orgullo, mediocridad y mezquindad humana, plenificando su ser.
Como hijo de mi querida madre Iglesia Católica, siguiendo las palabras que Dios puso en boca de Pablo:  Ustedes juzguen a los que están dentro (1Cor 5.12), la juzgaré no con el espíritu del mundo, espíritu crítico y para calumniar, sino con el Espíritu Santo que conduce a toda la verdad.
Aquel espíritu coloca en el centro al orgullo, que lo convierte en juez y jurado de todo pensamiento y conducta que no coincida con la propia.
Por el contrario para seguir el Espíritu de Dios, que dice:  No condenen, perdonen (Lc 6.37), debemos hacerlo utilizando el mismo criterio de Cristo que es el amor, como si nosotros estuviéramos en el lugar de la otra persona (Heb 13.3), que nos hace sentir los mismos sentimientos de Cristo.  Flp 2.5
Nuestro problema fundamental como nación consiste en que no tenemos dirigencia mas   idónea,  fundamentalmente dirigencia moral, específicamente religiosa, estamos como ovejas sin  pastor.  Mc 6.34
Si hubiéramos tenido pastores nos habrían enseñado el camino a recorrer.  Se necesita que alguien indique el camino a la dirigencia política, judicial, económica y obrera, y la única que lo puede hacer es la jerarquía de la Iglesia, siempre ha sido así desde el comienzo.
No sirven las declamaciones, proclamaciones, ni mensajes coyunturales del episcopado, sino conductas dirigenciales activas que marquen rumbos y que se pongan al frente del pueblo a imitación de Cristo.  No como una voz que grita en el desierto (Mt 3.3) como el Bautista, antes de la manifestación de Cristo, sino como Pablo, el apóstol de todas las gentes.
La cita 1459 del Catecismo dice:  Es preciso restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas.  Debe hacer algo apropiado para satisfacer, o expiar sus pecados.  Esto se llama penitencia (o enmienda).
La jerarquía de la Iglesia Argentina ha hecho un acto de arrepentimiento, que al no estar acompañado por este acto de enmienda no es verdadero, o al menos creíble, por este motivo no tiene credibilidad.
Como nuestros pastores son hombres, no están excluidos de las debilidades y miserias humanas.  No escapan de cometer los mismos errores que comete todo el pueblo de Dios y son las muestras testigo de los pecados de cada uno, de todos los hijos de la Iglesia Argentina, que se hacen carne en cada uno de sus pastores.  Es semejante a la cuarta parte visible de un témpano, las otras tres cuartas, la constituyen los pecados de todo el pueblo.
No deseo que caigan en la condena que Cristo les hizo a los escribas y fariseos:  ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados:  hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!  Así también son ustedes:  por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.  ¡Serpientes, raza de víboras!  ¿Cómo podrán escapar de la condenación de la Gehena?  Mt 23.27-28, 33
¡Despierten queridos padres!, los necesitamos, asuman la hora, todavía están a tiempo.  Necesitamos pastores, verdaderos pastores con el Espíritu de Cristo a ejemplos de Juan Pablo II, fiel imitador del Maestro.
Siguiendo el espíritu de este pensamiento agregaré que si los obispos han pedido un gesto de renunciamiento a la dirigencia política, esto también debería darse en la eclesiástica.  Los obispos no pueden pedir algo en lo que no tengan autoridad moral para solicitarlo.
¿Por qué menciono autoridad moral?  Porque la incoherencia les quita autoridad.  El Señor les dice:  Ellos (al que le quepa el sayo que se lo ponga) hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus actos lo niegan…  Tit 1.16
No afirmo que alguno sea incoherente, sino que me remito a las evidencias de sus frutos pastorales en la Doctrina Social de la Iglesia, demás encíclicas, sínodos de obispos y documentos de la Iglesia.
No es intención dar nombres, sino expresar líneas de conductas morales activas. Cada uno sabe en su conciencia y ante Dios, a quién se refiere estas palabras.
Por apartarnos de Dios gran parte del pueblo ha perdido el discernimiento de lo que es ético-moral, y hoy vemos sus consecuencias en todos los órdenes y estamentos de la sociedad.
¿Si no contamos con la ayuda de “buenos pastores”, como lo recuperaremos?
Hoy nuestra Nación es seudo cristiana, ¿será la culpa solo del pueblo, o acaso de Dios?
El Señor dijo:  Por los frutos lo reconoceréis.  ¿?  ¿No sería mejor pedir la conversión?

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