¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios (1Cor 6.19). Esto es así, o al menos debería serlo en cada uno de nosotros, pero la tendencia natural (consecuencia del pecado original: orgullo) es colocarnos como centro de los pensamientos y sentimientos, con respecto a toda nuestra realidad existencial.
Esto sofoca la acción del Espíritu Santo y construye una Torre de Babel, que Dios desea derribar para dar cabida a la construcción del Templo de Dios.
Si Dios no interviene providencialmente para ponerle un límite, su crecimiento desmesurado podría convertirse en soberbia.
El proyecto de Dios, es que por medio del amor y la humildad nos apoyemos “totalmente” en Cristo, a través del Espíritu Santo, de lo contrario egoístamente nos apoyamos en el orgullo, no existe otro Dios fuera de Dios,
Así me habló el Señor: Ve a comprarte una faja de lino; te la ajustarás a la cintura, pero no la meterás en el agua. Yo compré la faja, conforme a la palabra del Señor, y me la ajusté a la cintura. La palabra del Señor me llegó por segunda vez, en estos términos: Toma la faja que llevas puesta en la cintura. Ve a Perat y escóndela en la hendidura de una roca. Yo fui a esconderla en Perat, como el Señor me lo había ordenado. Al cabo de muchos días, el Señor me dijo: Ve enseguida a Perat y recoge la faja que yo te mandé esconder allí. Yo fui a Perat, cavé y recogí la faja del lugar donde la había escondido: la faja estaba estropeada, no servía para nada. Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos: Así habla el Señor: De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá (coloque su nombre) y el gran orgullo de Jerusalén (aquí también). Este pueblo malvado, que se niega a escuchar mis palabras, que sigue los impulsos de su corazón obstinado, que va detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, será como esta faja que ya no sirve para nada. Porque así como la faja se adhiere a la cintura del hombre, así yo me había adherido a toda la casa de Judá para que ellos fueran mi pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria. ¡Pero no han escuchado! Jr 13.1-11
Al tener un espíritu orgulloso, la ceguera intelectual y espiritual impide comprender, y menos aún aceptar las exigencias de una verdad de Cristo, que cuestiona en el amor: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tiene tapados sus oídos y ha cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean y sus oídos no oigan y su corazón no comprenda. Mt 13.14-15
No pueden escuchar mi palabra porque tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre. Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mi no me creen porque les digo la verdad. Y si les digo la verdad, ¿por qué no me creen?. El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan es porque no son de Dios. Jn 8.43-47
Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo rebelde, que va por un mal camino, tras sus propios designios. Is 65.2
La persona que pretende seguir a Cristo, debe identificarse en todo, debe hacerse uno con él, para llegar a decir como Pablo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Gal 2.20
Por lo tanto no puede desdoblarse con un criterio humano para las cosas del mundo y otro espiritual, solamente para las de Dios: Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. Lc 16.13
Además muestra una incoherencia: Hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus actos, lo niegan: son personas abominables, rebeldes, incapaces de cualquier obra buena. Tit 1.16
No procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos y tienen la mente oscurecida. Ef 4.17-18
Si no existe una sanidad espiritual que nos libere de la esclavitud con respecto al orgullo, y podamos ser dóciles al Espíritu, estamos condicionados por el a un juicio crítico que genera odio y resentimientos, aunque esto no lo podamos percibir: No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes. Lc 6.37-38
Dios quiere que juzguemos, si, porque el hombre espiritual todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie (1Cor 2.15). ¿Ignoran que vamos a juzgar a los mismos ángeles? Con mayor razón entonces, los asuntos de esta vida (1Cor 6.3), pero con su criterio y no con el nuestro: No busca su propio interés, no se irrita, todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1Cor 13.5-7
Al juzgar con el criterio del amor, no perdemos la paz (El que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. 1Jn 4.16) y por el acto de fe y docilidad al Espíritu Santo, la gracia nos hace crecer en el amor.
Para el mundo los cristianos somos provocadores, si, un escándalo: Se acercaron los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?. Mt 15.12
Y provocamos envidia: Por la envidia del demonio entró la muerte al mundo. Sab 2.24 Justamente por este motivo condenaron a Jesús: El (Pilato) sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Mc 15.10
¿Cuál es el objeto de la envidia? El mayor deseo del corazón es el de la felicidad, alegría, paz y gozo. Como esto es espiritual, se capta espiritualmente y en forma inconsciente.
Cuando nos sentimos humillados, doloridos, etc., por la agresión de una persona, es por no comprender y menos aún aceptar que su problema no es con nosotros, sino con Cristo. Por nuestra insanidad emocional nos enganchamos (emocionalmente) con el juicio crítico, interponiéndonos entre Cristo y la persona.
Cuando alguien dice de nosotros: es una buena persona, es porque somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden: para estos, aroma de muerte, que conduce a la muerte; para aquellos, aroma de vida, que conduce a la Vida. 2Cor 2.15-16
Y porque: Con el rostro reflejamos como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen (espiritual) con un esplendor cada vez más glorioso (concepto espiritual de la santidad). 2Cor 3.18
Algunos podrían decir: a mi no me pasa, esto no es verdad. La falta de discernimiento hace que no se comprenda que la mala disposición de cualquier persona hacia nosotros, tiene una motivación espiritual. Además manifiesta el desconocimiento de la Palabra de Dios, que le permita comprender y participar de los mismos sentimientos de Cristo.
Cuando Jesús dijo: Ustedes serán entregado a la tribulación y a la muerte, y serán odiados por todas las naciones a causa de mi Nombre, pero el que persevere hasta el fin se salvará (Mt 24.9,13), no se refería solamente a los primeros discípulos y a los mártires, sino a todos los que lo quieren seguir.
Yo les comuniqué tu palabra y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que lo saques del mundo, sino que lo preserves del Maligno. Jn 17.14-15
Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Jn 15.18-20
Para que no quede ninguna duda, la Palabra lo aclara totalmente, quitando cualquier duda: El mundo no tiene por qué odiarlos a ustedes; me odia a mí, porque atestiguo contra él que sus obras son malas. Jn 7.7
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió. Lc 10.16
El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. 1Jn 4.6
Por este motivo nos aconseja: Sean comprensivos con el débil en la fe, sin entrar en discusiones (Rom 14.1), por el rechazo y desprecio que recibamos.
El Señor por medio de su Espíritu nos protege, guía y orienta, pero quiere que ejercitemos la libertad con inteligencia. Por este motivo nos pide que seamos responsables en nuestra conducta con los incrédulos.
No se dejen engañar: las malas compañías corrompen las buenas costumbres. 1Cor 15.33
Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. Ef 5.15-16
Les ruego, hermanos, que se cuiden de los que provocan disensiones y escándalos, contrariamente a la enseñanza que ustedes han recibido. Eviten su trato. Rom 16.17
Esto sucede porque somos templo de Dios: ¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y han recibido de Dios?. Por lo tanto. Ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a que precio!. Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos. 1Cor 6.19-20
¡No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Cómo voy a tomar los miembros de Cristo para convertirlos en miembros de una prostituta? De ninguna manera. 1Cor 6.15
Para ser templo del Espíritu Santo, Dios dotó al corazón humano de una fina sensibilidad para recibir y expresar el amor hacia él, de tal manera que cualquier alteración en esta relación como consecuencia del pecado, propio o ajeno, originan heridas emocionales.
Por este motivo nos aconseja: No tengan relaciones indebidas con los que no creen. Porque, ¿qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas? ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial?, ¿o qué unión entre el creyente y el que no cree? ¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos?. Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como lo dijo el mismo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos; seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Por eso, salgan de en medio de esa gente y pónganse aparte, dice el Señor. Y seré para ustedes un Padre, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice el Señor todopoderoso. 2Cor 6.14-18
Como todo padre que ama a su hijo y desea evitarle el sufrimiento, nos aconseja: Evita las cuestiones estúpidas y carentes de sentido: ya sabes que provocan serios altercados. El que sirve al Señor no debe tomar parte de querellas. Por el contrario, tiene que ser amable con todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas. Debe reprender con dulzura a los adversarios, teniendo en cuenta que Dios puede concederles la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad. 2Tim 2.23-26
Que se eviten las discusiones inútiles, que sólo sirven para perdición de quienes las escuchan. 2Tim 2.14
A estos incrédulos los encontramos entre los que se denominan cristianos, y pese a que participen de Misa y Comunión diaria. Para reconocerlos es necesario hacer un discernimiento:
-Cada árbol se reconoce por su fruto. Lc 6.44
-Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Rom 8.14
-De la abundancia del corazón habla la boca. Lc 6.45
En tales casos la regla de oro es hacer un acto de fe pidiendo la paz para esa persona (Al entrar en una casa, digan primero: Que descienda la paz sobre esta casa. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes Lc 10.5-6), diciendo interiormente: la paz esté contigo. Y si está espiritualmente mal, la protección de la Sangre de Cristo: Señor, cúbreme con el poder de tu Preciosísima Sangre.
Esto debería establecerse como regla de conducta, desde la atención a una llamada telefónica, hasta cualquier relación ocasional y circunstancial. Sin hacer excepciones, porque podría darse el caso de que nuestros seres queridos, aunque sean de buen carácter, pero si por cualquier circunstancia pierden la paz, corremos el riesgo de perderla nosotros también, dando la oportunidad para la tentación del demonio: Porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. 1Ped 5.8
No digan palabras inconvenientes; al contrario, que sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Ef 4.29-31
Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. 1Tes 5.16-18
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