viernes, 30 de diciembre de 2011

La oración: es escuchar al Dios que habla

Según el diccionario es:  rogar, pedir, suplicar.  Según la Palabra de Dios es presentar nuestro corazón a Dios, para escuchar lo que él nos quiere decir:  Cada mañana, él despierta mi oído, para que yo escuche como un discípulo*.  Is 50.4
*Persona que aprende bajo la dirección de un maestro = persona que escucha con deseo de aprender a amar siguiendo el ejemplo de Jesús y acompañado por él.
Todos los días muy de madrugada Jesús se retiraba a lugares desiertos para orar (Lc 5.16), y en esos momentos el Padre le revelaba lo que debía decir:  Yo no hablé por mi mismo, el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar.  Jn 12.49
La iniciativa la tiene Dios que está esperando que lo escuchemos, nuestra disponibilidad a escucharlo.  Es nuestra respuesta, a su amor que desea entregarse.
La oración es amor entregado a un corazón que se abre (Yo estoy junto a la puerta y llamo:  si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa Ap 3.20), para escuchar al Amor.
La oración es una más de las enseñanzas de la pedagogía divina.  Jesús nos invita a que le pidamos con fe, más aún, con confianza:  Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá:  Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.  ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos ¡cuánto más el Padre dará cosas buenas a aquellos que se las pidan.  Mt 7.7-11
Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle:  Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos  llegó de viaje y no tengo nada para ofrecerle, y desde adentro él responde:  No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados.  No puedo levantarme para dártelos.  Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.  Lc 11.5-8
Uno de los desafíos que nos hace Jesús, consiste en sugerirnos que le pidamos un imposible, pero con fe, para demostrarnos que él está dispuesto a respondernos:  Yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña:  Retírate de ahí y arrójate al mar, sin vacilar, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá.  Por eso les digo:  Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.  Mc 11.22-24
Para trasmitir un pensamiento que genere luz y vida, lo expresaré en un relato vivencial:  Una mujer sale de compras con su hijo pequeño y al pasar frente a una juguetería, le pide que le compre un juguete, le tira de la ropa, se prende a sus piernas, llora, grita y patalea.  Todos de alguna manera estamos reflejados con el niño, unos más que otros, pero esta es la forma en la que nos dirigimos a Dios.
Lo que Jesús nos propone, siguiendo esta imagen del niño, es que le pidamos con su sencillez, confianza y amor.
Jesús nos aconseja que no nos apoyemos en la razón, sino que nos retiremos en nuestro corazón, para iniciar un diálogo con el suyo:
Cuando ores retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto.  Cuando ores, no hables mucho como hacen los paganos.  Mt 6.6-7
Un ejemplo lo tenemos en la primer oración del apóstol Juan, mediante una pregunta:  Juan estaba reclinado muy cerca de Jesús.  (Le extiende sus brazos y reclina su cabeza sobre su pecho*).  Simón Pedro le hizo una seña y le dijo:  Pregúntale a quién se refiere.  El se reclinó sobre Jesús y le preguntó:  Señor, ¿quién es?.  Jesús le respondió:  Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato.  Jn 13.23-26
*Pág. 475 del tomo 11 de la obra El Hombre-Dios, de la mística María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano, Italia,
Con la riqueza de María Valtorta, es así:  Pedro, que es el que más sospecha de Judas tira de la manga de Juan, y cuando este, que está junto a Jesús hablando de traición, se vuelve, le dice en voz baja:  Pregúntale quién es.  Juan vuelve a su anterior posición, levanta un poco la cabeza como para dar un beso a Jesús, y en voz bajísima le dice en el oído:  ¿Maestro quién es?.  Jesús al devolverle el beso sobre la cabellera murmura:  Aquel a quién daré un pedazo de pan mojado*.
*Pág. 479 del mismo libro.
El testimonio  de Juan y estos  es el modelo a seguir.  Como Juan debemos hacernos niños y colocar la cabeza sobre el corazón de Jesús.
Para hacernos administradores de todos los bienes de Dios, primero nos tiene que sanar interiormente, darnos la libertad, para que podamos adquirir la docilidad y disponibilidad con generosidad para el servicio y el discernimiento espiritual, según el Espíritu nos lo quiera manifestar.
Las torres que sostienen los cables de energía eléctrica de alta tensión, de 13.200 voltios, los mantienen tensionados con una fuerza de 1.250 kilos, para que puedan soportar todas las inclemencias climáticas.  Estos cables no pueden interrumpir el flujo energético, sin generar un colapso del sistema interconectado.
Al igual que ellos estamos siendo preparados por el Espíritu Santo, para ser superconductores de la gracia de Dios.  Por este motivo, el Señor nos prepara con suma delicadeza, para que ni la más mínima insanidad pueda perjudicarnos, condicionarnos, ni limitarnos, sino que esto sea para nuestro beneficio y el de toda la Iglesia.
-Como las torres mantienen la tensión del cable, nosotros estaremos tensionados entre Dios y los hombres y sufriremos sus inclemencias y las del demonio. 
-Al igual que la vida útil de estos cables, debemos tener una disponibilidad permanente, es una decisión irrevocable. 
-También requiere generosidad por el sacrificio que esto implica.  No podemos poner condiciones.
-En sentido contrario a estos superconductores, que tienen una pequeñísima pérdida de 20 voltios, no podemos quedarnos con una ínfima parte, porque nos contaminaría con el orgullo, atribuyéndonos a nosotros la gloria robada a Dios.
Jesús nos necesita como superconductores para derramar su gracia sobre nuestros hermanos, al cumplir con este proyecto Jesús por nuestro intermedio glorifica al Padre:  Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.  El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.  Yo soy la vid, ustedes los sarmientos.  El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.  Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.  La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.  Jn 15.1-2, 5, 7-8
El proyecto de Dios es la salvación-redención, por medio por medio del Mensaje de Salvación, que contiene la doctrina cristiana.  Cuando Jesús se manifestó, lo hizo a un pueblo súper religioso, que estaba en crisis pero tenía una moral y conciencia religiosa.
Por medio de la pregunta:  Cuándo venga el Hijo del hombre, ¿Encontrará fe sobre la tierra? (Lc 18.8), Jesús está confirmando nuestra realidad actual.
Hoy el pecado del hombre ha superado a los de Sodoma y Gomorra, que merecieran como castigo su destrucción, y la misericordia todavía puede detener la Justicia de Dios, hasta que se complete el número de los que deberán salvarse; y también para que los que serán justificados lleguen a la plenitud en su crecimiento en el amor.
Hoy la sociedad acepta moralmente como valores la incredulidad, ateísmo, agnosticismo, sectarismo, satanismo, etc., y el pecado está institucionalizado desde el gobierno de los países, mediante el divorcio, aborto, eutanasia, tortura, injusticia, represión, etc.
Esto nos coloca en un tiempo apocalíptico y al igual que en tiempos de Jesús cuando fue la fundación de su doctrina, se hacen necesario hechos “fuertes” para despertar las conciencias enceguecidas por el orgullo y la soberbia.
Por este motivo, Jesús previendo todo esto nos dijo:  Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores.  Yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre.  Jn 14.12-13
Todavía no se ha presentado la “oportunidad” de hacer “obras mayores”, porque todavía, no ha llegado el tiempo establecido, pero esta afirmación nos asegura que llegará.
Al igual que todos los profetas, debemos orar con oído de discípulo, para poder recibir esta preparación; para ser profetas de la esperanza del mundo futuro, a partir de lo que el Señor nos vaya revelando día a día.
El modo de concretarlo, es disponiendo diariamente de un tiempo en los que luego de exponer todos los problemas, preocupaciones y sentimientos a Dios, nos quedamos en una actitud de escucha.
Es una relación de amistad y como tal, es tan variable como lo es nuestro estado anímico.  Además esta relación va incrementando su intimidad en forma constante.    

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