viernes, 30 de diciembre de 2011

Carta a una esposa

Fuistes llamada a la existencia, a fin de realizar aquellas buenas obras que Dios preparó de antemano para que las practicaras (Ef 2.19), para alabanza de su gloria.  Ef 1.6
Te llamó a participar de su Familia Trinitaria por medio de la Iglesia, a través del bautismo.  Te brindo padres y familiares que se ocuparon y preocuparon por vos; tal vez no como hubieras deseado, pero te dieron todo lo que podían darte.  Si no te dieron mas amor, es porque al no recibirlo ellos, no supieron como hacerlo y te regalaron cosas, cuando esperabas un beso, o una caricia mas…
También te otorgó salud, belleza, educación…  Cuando llegó la plenitud de los tiempos, te llamó al matrimonio y la maternidad.
Haciendo una mirada retrospectiva, podrás comprobar que Dios te regaló mucho, hizo una gran inversión y tiene la esperanza de que le dieras muchos frutos, ¿no es justo?.
El reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.  A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.  En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.  De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.  Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.  El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco.  Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos:  aquí están los otros cinco que he ganado.  Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más; entra a participar del gozo de tu señor.  Llegó el que había recibido un solo talento.  Señor, le dijo, se que eres un hombre exigente:  cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.  Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento:  ¡aquí tienes lo tuyo!  Pero el señor le respondió:  Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.  Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quién tiene, se le dará y tendrá de más, pero el que no tiene, se le quitará aún lo que tiene.  Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil:  allí habrá llanto y rechinar de dientes.  Mt 25.14-30
A través del tiempo Dios te va haciendo distintos llamados:  bautismo, confirmación, estudios,   matrimonio, maternidad, etcA partir del llamado al matrimonio, te hace un llamado bien específico.  Para ser madre no se necesita el matrimonio, este no es tu caso.
Si Dios te llamó al matrimonio, es porque este es su proyecto para vos, para que encontrés la plena realización humana como mujer de Dios, e hija de Dios.
Además en esta realización humana se encuentra la espiritual según el proyecto que Dios tuvo desde toda la eternidad para vos y para todas las personas afectivamente involucradas contigo.
Por la desobediencia de Adán y Eva entró al mundo el dolor y la muerte, que por la obediencia de Jesús y María se convirtió en salvación y redención.
¿Se te ocurrió pensar que consecuencias tendría, la desobediencia al proyecto amoroso de Dios?
Un hombre tenía una higuera plantada en su viña.  Fue a buscar frutos y no los encontró.  Dijo entonces al viñador:  Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro.  Córtala, ¿para que malgastar la tierra?.  Pero él respondió:  Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.  Puede ser que así dé frutos en adelante.  Si no, la cortarás.  Lc 13.6-9
Según el espíritu de esta Palabra, al no producir los frutos que Dios “espera”, te haces merecedora de un castigo que en justicia te merecerías por el pecado de omisión: no dar el amor que Dios espera y “sabe” que “podés” dar.
Que el Señor no tenga que decir de vos:  ¡Ay de los hijos rebeldes que hacen planes sin contar conmigo, que concluyen pactos contrarios a mi espíritu! (Is 30.1).  Tendí mis manos incesantemente hacia un pueblo rebeldes, que va por un mal camino, tras sus propios designios.  Is 65.2
Así me habló el Señor:  Ve a comprarte una faja de lino; te la ajustarás a la cintura, pero no la meterás en el agua.  Yo compré la faja, conforme a la palabra del Señor, y me la ajusté a la cintura.  La palabra del Señor me llegó por segunda vez, en estos términos:  Ve enseguida a Perat y escóndela allí en la hendidura de una roca.  Yo fui a esconderla en Perat, como el Señor me lo había ordenado.  Al cabo de muchos días, el Señor me dijo:  Ve enseguida a Perat y recoge la faja que yo te mandé esconder allí.  Yo fui a Perat, cavé y recogí la faja del lugar donde la había escondido:  la faja estaba estropeada,  no servía para nada.  Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos:  Así habla el Señor:  De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén.  Este pueblo malvado, que se niega a escuchar mis palabras, que sigue los impulsos de su corazón obstinado, será como esta faja que ya no sirve para nada.  Porque así como la faja se adhiere a la cintura del hombre, así yo me había adherido a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá para que ellos fueran mi pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria.  Jr 13.1-11
Para destruir el orgullo el Señor tiene una amplia variedad de recursos:  una enfermedad, problema económico, laboral, familiar, accidentes, ausencias de seres queridos y por último, tu hijo.
El, que te conoce mejor que vos misma, sabe cual es tu punto más débil y si lo obligaras a tomar una medida dolorosa para vos, lo hará, y será para tu bien:  Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo.  Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?   Si Dios no los corrigiera, como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos.  Después de todo, nuestros padres carnales nos corregían, y no por eso dejábamos de respetarlos.  Con mayor, razón entonces, debemos someternos al Padre de nuestro espíritu, para poseer la Vida.  Porque nuestros padres sólo nos corrigen por un breve tiempo y de acuerdo con su criterio.  Dios, en cambio, nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad.  Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero mas tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.  Heb 12.6-11
¡Ojo que Dios quiere lo mejor para vos!, mucho mejor de lo que puedas imaginar…
Necesita mujeres generosas (y no las encuentra) que hayan pasado por circunstancias como las que pasastes para poder ser testigos:  Evangelio hecho carne en tu persona; de que Jesús está vivo y de que hoy sigue sanando.
Jesús no envió a sus apóstoles a trasmitir teorías o ideas abstractas, sino a testimoniar lo que habían visto y oído:  Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4.20).  La evangelización consiste fundamentalmente en el testimonio de quienes han tenido una experiencia con Cristo resucitado.
Cuando el Señor sana el corazón, se transforma en una persona nueva:  El que vive en Cristo es una nueva criatura:  lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.  2Cor 5.17
Es mucho más que eso, necesita matrimonios renovados por el vino de Jesús, como en las bodas de Caná de Galilea (Jn 2.8-11), para salvar a las familias cristianas de la crisis de valores ético-morales y familiares, por la crisis de fe, por no vivir en la presencia de Cristo.
Para esto se necesita el testimonio vivo del resucitado, y por ello Jesús necesita resucitarte a la vida del Espíritu, para que seas otro Pablo con respecto a tus hermanos en la fe.
Dios tiene una multitud de familias para confiarte, están dispersas por todo el mundo y llegarás a ellas directa o indirectamente, pero te están esperando con tu testimonio de vida.  Testimonio de tu resurrección y de la “plenitud” de vida, a partir de incorporar la presencia de Jesús en tu relación conyugal.
Unos consejos de la Palabra del Señor:
Debés respetar a tu esposo como (viendo en él) al Señor.  Ef 5.22                   
Revestite de sentimientos de profunda compasión,
practicá la bondad, mansedumbre, paciencia,
soportalo y perdonalo siempre que tengas motivo de queja.  Gal 3.12-13
No te quejes para no ser condenada.  Sant 5.9
Que la humildad te lleve a estimarlo como superior a vos misma.  Flp 2.3
Tené un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento con él.  Flp 2.2

La gracia de una mujer deleita a su marido y el buen juicio lo llena de vigor.  Una mujer discreta es un don del Señor y no tiene precio la esposa bien educada.  Una mujer pudorosa es la mayor de las gracias y no hay escala para medir a la que es dueña de si misma.  Como el sol que se eleva por las alturas del Señor, así es el encanto de la buena esposa en una casa ordenada.  Ecli 26.13-16              

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